lunes, 25 de noviembre de 2024

MÁS RÁPIDO QUE EL VIENTO

 

Más rápido que el viento (1958) es un western que tiene muchos puntos atractivos. Dirigido por un competente Robert Parrish, vi que en el guion participaba Rod Serling, el creador de la mítica serie The twilight zone. También me sorprendió ver a un actor en el reparto como John Cassavettes, del cual no conocía su participación en ningún western.

Con banda sonora compuesta por otro grande del género como fue Elmer Bernstein, la película trata de la historia de dos hermanos, Steve Sinclair (Robert Taylor) y su hermano menor Tony Sinclair (John Cassavettes), que se llevan bastantes años de diferencia con lo que Steve ha sido una figura más paternal que fraternal pera Tony.

Steve Sinclair tiene un pasado turbio y violento, cosa que queda clara en la primera escena cuando un tipo con malas pulgas pregunta por él y lo espera en el bar del pueblo. No obstante, Steve ha reconducido su vida y lleva una explotación ganadera estando en buena relación con el mayor terrateniente de la zona, un hombre ya mayor interpretado por Donald Crisp. En cambio, Tony vuelve al rancho acompañado de una joven guapa con la que quiere casarse (Julie London) y, a pesar del respeto y admiración que siente hacia su hermano, se muestra como un tipo nervioso y desquiciado con ganas de bronca. La aparición de unos agricultores que quieren establecerse en esas tierras, encabezados por un personaje interpretado por Royal Dano que es exoficial del ejército nordista, hará que la reacción de Tony sea violenta, absurda y desproporcionada, conduciendo finalmente la tensión a un enfrentamiento fratricida entre él y Steve.

El guion de la película es bueno, así como la dirección de Parrish. Hay la típica lucha entre ganaderos y agricultores, así como se nota el peso de la guerra civil habiendo personajes que estuvieron en uno y otro bando, pero además los personajes tienen todos mucha presencia, incluso los secundarios como Dano y Crisp; y, por supuesto, Taylor y Cassavettes. Destaca este último en un papel de hombre rebelde, conflictivo, impulsivo y nervioso, mientras que Taylor representa el hombre que se ha reformado tras un pasado turbulento. Tal vez me ha parecido desaprovechado el personaje de Julie London, una chica que huye con Tony de una situación que se adivina difícil y que canta una canción demostrando su buena voz, pero que parece quedar en tierra de nadie dentro de la trama.

Un buen western en un momento que el género estaba en la mayoría de edad y enfilando los últimos años del período clásico. El guion ayuda a construir unos personajes que dan una estructura consistente a la película, destacando especialmente a un John Cassavettes que deja su impronta en el género con un último duelo memorable contra el personaje que interpreta Taylor. 

sábado, 23 de noviembre de 2024

EL SILENCIO DEL MAR

 

A pesar de que una tía plasta se excede 20 minutos hablando en una mezcla de catalán y castellano introduciendo la película en la Filmoteca, cuando por fin empieza El silencio del mar (1947) podemos ver la opera prima de Jean Pierre Melville y descubrir la fuerte personalidad de este director. No se puede explicar de otra manera que teniendo una gran personalidad el realizar una primera película prácticamente sin diálogos, con la voz en off de uno de los protagonistas y los soliloquios que efectúa otro.

La historia es sencilla y la trama, desarrollada en la Francia ocupada, se concentra en un oficial de la Wermacht que, en 1941 y cuando la Resistencia empieza a hacer acto de presencia, se aloja en una casa donde viven un hombre ya de cierta edad junto con su sobrina. El rechazo a los invasores hace que no le dirijan la palabra y lo ignoren, pese a lo cual el militar germano, respetando ese modo de proceder de los franceses, efectúa una serie de reflexiones en voz alta.

