martes, 30 de septiembre de 2025

UNA BATALLA TRAS OTRA

 

Se estrena Una batalla tras otra, de Paul Thomas Anderson y las expectativas son muy altas ante las positivas críticas que veo son casi unánimes. Vista la película, la sensación es más bien de decepción. No se me ha hecho larga, lo cual ya es positivo en una película de unos 160’, pero no le visto mucha sustancia.  

 

La película se basa en una novela de Thomas Pynchon para introducirnos en el mundo de grupos revolucionarios luchando contra fuerzas represoras, supremacistas y racistas del aparato estatal.  La acción del filme se extiende por 16 años y no está claro el exacto momento histórico que cubre, aunque los protagonistas van con iphones. Esos 16 años son los que tiene Willa, hija de dos revolucionarios, Perfidia (Teyana Taylor) y Bob Ferguson (Leonardo Di Caprio), que se separaron tras no poder asumir ella el peso de la maternidad y querer seguir en el mundo de la acción revolucionaria. Previamente, ella había tenido una relación íntima con su perseguidor, Steven Lockjaw (Sean Penn), líder de las fuerzas militares que luchan contra ese grupo revolucionario. Lockjaw tiene la intuición que Willa es su hija y la persigue para cerciorarse y, en caso afirmativo, matarla pues es fruto de una contaminación racial al ser hija de un blanco y una negra. Ferguson, padre en solitario, deberá proteger a su hija junto a antiguos compañeros, entre los que destaca Sensei Sergio (Benicio del Toro), del acoso de este ejército encabezado por Lockjaw y que parece salido de una pesadilla en la que fuera Trump quien moviera los hilos. 

 

Como thriller, me ha parecido muy conseguido en el sentido que pone a menudo en tensión al espectador.  Pero, como película que pretenda explicar algo interesante, es decepcionante. Parece que quiera tocar muchas teclas: el racismo, los grupos extremistas de ultraderecha, la persecución de los inmigrantes, ... pero todo queda deslavazado y tratado de forma superficial.  

 

Desde luego, el actor con un papel con más números para lucirse es Sean Penn y lo hace muy bien en su papel de blanco supremacista, pero que se siente atraído sexualmente por una revolucionaria negra. Lo que pasa es que el tratamiento que le da Anderson conforme va avanzando la película roza lo caricaturesco, haciéndole sobrevivir a un accidente de coche que ha tenido tras ser tiroteado como si fuera Terminator. Entre los demás actores destaca el oficio de Benicio del Toro, capaz de dar entidad a su personaje, lo mismo que hace Taylor al ponerse en la piel de la aguerrida Perfidia. Más convencional, tal vez por culpa de Anderson, resulta la interpretación de Di Caprio, del cual sacó mucho más partido Scorsese en Los asesinos de la luna.  

 

Entretenida, pero le falta profundidad dramática a la trama y Anderson no acierta del todo, e incluso malogra, las prestaciones de algunos de sus actores.  

 

lunes, 29 de septiembre de 2025

UN DOMINGO EN EL CAMPO

 

Un domingo en el campo (1984) es una película de Bertrand Tavernier absolutamente sencilla en su trama. En la Francia de principios del siglo XX, un pintor francés viudo y de edad avanzada, que vive en la campiña, recibe algunos domingos la visita de sus hijos y nietos.  La película muestra cómo amanece el día para el protagonista, recibe la visita de su hijo, nuera y nietos; luego se añade su hija soltera y, más tarde, primero esta última y luego el resto de la familia vuelven a París, quedándose él solo. 

 

Es decir, no pasa nada, prácticamente no hay acción. Pero pasa mucho si nos tomamos la película como lo que es, una reflexión sobre el inexorable paso del tiempo, las relaciones familiares con todo lo que tienen de agridulce y la interacción entre la vida y el artista, en este caso un pintor que se da a entender ha logrado una notabilidad en su faceta artística.  

