lunes, 28 de julio de 2025

LA QUIMERA DEL ORO

 

La quimera del oro ya es un filme centenario. Producida en 1925, para recuperarse del fracaso comercial de la magnífica Una mujer de París, rodada un año antes; el filme en que Charlot busca oro en la gélida Alaska pertenece a la memoria colectiva del cine con la clásica escena del protagonista, famélico, comiéndose una bota previamente cocinada en una olla.  

No es de las películas de Chaplin en que haya más comicidad. Pero, cuando la hay, son escenas de gran calidad, como la de la cabaña medio suspendida al borde de un precipicio oscilando según se mueven Charlot y su compañero en su interior; un baile en que Charlot se ata involuntariamente a su traje la correa de un perro; o, cuando el hambre, hace que el compañero de Charlot tenga la visión alterada y lo vea como un pavo.

Cuando la comicidad no está presente, lo bueno de la película es que no pierde interés porque la historia está muy bien narrada, transitando desde el cine de aventuras protagonizado por Charlot, otro buscador de oro colega suyo y un villano buscado por las fuerzas del orden; a un melodrama romántico con la historia entre Charlot y una Georgia Hale que empieza burlándose de él, pero acaba enamorada del simpático vagabundo.

Y es que es una película con final feliz. Frente al ambiguo final de Luces de la ciudad y Tiempos Modernos, y el decididamente triste final de El circo, aquí tenemos happy end y nos alegramos mucho de que Charlot sea feliz con Georgia.

100 años no son nada. 

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