domingo, 1 de octubre de 2023

LA LOCA HISTORIA DEL MUNDO

 

Siguiendo con Mel Brooks, veo La loca historia del mundo, primera parte. Es una película de 1981 menos conseguida que algunas de sus películas hechas en los años 70 pero que sí contiene momentos muy divertidos.

Empieza en la Edad de Piedra con unos cavernícolas haciendo algunas payasadas y el gag más divertido es cuando uno de ellos crea el arte dibujando un bisonte en la pared de una cueva. Junto con el artista nace el crítico, otro cavernícola que se adelanta al resto, pone cara inquisitiva y acaba orinando sobre la pintura.

Después de un breve momento por el Antiguo Testamento, en el que sale la bajada del monte Sinaí y como Moisés entrega al pueblo las tablas de los diez mandamientos porque se le cae una que contenía cinco mandamientos más; se abre la parte de metraje más larga de la película que es la dedicada al Imperio Romano. En esta parte los protagonistas son un cómico filósofo interpretado por el propio Brooks y un esclavo negro interpretado por Gregory Hines. Después de varias disparatadas situaciones en las que intervienen el César y su mujer, Brooks y Hines emigran a Judea. Allí Brooks encuentra trabajo en una posada como camarero y, cuando va a servir la cena en una de las salas, se encuentra a Jesús justo en el momento en que dice que uno de sus discípulos le va a traicionar. Seguidamente, entra Leonardo da Vinci con sus útiles para pintar La última cena.

La siguiente etapa histórica en abordar la película es la época de la Inquisición española. En realidad no hay diálogo sino un largo número musical, al más puro estilo de Broadway y Hollywood, en el que Brooks interpreta a un Torquemada que canta y baila con un ballet masculino de religiosos; aunque luego se incorporan unas monjas que se quitan los hábitos y se lanzan a la piscina en un número calcado de las coreografías de Esther Williams.

La última etapa histórica es la Revolución Francesa. Brooks interpreta aquí dos papeles: el de Luis XVI y el de un hombre que lleva un orinal para que los nobles que están en palacio puedan orinar en ellos cuando pasean por los jardines.  Intuyendo que estallará la Revolución, algunos asesores aconsejan al rey que huya y ponga a su doble como rey. Efectivamente, estalla la Revolución, y el falso rey, junto a una chica a la que ha ayudado a liberar a su padre de la Bastilla, intenta huir pero son detenidos. A punto de ser guillotinados, serán salvados por Gregory Hines que vuelve desde el Imperio Romano y huyen todos en una cuadriga acabando la película.

Como en otras películas de Brooks, el humor es muy obsceno, con muchas alusiones a órganos sexuales, al apetito sexual insaciable del César, la emperatriz y Luis XVI hacia los cortesanos que les rodean y a la comicidad de uno de los miembros de la corte del César por su homosexualidad, cosa que ahora sería muy políticamente incorrecta.  También está el humor escatológico con, por ejemplo, el César romano eructando y lanzando ventosidades. Otro aspecto a destacar es esa vena mordaz e irónica, como los romanos que pasan por la oficina de desempleo o el rey Luis XVI que practica el tiro no al plato sino al pobre, lanzándole personas de clases bajas a las que pueda disparar. Y no faltan algunas referencias humorísticas a las religiones, en especial la judía como, cuando acaba la película y anuncian la segunda parte, unas naves especiales tipo la guerra de las galaxias que tienen la forma de la estrella de David. En definitiva, esas características por las que Jeremy Dauber ponía a Mel Brooks como ejemplo de humorista judío.

Y no hubo La loca historia del mundo, parte segunda. Al menos estrenada en cine. Parece que, justo hace unos meses, se ha estrenado esa segunda parte en forma de serie de TV en los Estados Unidos después de 40 años de espera. Y uno de los guionistas es Mel Brooks. Cercano a ser centenario, parece que sigue dando guerra.

 

 

 

 


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