(crónica futbolística escrita a
petición de Júlia)
Gundogan rompió la autocomplacencia
que pareció instalarse en algunos ambientes y personajes del mundo blaugrana
tras la derrota de ayer en Montjuich. Varios
protagonistas del entorno barcelonista hablaron de la proverbial suerte del
equipo merengue, del penalty de Tchoumani a Araujo e incluso, de una manera temeraria,
Xavi afirmó que el equipo había dado un paso adelante. Más certero me parece al
análisis de Gundogan al indicar que al equipo le faltó carácter. En el terreno de
juego vimos inconsistencia del equipo en los momentos decisivos de la segunda
parte y, por lo que afirma el futbolista germano, detectó falta de rebeldía y
carácter ya en el vestuario.
Si una de las lecturas del
partido es que el R.Madrid jugó muy poco a fútbol, resulta especialmente preocupante
que con ese poco se llevará el partido. La primera parte resultó poco atractiva
pero el Barça estuvo mejor que el rival. El centro del campo blaugrana controló
el ritmo del partido y el R.Madrid estaba, como muchas veces, a verlas venir.
Tampoco esa superioridad del Barça generó un alud de ocasiones de gol. El gol
de Gundogan es sobre todo fruto de las vacilaciones de la defensa blanca y el
palo de Fermín nace de una presión adelantada de Gavi. Sin noticias en este
primer tiempo de Joao Félix, Tiburón Torres y Cancelo. Al Barça le falta gol.
En la segunda parte el Barça pudo
sentenciar a los pocos minutos en un remate de Iñigo, cabeceando un centro de
Fermín tras la segunda jugada después de botar un córner, que se fue al palo y
el posterior rechace de Kepa al disparo a quemarropa de Araujo. Después de esta
jugada que pudo cambiar el partido, llegó el turno de los entrenadores moviendo
el banquillo. La conclusión es clara:
Ancelotti mejoró a su equipo con los cambios y al Barça le pasó lo contrario
con los que hizo Xavi.
El Barça perdió el centro del
campo y la pelota empezó a moverla el Madrid, sobre todo tras la entrada de
Modric y Camavinga en el terreno de juego. Y, en ese momento, apareció el
jugador que, de no lesionarse, puede salvar la temporada de un Madrid con una
plantilla muy corta en ataque y con un delantero centro cedido por el Espanyol.
Bellingham, borrado por Gavi durante todo el partido, se sacó un latigazo a
unos 35 metros que, a pesar de los esfuerzos de un Ter Stegen que tal vez pudo
hacer más, se coló en la portería. Está claro que, enredado Vinicius en sus absurdas
guerras ajenas a lo futbolístico y con un Rodrigo intermitente y superado en la
responsabilidad de ser un referente ofensivo en un equipo grande, el jugador
diferencial del Madrid es Bellingham.
Tras el empate, el Barça había perdido
el control del partido, tenía las líneas más separadas y ninguna de las cuatro
entradas ( Lamal, Lewandovski, Rafinha y Romeu) tuvo un impacto positivo en el
partido al punto que parece cuestionable que alguno de ellos, casi
milagrosamente recuperado, estuviera físicamente en buen estado para jugar ayer.
Aculado en campo propio y defendiendo
sin balón, cosa que no sabemos hacer, ya dábamos por bueno el empate cuando, en
una jugada afortunada, la pelota apareció en la frontal del área pequeña y allí
estaba Bellingham para marcar a placer.
Cuatro puntos, quedando 81 por
disputar, no son importantes y perfectamente recuperables. Pero las sensaciones
no son buenas. La confección de la plantilla sigue arrojando muchas dudas y todavía
genera más la solvencia del entrenador, especialmente por su lectura de los
partidos que me lleva a cuestionarme seriamente la existencia de universos
paralelos.
Y empezamos una semana
complicada. Hay que gestionar la derrota en el clásico (me adapto a
regañadientes a llamar así al Barça-Madrid), sofocar el incendio de Gundogan y
con un partido aparentemente complicado en sábado en Donosti.
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