Sueños de juventud (1935), dirigida por George Stevens, es una película extraña, a veces parece una comedia sin que sea divertida y, en otras, tiene aspectos melodramáticos sin que lleguen a constituirse en algo interesante.
La protagonista es Katherine Hepburn, una chica perteneciente a una familia humilde que aspira a codearse con personas de clase social más elevada, recurriendo a engaños y actitudes tan cutres como cortar flores de un espacio verde, donde está expresamente prohibido, para obtener un ramo y no pagar en una floristería. En una fiesta, conoce y se enamora de un joven atractivo y de clase social alta interpretado por Fred MacMurray. Para demostrar que son de una clase social más elevada, el personaje de Hepburn y su madre arrastrarán al padre a montar una empresa para fabricar una cola en cuya fórmula participó el padre, pero también un antiguo jefe suyo por lo que no está claro que pueda llevar a cabo el negocio. La familia invita a cenar al personaje de MacMurray, sirviendo los platos la oscarizada Hattie MacDaniel de Lo que el viento se llevó haciendo aquí también de criada, pero la cosa va mal y él se va. Entre tanto llega el antiguo jefe del padre, hay una tensión que luego se aplaca y MacMurray que, en realidad no se había ido, ha visto la situación real de la familia, cosa que no le importa en absoluto para que haya un happy end.
Hepburn está espléndida, pero es prácticamente lo único salvable de la película. El papel de MacMurray es muy soso y ningún actor hubiera podido imprimir carácter a un personaje así. No queda claro si en la película se está criticando al personaje de Hepburn, una torpe arribista que resulta bastante antipática y, en cualquier caso, la trama no tiene mucho interés. Tras un buen inicio, a los veinte minutos la película va perdiendo fuelle y se desdibuja.
Prescindible.
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