El oficial alemán no pretende tener una situación de dominio si no de respeto y, a través de sus parlamentos, intenta que se rompa el silencio para llegar a diálogos constructivos pero, finalmente, solicita su traslado al frente ruso y, solo entonces, conseguirá que el tío le diga adelante al picar la puerta y la sobrina le diga adiós antes de que se marche.

Mientras se sucedieron los abusos de la Wermacht en toda Europa (es verdad que en Francia menos) aquí tenemos casi el caso contrario, un oficial culto y sensible que apela al entendimiento entre los pueblos francés y alemán es despreciado, rechazado con un silencio que se convierte en brutal y hace mella en su ánimo. Frente al estereotipo de soldado alemán bruto y arrogante, tenemos aquí a un oficial culto, sereno y respetuoso.

La virtud de Melville es, con este planteamiento que recoge una novela muy popular en Francia de Vercors, conseguir filmar de una manera en ese ambiente claustrofóbico de la habitación, incidiendo en los detalles que acompañan la actuación de los personajes, para meternos poco a poco en la historia que va creciendo de menos a más. Melville realiza una planificación austera, con esa exposición de detalles como las manos de la sobrina haciendo punto, para mostrar a unos franceses como esfinges y un oficial alemán con una extraña nobleza que debió ser muy infrecuente en ese ejército. Una incomunicación entre los protagonistas que representa esa falta de entendimiento entre los pueblos de una y otra nación, arrastrados a los horrores de la guerra.

El oficial alemán fue interpretado por Howard Vernon, actor que trabajó con directores importantes, como Lang o Godard, aunque acabó haciendo más de treinta películas con Jesús Franco, con el que estuvo desde las primeras películas sobre el siniestro Dr. Orloff a principios de los sesenta. El papel del tío fue interpretado por Jean-Marie Robain y el de la sobrina por Nicole Stephane.

Muy buen debut de un Melville al que ahora se asocia sobre todo con el género policíaco.

viernes, 22 de noviembre de 2024

FURIA

 

Furia (1936) es la primera película americana de Fritz Lang y él mismo participó en el guion ´junto a Barlett Comack, tomando de base una historia de Norman Krasna. El hecho que participara en el guion parece demostrar el interés de Lang en la película y creo que, al igual que golpeó a la sociedad alemana con, entre otras, M, el vampiro de Düsseldorf; aquí lo hace con la americana y la mala conciencia de aquellos personajes que, en la mejor escena de la película, forman una turba que incendia la cárcel para achicharrar al falso culpable Joe Wilson. Una tradición muy arraigada en América la de linchar a la gente como se ha mostrado en muchos westerns y que podía estar igual de viva en el año de realización de la película. A pesar de todo, Lang estuvo comedido en esta producción de la Metro Goldwynn Mayer porque él quería que el personaje fuera un negro acusado falsamente de violar a una chica blanca, cosa que no podía ser admisible ni en la Metro ni en ningún otro estudio de Hollywood. Así que acepto renunciar a alguna de sus ideas para poder realizar su primera película en los E.E.U.U.

En la presentación del filme, Joe Wilson (Spencer Tracy) y Katherine Grant (Sylvia Sidney), los dos enamorados que ahorran dinero para casarse y hacen planes frente a escaparates de muebles y ropa de hogar, tienen una actitud excesivamente acaramelada, pero esto servirá de contrapunto a la brutal sed de venganza con la que Wilson afronta el haber escapado de la cárcel y poder, dándosele por muerto, enviar a la horca a los que participaron en el intento de linchamiento y posterior incendio del presidio. En cambio, Katherine nunca abandona un aire angelical que posibilitará la redención final de Wilson en un final un tanto apresurado. La idea inicial de Lang era que se ajusticiara a los linchadores y luego se le aparecieran a Wilson a modo de espectros pero, en una previa, la gente empezó a reír con este final.