 

Como pasa con Ozu, Tavernier pretende llegar a la trascendencia desde la sencillez. Lo hace con un estilo diferente al del realizador nipón, por ejemplo, describiendo la casa del protagonista al inicio con un largo y complejo travelling que sería impensable en Ozu; o con el uso de la fotografía buscando aproximarse al de los grandes referentes del impresionismo para ponerlo en relación con la actividad del protagonista.  Sin conseguir un resultado excelso como el director nipón, Tavernier logra trasmitir emoción en el retrato de este viejo pintor invadido por la melancolía.  

 

Una película para ver cuándo se ha alcanzado una determinada edad.  

  

viernes, 26 de septiembre de 2025

TIREZ SUR LE PIANISTE

 

Tirez sur le pianiste (1960) es la segunda película de Truffaut y supongo que, en su momento, se debió ver, junto a otras películas de la Nouvelle Vague, como algo fresco, rupturista y diferente. La verdad es que el paso del tiempo no ha perjudicado esta película protagonizada por Charles Aznavour que me ha hecho pasar un buen rato tras haber transcurrido muchos años desde la última vez que la vi.  

Hay una mezcla de géneros en esta película por la que se transitan la comedia, el cine negro y el melodrama romántico.  Aznavour es Charlie, un pianista que fue un gran concertista antes de conocer que su carrera prosperó gracias a que su pareja se fue a la cama con un productor, suicidándose tras la confesión. Desde entonces trabaja en un local de mala muerte, tiene como amante a una prostituta y también establece una relación con Lena, una de sus compañeras de trabajo.  Su tranquilidad se verá rota cuando se presente su hermano, un delincuente que es perseguido por antiguos compañeros de un atraco ya que no se repartieron el botín.  Siguiendo una trama de cine negro, pasan muchas cosas hasta que, finalmente, los malos secuestran al hermano de Charlie, menor de edad, y hay un enfrentamiento en una cabaña en medio de las montañas nevadas en la que la familia de Charlie tiene su refugio. 

Hay un homenaje al cine negro americano y una estructura de flashbacks que se dio en muchas películas del género, como Retorno al pasado o ForajidosCharlie tiene un pasado que le tortura, ese suicidio por amor de su expareja que luego emerge en la trama de una película de serie noir por causa de sus hermanos hampones. Y luego está la naturalidad y libertad con la que rueda en Truffaut, utilizando muchos exteriores y creando una tensa atmosfera, un blanco y negro espeso, con un tono muy oscuro en la primera parte del filme y luego girando al blanco del paisaje nevado en que tiene lugar la última parte. 

La impasibilidad de Aznavour, que me ha recordado a Jean Pierre Leaud en Contraté un asesino a sueldo, le sienta bien a la película construyendo un personaje maltratado por el destino, para el que no hay una segunda oportunidad. 

miércoles, 24 de septiembre de 2025

EL MUNDO DESPUÉS DE GAZA

 

Leo El mundo después de Gaza, del escritor hindú Pankaj Mishra, que ahonda en la historia del conflicto en la franja de Gaza, explicando el contexto histórico y conectándolo con la Shoah y otros genocidios, derivando gran parte del problema al supremacismo blanco y al racismo que, a menudo teñido de imposiciones violentas, salpicó todos los continentes hasta el proceso de descolonización tras la II Guerra Mundial. En realidad, no es que haya cesado ese supremacismo y ahora mismo vuelve a exacerbarse en sociedades cada vez más polarizadas, desiguales y con el reto de asimilar importantes contingentes de población inmigrante. 

