Veo la recientemente ganadora de la Palma de Oro en Cannes, la película franco-luxemburgo-iraní Un simple accidente, de Jafar Panahl. Un accidente de coche al atropellar a un perro hace que Eghbal, que viaja con su familia, vaya a parar a un pequeño taller en el que trabaja Vahid. Gracias a que Eghbal va con una pierna ortopédica y al arrastrarla hace un chasquido que le resulta familiar, Vahid lo reconoce como la persona del régimen que le torturó años atrás. Por ello, lo persigue, lo secuestra y, cuando está a punto de matarlo y ante las súplicas de Eghbal negando su identidad, duda de que sea realmente quien le torturó. Por ello, a través de algún antiguo compañero, se pone en contacto con otras víctimas que puedan garantizar la identidad de Eghbel para ejecutarlo.
La película juega con inteligencia la carta de ofrecer un relato próximo a la comedia negra cuando, tras esa ejecución no realizada a la espera de una correcta identificación, Vahid reúne a una fotógrafa, una pareja que se va a casar y otro hombre que es el más belicoso del grupo, todas víctimas de Eghbel, que discuten como afrontar la situación sin tener del todo clara la identidad del hombre que tienen secuestrado. Aparte de críticas al régimen iraní, hay una parte un poco absurda, pero dicho en sentido positivo, consistente en la ayuda que Vahid ofrece a la mujer de Eghbel que está a punto de dar a luz y de la que tiene noticia porque está en el taller mientras que él ha secuestrado a su marido. La historia se relaja y se humaniza con esa actitud de Vahid y, más tarde, en la última parte del filme, sube la intensidad dramática con un largo plano fijo de Eghbal que dura varios minutos, planteándose los personajes que siguen junto al secuestrado, la fotógrafa y Vahid, los límites y la utilidad de la venganza. Para acabar, hace un nuevo uso inteligente del efecto sonoro del chasquido para llegar a la resolución del filme, en un final en que la intriga se mantiene hasta el final de manera creo que acertada.
Cabe suponer que los motivos políticos han influido en que la película fuera galardonada en Cannes pero, al margen de ello, es una película interesante, para conocer la realidad iraní, así como reflexionar sobre la venganza y el perdón en sociedades que han sufrido la violencia política, como pudo pasar aquí en España hace 50 años e incluso menos con el tema de ETA, todavía espinoso en muchos pueblos de Euskadi
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