En las escenas del juicio, Lang filma admirablemente bien el rostro de las personas que, después de negar su responsabilidad en el linchamiento, ven a través de una película como queda indubitada su participación en la repugnante reacción de la masa ante el encarcelamiento de Wilson, al que se le acusa de secuestro y no de violación como era la primera idea de Langa. En cambio, más floja es la resolución del hecho que, pese al incendio y demostrar quienes lo propiciaron, la falta del cadáver hace que no se les pueda acusar de asesinato. Para salvar este obstáculo, el juez recibe una carta anónima, hecha por Wilson, con un anillo de éste que permita probar su desaparición en ese lugar al encontrar un objeto personal. En ese momento, que el juez abandone su lugar en el juicio y se siente donde son preguntados los testigos, jure sobre la Biblia y responda las preguntas de los abogados, resulta incoherente y absurdo.

Tracy ofrece una gran interpretación propia de alguien con su prestigio y Sidney, ahora muy olvidada y rescatada por Tim Burton en Mars attacks hace ya unos veinticinco años, da muy bien el tipo de chica dulce y tierna, que afronta la tragedia de perder a su amado con entereza y, al enterarse de que no está muerto, lo va a buscar y le hace ver su equivocación en su obsesión vengativa.

Sin ser una película del todo redonda, pero casi, la película supone una irrupción furiosa de Lang en el cine americano que daría pie a muchas otras grandes películas. 

jueves, 21 de noviembre de 2024

SHANE

 

En Shane, Raíces profundas según su título en España, se muestra una tierra todavía tan salvaje que la comunidad de agricultores que se pretenden asentar en el territorio no ha construido todavía una iglesia y un colegio. Diseminados por el valle, los agricultores aguantan las embestidas de Ryker, el terrateniente ganadero que explota el territorio sacando menos rendimiento económico del que pueden conseguir los nuevos pobladores; si bien él llego antes a esos parajes, luchó contra los indios y logró establecerse.

A ese territorio, en el que se larva un conflicto a punto de estallar, llega Shane, un hombre que vagabundea sin rumbo fijo, del cual no tendremos ninguna información sobre su pasado, pero del que pronto veremos que es diestro con las armas. Contratado por Starret, que tiene una granja con su mujer y su hijo, intentará adaptarse a la vida de granjero, pero no podrá culminar ese proceso. Ryker, dispuesto a utilizar armas de fuego para desalojar del valle a los agricultores, contratará a Wilson, un pistolero profesional dispuesto a matar a quien sea por dinero. En el fondo, Shane y Wilson pertenecen al mismo gremio, pistoleros a sueldo, solo que Shane, atraído por la vida familiar que representan Starret y su mujer, se ha situado en el lado correcto.

Por ello, como comentaba ayer con Jordi, a Shane le pasa como a otros héroes del western: pueden ayudar a formar una comunidad, de hecho, su ayuda es imprescindible, pero luego no pueden pertenecer a la misma. Así pues, se asemeja al Tom Doniphon de El hombre que mató a Liberty Valance, el Ethan Edwards de Centauros del desierto, el Jeff Webster de Tierras lejanas o el hombre de la armónica de Hasta que llegó su hora. Todos estos héroes tienen demasiadas cuentas pendientes que saldar con su pasado y se autoexcluyen de la comunidad.

George Stevens dirige muy bien el filme, aprovecha el paisaje y decorados para tener bien fijadas las referencias entre las grandes montañas nevadas, el valle y la única zona mínimamente urbana que es el almacén de Grafton, al lado del cual hay un bar. Consigue filmar grandes escenas como el duelo entre Jack Palance y Elisha Cook jr., casi un asesinato a sangre fría; los colonos enterrando al personaje interpretado por Cook y como Van Heflin logra volver a unirlos; la fieta del 4 de julio, celebrando la formación de la nación y el aniversario de boda de Heflin y Jean Arthur; la lucha entre Shane y Starret ya que el primero entiende que llega el momento de afrontar un trabajo de especialista y no puede dejar a su amigo frente a Wilson; y el duelo entre los dos pistoleros, con el niño interpretando por Brandon De Wilde mirándolo desde la puerta del bar.

