martes, 20 de mayo de 2025

BOOGIE NIGHTS

 

Dirigida en 1997 por Paul Thomas Anderson, Boogie nights es una película vistosa, muy entretenida, que cuenta el ascenso y caída de un joven llamado Eddie Adams (Mark Wahlberg)  en el mundo de la industria del cine porno. La acción se inicia en el valle de San Fernando durante el año 1977 y se alarga hasta mediados de los ochenta más o menos, en el momento en que ese tipo de industria pierde pujanza al generalizarse el uso del video doméstico. Junto a Adams, el otro protagonista es el director Jack Horner (Burt Reynolds), un hombre simpático, con pretensiones artísticas dentro del ramo de la industria en la que se encuentra, aunque también tenga un lado irascible y que vive con Amber Waves (Julianne More) novia y actriz en sus películas.  

A través de música setentera, vestuario también de la época y largos planos secuencia en los que se muestran las fiestas que da Horner en su espaciosa casa, vemos como un Adams prácticamente adolescente es captado, gracias a sus atributos físicos, para la industria del cine porno, en la que se llega a hacer muy popular con un nombre artístico (Dirk Digger) para luego pelearse con su mentor y caer en la miseria, llegar a prostituirse y reconciliarse con Horner. Hay una parte festiva de ese mundo en esos encuentros con mucha música, alcohol y sexo pero, más tarde, un par de escenas muy violentas dan un tono más tenebroso al filme. Una es la escena de cuando Adams llega a hacer de chapero y es apaleado por unos desaprensivos especialistas en hacer caer en la trampa a jóvenes que se dedican a esos menesteres, mientras la otra es la enfurecida reacción de Horner respecto a un sujeto al que habían invitado a filmar para que tuviera sexo con una actriz dentro de una limusina. Y es que la segunda parte de la película, que incluye el suicidio de un personaje secundario víctima de la presión en que vive, junto a estas escenas violentas y una regresión de la industria el porno, resulta más sombría que la primera parte con el esplendor de las fiestas. Dentro de la lógica de un filme sobre auge y caída, el final es un poco tibio, poco clarificador del punto en que se encuentran los personajes.

La realización de Anderson es muy buena y se nota que es un director con mucho talento. El problema que tiene la película es el limitado interés de lo que cuenta y que, pese a que el envoltorio que prepara Anderson es muy llamativo y estimulante, los personajes carecen de una dimensión lo bastante interesante para pensar que estemos ante una gran película. 

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