Después de cuarenta años o más, veo Sueños de un seductor, cosa que me sirve para hacer un homenaje a la recientemente desaparecida Diane Keaton. Dirigida en 1972 por Herbert Ross, adaptando la obra de Woody Allen, es una película en la que la Keaton, a pesar de tener un papel protagonista, luce mucho menos que en Annie Hall.
La película es muy divertida y anticipa algunos temas que aparecerán más tarde en Annie Hall, como las relaciones de pareja, siendo mejor escrutadas en la oscarizada película que sí dirigió Allen. Pero mientras en aquella película había un mayor equilibrio entre los protagonistas, siendo la actuación de Keaton maravillosa e insuperable; aquí es el neurótico Allen quien lleva el peso de la película, con sus intentos de establecer relaciones con mujeres una vez ha sido abandonado por su esposa, para acabar enamorándose de Keaton, que es la mujer de su mejor amigo.
Obsesivo crítico de cine, Allen tiene las paredes de su casa empapeladas con fotos y carteles de películas de Humphrey Bogart, teniendo la película Casablanca la función de empezar y acabar Sueños de un seductor, al principio con Allen en un cine viendo el final de la mítica película de Michael Curtiz y, para terminar, con la parodia que efectúan los protagonistas imitándola.
Se nota que no es una película 100% Allen, se echa a faltar su Nueva York que aquí es cambiada por la californiana San Francisco. Pero es una de las películas en las que el neoyorquino explota más su vis cómica y tienen mucha gracia sus diálogos con Bogart, que intenta instruirle en las mejores formas de conquistar a una mujer. La verdad es que la voz que pone el actor Jerry Lacy al hacer de Bogart está muy conseguida.
Sin ser de las mejores películas de Allen, que de hecho no está acreditado como director, resulta una comedia divertida y entretenida.
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