Sin duda, uno de los mejores westerns de la historia del cine.

 

martes, 19 de noviembre de 2024

LA CHICA CON LA MALETA

 

La chica con la maleta es una película dirigida por Valerio Zurlini, con una joven Claudia Cardinale, que contaba con 26 años en 1961 cuando se rueda el filme, y Jacques Perrin, todavía más joven, pues tenía 20 años e interpreta a un adolescente de 16 años.

La película empieza con un chico llamado Marcello que quiere desembarazarse de una chica llamada Aida. Ambos van en automóvil y él ha estado a punto de dejarla en la carretera pero, finalmente, lo hará simulando que ha dejado el coche en un taller para repararlo. Aida es una bailarina de locales de poca categoría y ha sido camelada por Marcello, quedándose colgada al haber creído promesas de él y luego verse abandonada. Aida se presenta en casa de Marcello pero éste le dice a su hermano adolescente, Lorenzo, que la despida y diga que no le conoce. Así lo hace Lorenzo pero, conmovido por la situación de desamparo de la chica que no tiene donde ir, comienza a ayudarla y se acaba enamorando de ella.

Lorenzo empieza a descuidar sus obligaciones como estudiante y se desvive por ayudar a Aida. Mientras tanto, ella intenta contactar con personas que le puedan ayudar a obtener trabajo como bailarina, tipos bastante impresentables entre los que se encuentra en un papel secundario el gran Gian Maria Volonté. Aida conoce finalmente que Lorenzo es hermano de Marcello gracias a que se lo dice un sacerdote amigo de la familia de los chicos. Decidida a no ver más a Lorenzo, éste irrumpe en un hotel donde Aida estaba con un tipo que la ha emborrachado y se intenta aprovechar de ella. Después de una pelea entre Lorenzo y el tipo, ella le cura las heridas en la playa y se besan, pero más tarde han de emprender caminos por separado.

Zurlini hace una película de buena factura, que cuenta con una espléndida Cardinale, animosa, sensual, exuberante, un poco aprovechada pero también ingenua; y un Perrin que también es creíble como joven adolescente, formal y aplicado al contrario de su hermano mayor, que abre sus ojos al mundo quedando prendado de Aida. Fotografiada de manera excelente en blanco y negro, con música de Mario Nascimbene y una cuidada banda sonora que incluye canciones de la época, es una película sobre un amor imposible, no solo por la edad de los protagonistas (tampoco el personaje de Cardinale supera en más de cuatro o cinco los 16 de Perrin) sino por la diferencia de clase social, que Zurlini va mostrando en la película a través del personaje del sacerdote y la tía de Lorenzo, los cuales jamás aprobarían una unión entre los protagonistas. En el fondo, ese es el mayor obstáculo para una relación entre Aida  y Lorenzo ya que, a pesar de la integridad del chico, su hermano Marcello ha tratado a Aida al inicio de la película de una manera que no lo haría con alguien de su misma clase social.

Zurlini logra destacar una especial sensibilidad en los personajes de Cardinale y Perrin a lo largo de la película, deslumbrante ella e ilusionado él, así como con una mirada tierna hacia los dos.    

Buena película. 

lunes, 18 de noviembre de 2024

EL SIRVIENTE

 

Después de muchas décadas, vuelvo a ver El sirviente, de Joseph Losey, película rodada en 1963 y la disfrutó mucho en una copia en blu-ray que permite verla en una, aquí imprescindible, versión original.

Tony (James Fox), un hombre inglés de clase alta contrata a Hugo Barret (Dirk Bogarde) como mayordomo. Tony tiene una novia llamada Susan (Wendy Craig) que tiene recelos hacia Barrett, un modelo de eficacia y de buena disposición hacia su patrón con el que ha establecido muy buena relación, viendo algo raro en él por su ubicuidad habiendo incluso entrado en una habitación donde estaban los dos jóvenes en la intimidad. Por otra parte, Tony y Susan parecen una pareja inglesa muy convencional, un poco aburrida incluso.