El horror que vivimos ahora, si buscamos un antecedente legitimador en la Shoah, se incuba en el mismo momento en que los campos de exterminio son liberados.  Así lo explica Primo Levi, en su accidentada y complicada vuelta a Italia desde Auschwitz, según transcribe MIshra: 

Ya en su largo viaje de regreso a Italia, durante el que coincidió con jóvenes sionistas que se dirigían a Palestina, Levi podía sentir “la naturaleza incurable de la ofensa, que se extiende como una infección”.  Acabó considerando la Shoah “una fuente inagotable de horrores” que “se perpetúa en los supervivientes en forma de odio, y brota de un millar de maneras contra la voluntad misma de todos, como si fuera sed de venganza, o de derrota moral, negación, agotamiento o resignación”. 

Curiosamente, la Shoah no fue algo de lo que los aliados hablarán mucho al finalizar la II Guerra Mundial. Muchos judíos se hubieran salvado si británicos y norteamericanos hubieran permitido ser más flexibles en las políticas de inmigración. Pero, posteriormente, ha sido uno de los motivos legitimadores invocados por el Estado de Israel, no solo para defender su existencia, sino para emprender esta política de salvaje sometimiento del pueblo palestino que empieza a finales de los años 40, aunque ahora estamos en un momento que podría ser irreversible.  

Mishra dedica especial atención en dos capítulos a los dos estados que más han hecho por sacralizar la shoah como fuente legitimadora de Israel. Uno de los países es Alemania, que parece intentar expiar su mala conciencia con un entusiasta apoyo desde hace décadas al estado israelí. El otro es Estados Unidos, cuya asimilación de la Shoah y la legitimidad de la existencia del estado israelí pasa por el rodaje de series como Holocausto o películas como La lista de Schindler, así como delirantes interpretaciones bíblicas llevadas a cabo por iglesias milenaristas, que son uno de los apoyos ultraconservadores de Trump. Todo este coctel, más la presencia de lobbies judíos, redunda en un inquebrantable apoyo al estado hebreo por parte de Estados Unidos, ya antes de la era Trump y, de hecho, Joe Biden fue el senador que más dinero recibió para sus campañas de fuentes judías. Tras el reconocimiento de Palestina por parte de Reino Unido y Francia este último fin de semana, tan solo quedan como grandes potencias que no reconocen a Palestina los Estados Unidos y Alemania. En cualquier caso, veremos el alcance que tiene, a efectos prácticos, el reconocimiento de unas potencias europeas que parece cada vez pintan menos en un orden internacional en el que mandan Trump, Putin, Xi Jinping y, a veces, países como Turquía, Brasil o India pueden ser más influyentes que los europeos.  Tal vez, si las cosas no cambian, este reconocimiento de importantes países europeos no sea más que otro signo de su decadencia y progresiva irrelevancia. 

Mishra no es demasiado optimista. Si se consuma el genocidio en Gaza, seguirá esa fuente inagotable de horror sacudiendo la conciencia ética y política en este siglo XXI que se presenta muy sombrío.  Y así lo veían, según refiere Mishra, intelectuales judíos como Hannah Arendt o Jean Améry, que rechazaron la idea sionista de agrupar a todos los judíos en un Estado. Se dieron cuenta que la creación de ese Estado derivaría en políticas racistas y opresoras para los no judíos.  

No obstante, hay un aspecto en el que MIshra se equivoca. Leo hoy una entrevista con él y alaba la postura de Pedro Sánchez respecto a Palestina y su actividad en los últimos 10 o 15 días, diciendo que no es un político oportunista.  Sánchez ha abrazado una causa noble, la de condenar la barbarie desatada por Netanyahu y lo ha hecho con más firmeza que hasta ahora otros líderes, pero eso no empaña que sea un tipo rastrero y sin escrúpulos que, agobiado por los procesamientos de su familia, Fiscal General y, pronto, antiguos hombres de confianza; ha visto aquí una oportunidad de dar signos de vida política mientras su Gobierno se hunde.  

LA ESPERANZA DE SUDAN ES COLAU

  Leo con horror que la guerra más violenta del mundo se está dando ahora mismo en Sudán, una guerra civ il que viene de hace unos años, cal...