miércoles, 24 de septiembre de 2025

EL MUNDO DESPUÉS DE GAZA

 

Leo El mundo después de Gaza, del escritor hindú Pankaj Mishra, que ahonda en la historia del conflicto en la franja de Gaza, explicando el contexto histórico y conectándolo con la Shoah y otros genocidios, derivando gran parte del problema al supremacismo blanco y al racismo que, a menudo teñido de imposiciones violentas, salpicó todos los continentes hasta el proceso de descolonización tras la II Guerra Mundial. En realidad, no es que haya cesado ese supremacismo y ahora mismo vuelve a exacerbarse en sociedades cada vez más polarizadas, desiguales y con el reto de asimilar importantes contingentes de población inmigrante. 

El horror que vivimos ahora, si buscamos un antecedente legitimador en la Shoah, se incuba en el mismo momento en que los campos de exterminio son liberados.  Así lo explica Primo Levi, en su accidentada y complicada vuelta a Italia desde Auschwitz, según transcribe MIshra: 

Ya en su largo viaje de regreso a Italia, durante el que coincidió con jóvenes sionistas que se dirigían a Palestina, Levi podía sentir “la naturaleza incurable de la ofensa, que se extiende como una infección”.  Acabó considerando la Shoah “una fuente inagotable de horrores” que “se perpetúa en los supervivientes en forma de odio, y brota de un millar de maneras contra la voluntad misma de todos, como si fuera sed de venganza, o de derrota moral, negación, agotamiento o resignación”. 

Curiosamente, la Shoah no fue algo de lo que los aliados hablarán mucho al finalizar la II Guerra Mundial. Muchos judíos se hubieran salvado si británicos y norteamericanos hubieran permitido ser más flexibles en las políticas de inmigración. Pero, posteriormente, ha sido uno de los motivos legitimadores invocados por el Estado de Israel, no solo para defender su existencia, sino para emprender esta política de salvaje sometimiento del pueblo palestino que empieza a finales de los años 40, aunque ahora estamos en un momento que podría ser irreversible.  

Mishra dedica especial atención en dos capítulos a los dos estados que más han hecho por sacralizar la shoah como fuente legitimadora de Israel. Uno de los países es Alemania, que parece intentar expiar su mala conciencia con un entusiasta apoyo desde hace décadas al estado israelí. El otro es Estados Unidos, cuya asimilación de la Shoah y la legitimidad de la existencia del estado israelí pasa por el rodaje de series como Holocausto o películas como La lista de Schindler, así como delirantes interpretaciones bíblicas llevadas a cabo por iglesias milenaristas, que son uno de los apoyos ultraconservadores de Trump. Todo este coctel, más la presencia de lobbies judíos, redunda en un inquebrantable apoyo al estado hebreo por parte de Estados Unidos, ya antes de la era Trump y, de hecho, Joe Biden fue el senador que más dinero recibió para sus campañas de fuentes judías. Tras el reconocimiento de Palestina por parte de Reino Unido y Francia este último fin de semana, tan solo quedan como grandes potencias que no reconocen a Palestina los Estados Unidos y Alemania. En cualquier caso, veremos el alcance que tiene, a efectos prácticos, el reconocimiento de unas potencias europeas que parece cada vez pintan menos en un orden internacional en el que mandan Trump, Putin, Xi Jinping y, a veces, países como Turquía, Brasil o India pueden ser más influyentes que los europeos.  Tal vez, si las cosas no cambian, este reconocimiento de importantes países europeos no sea más que otro signo de su decadencia y progresiva irrelevancia. 

Mishra no es demasiado optimista. Si se consuma el genocidio en Gaza, seguirá esa fuente inagotable de horror sacudiendo la conciencia ética y política en este siglo XXI que se presenta muy sombrío.  Y así lo veían, según refiere Mishra, intelectuales judíos como Hannah Arendt o Jean Améry, que rechazaron la idea sionista de agrupar a todos los judíos en un Estado. Se dieron cuenta que la creación de ese Estado derivaría en políticas racistas y opresoras para los no judíos.  

No obstante, hay un aspecto en el que MIshra se equivoca. Leo hoy una entrevista con él y alaba la postura de Pedro Sánchez respecto a Palestina y su actividad en los últimos 10 o 15 días, diciendo que no es un político oportunista.  Sánchez ha abrazado una causa noble, la de condenar la barbarie desatada por Netanyahu y lo ha hecho con más firmeza que hasta ahora otros líderes, pero eso no empaña que sea un tipo rastrero y sin escrúpulos que, agobiado por los procesamientos de su familia, Fiscal General y, pronto, antiguos hombres de confianza; ha visto aquí una oportunidad de dar signos de vida política mientras su Gobierno se hunde.  

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