Barret convence a Tony de la necesidad de contar con una criada que le ayude a llevar la casa y, casualmente, su hermana está dispuesta para ese trabajo. Así, Barrett introduce en la casa a Vera (Sarah Miles) que empieza a insinuarse ante Tony consiguiendo establecer una relación con él. En ese momento, ya se revela al espectador que Barret y Vera no son hermanos sino amantes, así como que  compartir a Vera es un medio de Barret para alcanzar algún fin. Una noche, Tony y Susan regresan inesperadamente y sorprenden a Barret y Vera en la cama de Tony. Tony se enfurece, no puede evitar que Barret dé a conocer ante Susan la relación de su novio con Vera y expulsa tanto a Barret como a Vera, marchándose luego Susan que rompe con Tony.

Se ven unas escenas de Tony solo en la casa, absolutamente desorientado por la dependencia psicológica que ha adquirido respecto de Barrett y éste lo busca en un pub, le dice que Vera también le ha engañado a él y le ruega que vuelva a poder trabajar en su antiguo lugar de mayordomo. Pero ya nada será como antes, empieza a haber un trato de tú a tú y hay un momento en que parecen más compañeros de piso que otra cosa. Aparece de nuevo Vera, pidiendo perdón a Tony pero vemos que, en realidad, vuelve a ser otra manipulación de Barrett. Finalmente, hay una fiesta con varias mujeres en la casa, estando también Vera, y los papeles se han invertido totalmente, Barrett está por encima de Tony y se ha dado la vuelta a la situación inicial. Él es la persona dominante en la casa.

Basada en una novela de Robin Maugham, el dramaturgo Harold Pinter firmó el guion de la película e incluso hizo un cameo en una escena. Una lectura de la película se puede hacer en base al conflicto de clases y así la veía Diego Fusaro en su libro Historia del precariado, cuando cita dos películas a lo largo del mismo y una es ésta y la otra Las uvas de la ira.

Pero lo más atractivo de la película es mostrar la manipulación psicológica que se puede hacer sobre un individuo y la manera en qué se hace. Barrett, eficaz y meticuloso en su trabajo, es imprescindible para Tony pero despierta recelos en su novia Susan. Entonces será el sexo el instrumento que utilizará Barrett para empezar a desequilibrar a Tony. Introduce a su supuesta hermana Vera en la casa y ésta es la que consigue, con su manera de vivir la sexualidad que se intuye muy diferente a la de su convencional novia, desestabilizar la situación. Así, Barrett empieza a dominar a Tony a través del sexo y, justamente cuando Barrett anticipa una vuelta y Vera está acostada con Tony, es éste quien se ha de ocultar de su criado. Luego, cuando Tony se ha quedado solo y vuelven a estar juntos tienen una relación de igual a igual hasta que Barrett, con las mujeres que trae al final del filme en lo que parece una orgía, ha pasado a ser la persona dominante del escenario.

Me imagino que, en una película inglesa de 1963, habría dificultades para mostrar de manera más explícita los aspectos sexuales de la historia, tratados en ocasiones de manera elíptica. Pero un plano de Losey sobre la pared de la habitación de  Barrett, en la que hay unas fotos de culturistas, parece indicar la bisexualidad del mayordomo y, potencialmente, que pudiera haber también algún acercamiento sexual entre él y Tony. Todo esto quedaría en la imaginación del espectador, no se podía hacer alusiones explícitas a la homosexualidad en un país que no despenalizó esas relaciones hasta finales de la década de los sesenta.

Losey utiliza muy bien el decorado de la casa y lo filma de tal manera, con ángulos picados, contrapicados y planos sobre un espejo, que hay una sensación de opresión, de desequilibrio. Todo esto afecta al personaje de Tony, arrastrado hacia una desestabilización, mientras es Barret quien triunfa en este ambiente recargado y asfixiante que retrata Losey. 

