lunes, 26 de mayo de 2025

LOS DIENTES DEL DIABLO

 

Veo una copia de Los dientes del diablo (1960) en la Filmoteca en un estado no muy bueno, aunque compensa ver en pantalla grande una película rodada en Technirama.

Dirigida por Nicholas Ray, cuenta la historia de Inuk, un inuit que trata de adaptarse a las duras condiciones climáticas de la zona y a las sociales, en un mundo en el que escasean las mujeres, sacrificadas las recién nacidas por las parejas si antes no han tenido un varón como descendencia. A pesar de que el primer amigo que le acoge en su iglú le ofrece tener trato carnal con su mujer como muestra de hospitalidad, Inuk quiere una mujer propia y formar una familia. En la primera parte de la película, se explica como Inuk pasa a tener esa familia, en un tono prácticamente de comedia. Luego viene el choque de civilizaciones cuando, a través de otro inuit, conoce el poder de las armas de fuego en un momento de inflexión de la película, con la violenta sacudida del disparo que da muerte a un oso polar. Ansioso por tener un arma de fuego, cazará pieles de zorro para desplazarse a una pequeña población donde ha llegado el hombre blanco y cambiarlas por un rifle. Estando en contacto con el hombre blanco, matará accidentalmente a un misionero al entender que rechaza su hospitalidad cuando le ofrece a su mujer. Ese suceso abrirá la última parte del filme en el que dos hombres se adentran en el territorio de los inuit para prenderlo y llevarlo ante la justicia. Pero uno de ellos morirá en medio de una tormenta y salvará la vida al otro que, finalmente, renunciará a su propósito de entregar a Inuk a la justicia.

Fue una coproducción italo-franco-británica, rodada en los estudios Pinewood y con una segunda unidad que se desplazó al Canadá. La película tiene un tono semidocumental en muchos momentos, destacando la filmación en parajes naturales con la fauna característica de esas zonas: focas, osos polares y zorros árticos. 

Protagonizada por Anthony Quinn, hace una buena interpretación metiéndose en la piel del inuit Inuk, un hombre que tiene la inocencia del buen salvaje y que descubre la civilización, un lugar turbio que no entiende, con comerciantes de pocos escrúpulos y dados a beber alcohol en grandes cantidades. Dos años antes de Lawrence de Arabia, Peter O’Toole (que renegó de su participación al haber sido doblado) interpreta a uno de los dos hombres que quieren llevar ante la justicia a Inuk y es, precisamente, el que queda vivo, es salvado por Inuk y convive un corto tiempo con su mujer e hijo. La película está muy bien y, al aparecer O’Toole, sube de intensidad para llegar a un gran, y pesimista, final. Son civilizaciones que no pueden convivir en paz, los hombres blancos no son capaces de entender el modo de vida de los inuit, por motivos tanto morales y espirituales (el misionero que muere accidentalmente es un tonto) como por querer explotar la naturaleza con avidez. Tampoco Inuk entiende a los hombres blancos y O’Toole fingirá rechazar la hospitalidad de Inuk, para provocar su marcha y él volverá al pueblo diciendo que tanto Inuk como su compañero han perecido. El plano sonriente de O'Toole viendo marchar a Inuk y su familia es feliz y, a la vez, amargo, el buen salvaje vuelve a su hábitat a vivir en paz con su familia, pero si se quedara con O’Toole sería condenado por asesinato, aunque se trató de un accidente. No cabe el respeto y la tolerancia en el mundo del que procede O’Toole.

Ray tenía en alta estima esta película, rodada con mucha más libertad que aquella de la que gozaba en Hollywood. Como curiosidad de esa libertad, la compañera de Inuk muestra los pechos y eso era impensable en una producción de Hollywood de 1960. Asfixiado por los estudios de Hollywood, y luego por Samuel Bronston en España, Ray consiguió aquí estar cómodo para filmar un clásico sobre el diálogo entre civilizaciones o, mejor dicho, sobre la imposibilidad de establecer ese diálogo.

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