jueves, 14 de agosto de 2025

EL INQUILINO

 

La adscripción al falangismo del director José Antonio Nieves Conde propició que, de manera sorprendente, se hicieran películas de calidad abordando cuestiones sociales que eran como patatas calientes, difíciles de resolver para el régimen franquista. Si el éxodo de la población rural a las grandes urbes era objeto de una visión descarnada en la magnífica Surcos, aquí tenemos El inquilino, que aborda la problemática del acceso a la vivienda.

Rodada en 1958, el protagonista es Evaristo (Fernando Fernán Gómez). un ATS, casado y con cuatro criaturas al que le llega una orden de desahucio y se le ordena que abandone la vivienda en la que malvive ya que el edificio ha de ser demolido. No tienen otro sitio donde ir a vivir, sus posibilidades económicas son modestas con el empleo de practicante de Evaristo, por lo que emprenden una carrera contrarreloj para no verse en la calle.

La película, aun explicando un drama, con también escenas de tensión entre el matrimonio en momentos en que se culpan de las desgracias que les pasan, se muestra como una comedia, muy amarga eso sí, con tintes negros.

Así pues, tenemos escenas muy divertidas. En la única escena en la que sale, José Luis López Vázquez interpreta a un vendedor de pisos que, además de intentar vender con una hipoteca a 30 años fuera de las posibilidades de Evaristo, enseña un piso tan mal fabricado que las puertas y tabiques se vienen abajo al menor golpe.

Otra escena muestra la burocracia del régimen cuando la pareja protagonista acude a una oficina ministerial pensando que les darán un piso. Después de darles como 25 formularios, les dicen que todo eso es para abrir ficha, y les enseñan unos ficheros mastodónticos donde se ponen las fichas para iniciar un largo recorrido burocrático, ante lo que Evaristo y su mujer desisten.

Viendo un reducido cortejo fúnebre, en otra escena la pareja se interesa por donde vivía el difunto para ver si pueden hacerse con el piso en que vivía. Pero esa misma idea la ha tenido más gente, gestándose una surrealista subasta entre varias personas que quieren acceder a una vivienda.

Tan desesperado está Evaristo que, alentado por una gente del bar de la calle entre los que están un limpiabotas y torero interpretado por el imprescindible Manuel Alexandre, se muestra dispuesto a hacer de Don Tancredo en un festejo taurino, con el consiguiente fracaso.

A partir de aquí, en la copia accesible desde Youtube, se puede ver tanto el final original censurado de la película en el que la familia acaba montando su casa con los muebles en medio de un solar, con un punto por tanto trágico; o el final que se admitió en 1958 en el cual, de manera inexplicable e inverosímil, la mujer de Evaristo ha encontrado un piso cuando este vuelve de hacer de Don Tancredo.

La cuestión es que, después de casi setenta años y a pesar del cambio de régimen, el acceso a la vivienda sigue siendo un quebradero de cabeza para la mayoría de la población y una barrera casi infranqueable si no se cuenta con la posibilidad de una herencia o ayuda familiar. Como pasa ahora, Evaristo tiene un empleo, se desplaza de domicilio a domicilio particular para poner inyecciones, pero estar empleado no significa tener acceso a una vivienda.

La película está muy buen rodada, el oficio de Nieves Conde es incuestionable. F.F. Gómez constituye una garantía, un grandísimo actor en un momento dulce, ya que por aquella época rueda también La vida por delante o El malvado Carabel. Él solo lleva la historia con total dominio, siendo más flojo el papel de su mujer interpretado por María Rosa Salgado. Y la escena con López Vázquez es muy buena, con este último tuteando a F.F. Gómez como grandes actores que eran los dos, consiguiendo una escena muy divertida.

Un título muy interesante del cine español.

 

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