Losey también dirige muy bien a los actores. Todos hacen grandes interpretaciones, pero el papel de Barrett daba a Bogarde más posibilidades de lucirse y lo bordó. La evolución del personaje, con el cambio en el tono de la voz y en la gestualidad hasta convertirse en el director de la función que se representa en esa casa, fue interpretada de forma magistral por Bogarde. También James Fox, debutante en esta película, realiza una buena interpretación, así como una joven Sarah Miles que consigue ser muy sensual y provocativa, gracias a la dirección de Losey, sin enseñar nada.

Gran película.

 

domingo, 17 de noviembre de 2024

ANORA

 

Ganadora de la Palma de Oro en Cannes, Anora es la última película de Sean Baker, un director poco prolífico, pero del que había visto Florida Project, que me gustó bastante.

En Anora vuelve a contar, como en la película de Florida, con una protagonista que ejerce la prostitución. Aunque Anora (MIkey Madison) no se considera una prostituta, trabaja en un club de streaptease de BrooKlyn e intima en los reservados con los clientes a cambio de dinero. En este ambiente, conoce a un joven de 21 años llamado Vanya (Mark Eldestein), hijo de un magnate ruso, con el que inicia una tórrida relación y la contrata para ir, con unos cuantos amigos, una semana a Las Vegas. De manera irreflexiva, el tal Vanya, en permanente estado de confusión mental causada por el alcohol y drogas, le propone matrimonio y se casan en la típica capilla hortera propia de la ciudad del juego.

De vuelta a Brooklyn, comenzarán los problemas cuando Toros (Karren Karaguilian), un sacerdote ortodoxo que actúa como una especie de tutor del joven Vanya, se entere de la boda y, con la ayuda de dos gorilas, un armenio llamado Garnick (Vache Tovmasyan) y un ruso llamado Igor (Yuri Aleksandrovich), quiera anular el matrimonio. Cuando se presentan Garnick e Igor en casa de Vanya, lo primero que hace éste es huir y, entonces, los dos gorilas, Ani y Toros necesitan localizar al chico, ellos para iniciar los trámites para anular el matrimonio y ella para hablar con él y salvar un matrimonio en el que, de manera ingenua, ella cree.

Mientras lo localizan, borracho en el club donde trabaja Anora, los padres multimillonarios de Vanya han llegado a USA. Tratan de anular el matrimonio en Nueva York pero, al haberse casado en Las Vegas, tienen que desplazarse allí y se efectúan los trámites, ante la decepción de Anora que, desengañada y desilusionada, es llevada por Igor a su domicilio, una casa cutre que comparte con su hermana junto a la vía del tren.

A Baker le encantó la escena que MIkey Madison compartía con Bradd Pitt en Erase una vez en Hollywood, al punto de ver que le robaba la escena al ya veterano actor. Entonces le propuso hacer Anora y, cuando le dijo que sí, desarrolló la idea escribiendo el guion sabiendo que Madison interpretaría al personaje, mientras ésta aprendía ruso y las técnicas baile del twerking y pole dance de las bailarinas de streap-tease.

Madison está estupenda en un papel de desgraciada Cenicienta que lleva a pensar en Pretty Woman, una película de la que incluso toma el diálogo del precio a pactar por una semana de exclusiva como acompañante, pero Anora no es una película almibarada como aquélla sino áspera, mediada la película ya se ve que la chica no va a vivir un cuento de hadas, sino que el sujeto con el que se ha casado es un tipo infantil, dominado por sus padres, irresponsable y un auténtico patán, aunque esté cargado de dólares que dilapida constantemente. Además, sus padres parecen los bastante peligrosos como para hacer cualquier cosa, incluyendo el daño físico, con tal de anular el matrimonio. A pesar de que la película no tiene un tono amable con lo que vive la protagonista, el tratamiento tiene mucho de comedia. Toros actúa como el señor Lobo de Pulp Fiction, un hombre para solucionar problemas que cuenta con dos ayudantes no del todo eficaces, un poco también la línea de Travolta y Jackson, con cierta vis cómica y que dan lugar a momentos muy divertidos. También los padres de Vanya, que llegan a USA en su avión privado, tienen su parte de comicidad debido a su tosquedad y zafiedad, si bien la mala leche de la madre es más que evidente, amenazando de manera muy convincente a Anora para que colabore en la anulación del matrimonio y acepte una pequeña compensación de 10.000 dólares por el lío organizado.

