martes, 17 de octubre de 2023

DESTINO FATAL


 

Robert Aldrich siempre fue un director muy competente, con algunas obras maestras en el cine bélico (Ataque) y western (La venganza de Ulzana). En 1975 dirigió Destino fatal, un filme policíaco que, aun lejos de sus mejores títulos y a pesar de sus detractores, sí es interesante ver y resulta bastante ameno.

La aparición del cadáver de una chica joven en una playa inicia la acción de la película. Burt Reynolds es el teniente de policía que empieza a investigar el caso y se llega a la conclusión, después de la autopsia, que la chica ha muerto por una sobredosis de barbitúricos. Ben Johnson, el padre de la chica, no quedará conforme con la versión del suicidio y presionará para que el caso se investigue más. Por parte del Departamento de policía, hay una evidente desidia en seguir investigando, ni lo ve oportuno Reynolds, ni su jefe interpretado por Ernst Borgnine y solo su compañero de color, un sargento interpretado por Paul Winifield, cree que hay que seguir investigando.

Reynolds mantiene una relación sentimental con una prostituta de lujo francesa interpretada por Catherine Deneuve, marcada por una gran atracción física y sentimental pero la distancia que le provoca a Reynolds el trabajo que ejerce su chica. Dentro de la cartera de clientes de Deneuve, figura un millonario interpretado por Eddie Albert, aficionado a pagar los servicios de chicas muy jóvenes y que después se sabrá está relacionado con la chica que apareció muerta y que había ido a alguna de sus fiestas. Albert, como después le referirá Reynolds aunque no puede probarlo, en el autor de un asesinato de tres hombres a los que se cargó con un explosivo en un vehículo por causa de un sucio asunto de intereses empresariales.

La acción se precipitará cuando Johnson sepa que su hija, que se marchó de casa y se dedicaba a exhibirse en locales de streaptease y participar en películas porno como la hija de George C.  Scott en Hardcore, se relacionó con el millonario Albert. Acudirá a su casa armado con un revólver dispuesto a matarlo. Cuando lleguen Reynolds y su compañero, el primero tendrá una idea digamos que de justicia poética. Manipulará el escenario de tal forma que parezca que ha habido un tiroteo entre Johnson y Albert de manera que lo que fue un asesinato a sangre fría se convierta en un caso de legítima defensa. Solucionado este tema, y también su relación con Deneuve que pasa por altibajos y momentos tempestuosos antes de decidir hacer un viaje juntos, Reynolds no puede escapar al título español de la película, que en EEUU se tituló Hustle.

Es una película profundamente pesimista en el que prácticamente todos los personajes son negativos, unos más, otros menos y, en general, bastante infelices. Una película que destila amargura, como otras de Aldrich de su última década como realizador (La venganza de Ulzana o Rompehuesos).  A pesar de ser relativamente larga, unos 120 minutos de metraje, Aldrich no  pierde el pulso a la película que tiene buen ritmo.

Reynolds no era un actor brillante pero no hace una mala interpretación en esta película. Forma sin duda una extraña pareja con una actriz demasiado europea para la película y que, de hecho, no se asentó nunca en Hollywood. Respecto a los secundarios, tener a Borgnine, Johnson y Albert es un lujo que beneficia a la película.

 

 

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