Sigue siendo la hora del soci.
El problema es que no hay una mayoría de la masa social blaugrana que censure
la forma de actuar de Laporta. En algunas encuestas hechas en programas de
radio y televisión, hay más de un 70% de personas que aplauden su reacción de
ayer en Arabia. Aunque tengan un valor relativo por su falta de rigor al
elaborarlas y que no todos los participantes sean socios, un porcentaje así nos
permite ver que no hay un clamor, que debería ser unánime, contra su persona.
Laporta ha logrado convertir
una negligencia, en su gestión de ajustar la masa salarial del Barça a las
exigencias de la Liga, en un problema mayúsculo para el futbol español. Ahora
mismo, una medida cautelar permite jugar a Olmo y Víctor para no vulnerar su
derecho al trabajo, no perjudicar a su club ni a la Selección Española. No se
ha analizado el fondo del asunto y puede que no haya resolución hasta dentro de
tres meses. Y, si analizado el fondo, resulta que tenían razón un juzgado
mercantil, uno de primera instancia de la jurisdicción civil, la Liga y la FEF,
¿no sufrirán un perjuicio los clubes que reciban goles de Olmo y Victor durante
este período? Laporta ha conseguido contaminar con su chapucera gestión la
marcha, que ya iba sobrada de otros escándalos, del futbol español.
Su reacción con cortes de
manga, insultos a miembros de las federaciones territoriales, además de
puñetazos y patadas contra el mobiliario del palco, ha sido convenientemente
blanqueada por los medios que siguen al Barça en Catalunya. De las butifarras, se
ha dicho que Laporta es así, como justificando que un carácter volcánico exima
de mantener las formas y demostrar buena educación, pero cuando se representa
un club de la importancia del Barça se ha de mantener un decoro y velar por la
buena reputación de la institución. Respecto a los insultos, puñetazos y
patadas, hoy he visto en La Portería que, como no hay imágenes, lo
ponían en cuarentena y no lo valoraban. La información sobre los excesos de
Laporta en el palco viene de la SER, el medio muy bien informado que anticipó
la decisión del CSD de conceder la cautelar y demostró saber más del asunto que
la ministra de Deportes, dejada claramente en evidencia al negar que habría una
resolución rápida y afirmar que se daría traslado del recurso a la Liga y FEF,
cosa que no sucedió. Por tanto, yo daría también crédito a las informaciones,
que vienen también de otros medios, respecto a la actitud de Laporta en el
palco y su comportamiento es un argumento más, el enésimo, para pedir su
dimisión. Pero la prensa catalana critica a Laporta, en el mejor de los casos,
con el freno de mano puesto y, muchas veces, lo justifica por su carácter
pasional e intempestivo.
Favorecido descaradamente por
una decisión política, Laporta hubiera podido adoptar un perfil bajo pero su
reacción chulesca y prepotente ahonda el descrédito en que está sumida la
institución. La decisión del CSD genera una desigualdad porque Laporta fichó a
jugadores en agosto cuando el margen salarial no le daba para hacerlo. Los ha
podido inscribir por la lesión de Chistiansen hasta el 31 de diciembre y,
ahora, por voluntad de un cargo político que solo ha oído a una de las partes.
Este trato de favor nos deja sin argumentos para contrarrestar cuando otros
sean los que lo reciban. Si, históricamente, el Real Madrid ha sido ayudado por
el poder político y parte de su grandeza se debe a esos favores, no quiero que,
como barcelonista, se me diga que mi club también juega con las cartas
marcadas.
Salvado por el poder político,
unos lo atribuyen a presiones de Junts a Pedro Sánchez, otros a la mano de Florentino
… ¿y por qué no a las dos cosas? Ha habido presiones sobre el presidente desde
el mundo independentista y Florentino se ha inhibido, pudiendo hacer algo ha
hecho de Don Tancredo, beneficiando a un Laporta con el que le une una
complicidad desde que tenía fichado a Beckam en 2003 y dejó que Laporta
especulara con el fichaje como parte de su programa electoral.
Era difícil empeorar a Bartomeu. Laporta lo ha conseguido con un gran margen.
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