La
adscripción al falangismo del director José Antonio Nieves Conde propició que,
de manera sorprendente, se hicieran películas de calidad abordando cuestiones
sociales que eran como patatas calientes, difíciles de resolver para el régimen
franquista. Si el éxodo de la población rural a las grandes urbes era objeto de
una visión descarnada en la magnífica Surcos, aquí tenemos El
inquilino, que aborda la problemática del acceso a la vivienda.
Rodada
en 1958, el protagonista es Evaristo (Fernando Fernán Gómez). un ATS, casado y
con cuatro criaturas al que le llega una orden de desahucio y se le ordena que abandone
la vivienda en la que malvive ya que el edificio ha de ser demolido. No tienen
otro sitio donde ir a vivir, sus posibilidades económicas son modestas con el
empleo de practicante de Evaristo, por lo que emprenden una carrera
contrarreloj para no verse en la calle.
La
película, aun explicando un drama, con también escenas de tensión entre el
matrimonio en momentos en que se culpan de las desgracias que les pasan, se
muestra como una comedia, muy amarga eso sí, con tintes negros.
Así
pues, tenemos escenas muy divertidas. En la única escena en la que sale, José
Luis López Vázquez interpreta a un vendedor de pisos que, además de intentar
vender con una hipoteca a 30 años fuera de las posibilidades de Evaristo,
enseña un piso tan mal fabricado que las puertas y tabiques se vienen abajo al
menor golpe.
Otra
escena muestra la burocracia del régimen cuando la pareja protagonista acude a
una oficina ministerial pensando que les darán un piso. Después de darles como
25 formularios, les dicen que todo eso es para abrir ficha, y les enseñan unos
ficheros mastodónticos donde se ponen las fichas para iniciar un largo
recorrido burocrático, ante lo que Evaristo y su mujer desisten.
Viendo
un reducido cortejo fúnebre, en otra escena la pareja se interesa por donde
vivía el difunto para ver si pueden hacerse con el piso en que vivía. Pero esa
misma idea la ha tenido más gente, gestándose una surrealista subasta entre
varias personas que quieren acceder a una vivienda.
Tan
desesperado está Evaristo que, alentado por una gente del bar de la calle entre
los que están un limpiabotas y torero interpretado por el imprescindible Manuel
Alexandre, se muestra dispuesto a hacer de Don Tancredo en un festejo taurino,
con el consiguiente fracaso.
A
partir de aquí, en la copia accesible desde Youtube, se puede ver tanto el
final original censurado de la película en el que la familia acaba montando su
casa con los muebles en medio de un solar, con un punto por tanto trágico; o el
final que se admitió en 1958 en el cual, de manera inexplicable e inverosímil,
la mujer de Evaristo ha encontrado un piso cuando este vuelve de hacer de Don
Tancredo.
La
cuestión es que, después de casi setenta años y a pesar del cambio de régimen,
el acceso a la vivienda sigue siendo un quebradero de cabeza para la mayoría de
la población y una barrera casi infranqueable si no se cuenta con la
posibilidad de una herencia o ayuda familiar. Como pasa ahora, Evaristo tiene
un empleo, se desplaza de domicilio a domicilio particular para poner
inyecciones, pero estar empleado no significa tener acceso a una vivienda.
La
película está muy buen rodada, el oficio de Nieves Conde es incuestionable.
F.F. Gómez constituye una garantía, un grandísimo actor en un momento dulce, ya
que por aquella época rueda también La vida por delante o El malvado
Carabel. Él solo lleva la historia con total dominio, siendo más flojo el
papel de su mujer interpretado por María Rosa Salgado. Y la escena con López
Vázquez es muy buena, con este último tuteando a F.F. Gómez como grandes
actores que eran los dos, consiguiendo una escena muy divertida.
Un
título muy interesante del cine español.
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