Baker logra un gran filme, que se hace incluso corto a pesar de los 140 minutos de duración. Consigue que nos divirtamos para contarnos una historia triste, nos de una brizna de esperanza al final, con una Ania que pensamos ha madurado y un Igor del que captamos una humanidad impensable cuando aparece en los primeros momentos de su papel, y nos hace reflexionar sobre las diferencias de clase, con unos magnates que han perdido el glamur que al menos tenía Richard Gere y una chica perdedora con un horizonte complicado, como ya pasaba con la protagonista de Florida Project.

viernes, 15 de noviembre de 2024

EL NADADOR

 

El nadador, rodada en un muy lejano ya 1968es una película dirigida por Frank Perry, si bien no llegó a completar todo el rodaje por discrepancias artísticas siendo sustituido por Sidney Pollack.

Ned Merrill (Burt Lancaster) aparece al principio de la película en una casa de unos amigos a los que ha ido a visitar, se baña en su piscina y, mirando el condado en el que vive, se da cuenta que puede volver a su casa pasando por diversas propiedades, todas con piscina, por lo que se plantea llegar nadando un rato en cada una de ellas. De aspecto saludable, al parecer vive con su mujer y dos hijas al otro lado del condado.

Mientras Ned va de piscina en piscina, se encuentra con una antigua canguro de sus hijos, una chica de veinte años, que le acompaña durante una parte de su viaje y le confiesa que estaba enamorada de él. Más tarde, se encuentra en una casa con la única piscina vacía y un chico de unos doce años. Sus padres están ausentes y nadan de manera ficticia en la piscina vacía. En otro momento significativo del viaje, está en una casa donde hay una fiesta y reconoce un carrito de comida que dice ser suyo, cosa que provoca un conflicto. Posteriormente, aparece en la casa de una antigua amante con la que mantiene un diálogo tenso y, en la última etapa de su particular viaje, llega a una piscina pública, ha de pedir prestados 50 céntimos para entrar y empiezan a quedar ya claros los problemas con su mujer e hijas. Saliendo de malos modos de la piscina pública, atraviesa una autopista y llega a su casa, que está en un estado muy diferente del que se podía imaginar viendo al personaje en el principio de la película mientras cae un fuerte aguacero en contraste con el sol que ha lucido desde el inicio del filme.

La película, siendo irregular, tiene la virtud de ir de menos a más. Tiene un momento horrible mediada la película cuando, en un pequeño hipódromo, corre en unas escenas, con la chica que fue canguro de sus hijas, rodadas en cámara lenta y con una espantosa música. Pero la película va ganando en interés porque refleja bien una pesadilla, una caída a los infiernos en un marco propio del sueño americano, esas viviendas residenciales, bastante confortables, en las afueras de una gran ciudad y todas con una piscina para refrescarse.

Perry fue un director de filmografía muy discreta. A pesar de que está un muy buen actor como Burt Lancaster, los demás actores no dejan ninguna interpretación digna de mención. Así pues, da la impresión que la historia de John Cheever que dio lugar al guion podía haber dado mucho más de sí en su adaptación cinematográfica.  

Desigual pero interesante. 

MÁS RÁPIDO QUE EL VIENTO

  Más rápido que el viento (1958) es un western que tiene muchos puntos atractivos. Dirigido por un competente Robert Parrish, vi que en el...