Volviendo
de Italia, Jordi me regala Sergio Leone, Il romanzo de una vita, de
Piero Negri Scaglione, una biografía novelada del gran director romano. Esto me
permite conocer algún detalle adicional sobre un momento importante de la
historia del cine.
Sábado,
12 de septiembre de 1964. Se estrena en la sala Supercinema de Florencia, ubicada
en la via dei Cimatori, a pocos metros de la Piazza della Signoria, la película
Por un puñado de dólares. Acude poco público. El domingo, la afluencia
sigue siendo escasa. Pero llegamos al lunes y la sala está llena. Toda esa
semana la sala se llena y la gente hace largas colas en esa estrecha calle,
situada en la zona medieval de la ciudad florentina. Al cabo de una semana, la
película se repone en el Apolo, uno de los mejores cines de Florencia y, en
pocas semanas, recauda ese año en todo el país más dinero que las protagonizadas por
los actores más populares del momento en Italia: Vittorio Gassman (Un italiano en la
Argentina de Dino Risi) y Alberto Sordi (La mia signora, una
película de episodios dirigida por Mauro Bolognini, Tinto Brass y Luigi
Comencini).
Es evidente que la poca gente que vio la película en las primeras sesiones captó algo totalmente novedoso y, por supuesto, les resultó atractivo, recomendándolo a sus familiares y amistades. Algo nuevo aunque, paradójicamente, se trata de un remake de la formidable Yojimbo de Kurosawa. Pero el tratamiento que dio Leone a la historia fue totalmente innovador y a los espectadores les enganchó una imagen de héroe del western como nunca se había visto, hierático y amoral, sin dejar traslucir ninguna emoción, y que ni siquiera al final parece estar pendiente del dinero, sino que abandona el pequeño pueblo de San Miguel, tras haber exterminado a gran parte de este, de la misma manera misteriosa en que llegó. Un héroe que parece necesitar, principalmente, estar en un permanente estado de violencia y que dice, a propósito de la fingida paz entre los Rojo y los Baxter, que a quién le gusta algo que ni siquiera sabe lo qué es.
Rodando la violencia de forma estilizada, con un uso de primeros planos
para acrecentar la tensión y la imprescindible música de Morricone, que compuso
una banda sonora muy distinta a cualquiera que se hubiera hecho hasta entonces,
el impacto que tuvo la película en aquellos pocos espectadores tuvo que ser muy
grande.
Sin
esos pocos espectadores que se volcaron, espontáneamente, en promocionar la
película boca a boca, la historia de Leone, Eastwood y del cine hubiera podido
ser muy diferente.
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