martes, 22 de julio de 2025

EL HOMBRE QUE SABÍA DEMASIADO

 

Creo que no veía la versión inglesa de El hombre que sabía demasiado (1934) desde un ciclo en TVE, en los años ochenta, en la que dieron todas las películas sonoras que rodó Hitchcock en la década de los 30.

Un matrimonio ingles que está de vacaciones en Suiza ve como su hija es secuestrada al conocer, de manera involuntaria, una información que un espía, asesinado al inicio del filme, tenía en su poder y que puede ser clave para evitar el magnicidio de un importante jefe de gobierno extranjero en una próxima visita a Londres. El matrimonio no cede en dar la información para proteger a su hija, aunque haya presión por parte de la policía y servicios de inteligencia británicos. Tal como luego pasa en la versión americana de 1956, el clímax de la película es que el asesinato se producirá en medio de un concierto en el Royal Albert Hall durante la interpretación de un concierto.

Es una película de corta duración, unos 75 minutos, en las que el maestro inglés empieza a dar una lección de cómo construir el suspense en el cine, suministrando toda la información al espectador para ponerlo en tensión ante el desarrollo de la historia y la angustia de los desventurados padres. La parte rodada en el Royal Albert Hall es magnífica, crea una tensión que culmina con un grito de la protagonista que hace fallar el tiro al asesino, recibiendo el mandatario europeo un daño muy leve. El problema de la escena es que su equivalente de dos décadas más tarde es uno de los momentos más recordados del cine de Hitchcock.

Otro punto fuerte de la película es contar con un villano de la categoría de Peter Lorre, cuyas formas amables respecto al padre que es secuestrado, así como su figura tímida y con poca presencia física, no hacen sino acrecentar su aspecto amenazante. Lorre, que huía del nazismo, hizo esta parada en Inglaterra antes de exiliarse definitivamente en Estados Unidos y, como no hablaba inglés, memorizó fonéticamente sus partes de diálogo.

Por el contrario, no son especialmente memorables las interpretaciones de Leslie Banks y Edna Best como el matrimonio protagonista. Con su poco carisma, suponen un pequeño lastre de la película. Tampoco el guion explota mucho los personajes, por lo que la película no tiene la densidad de sus mejores películas americanas.

Un Hitchcock cogiendo impulso hacia cotas mayores de su filmografía.

  

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