sábado, 11 de enero de 2025

EL COWBOY DE MEDIANOCHE

 

Había visto El cowboy de medianoche (1969) hace más de treinta años y recupero la película de John Schlesinger, que dio a conocer a Jon Voight y contó con el ya afianzado Dustin Hoffman, que el año anterior había rodado El graduado.

Voight da vida a Joe Buck, un lavaplatos en un perdido lugar de Texas que se traslada a Nueva York pensando que puede vivir de las mujeres convirtiéndose en gigolo al tener una planta magnífica y vestir al modo del Oeste, con camisas llamativas con flecos tipo Buffalo Bill, pantalones ajustados y botas. Pronto aprenderá que eso no es tan fácil, así como que debe cobrar por anticipado porque una mujer (Silvia Myles) no le paga y luego, en un momento ya de apuro, un joven homosexual tampoco le abona el servicio. Luego conoce a Rizzo, un timador tuberculoso, lisiado y que, aunque al principio le engaña, luego su relación se convierte en una amistad que es el verdadero centro de la película. Ambos malvivirán en un bloque de apartamentos deshabitados ya que están pendientes de derribo hasta que, con el dinero que Buck obtiene tras golpear a un hombre que le había llevado a un hotel, cojan un autobús rumbo a Florida que es el sitio soñado por Rizzo, un hombre encogido por su tos en las nevadas calles de Manhattan.

Es una película cruda, dura, ácida y desesperanzada, que no ha perdido actualidad porque en los espacios urbanos de Estados Unidos, así como de Europa, sigue habiendo un importante número de personas vulnerables y desarraigadas. A pesar del ímpetu y optimismo con el que llega a Nueva York, en poco tiempo Buck pasa a ser un indigente, un sintecho como los que sigue habiendo en las ciudades americanas según hemos podido ver en reportajes sobre la gente adicta al fentanilo. El sueño americano se evapora siendo uno de los dos protagonistas un tipo de aspecto lozano, a priori alguien que no debería acabar malviviendo de ocupa en un espacio de lamentable insalubridad junto a un Rizzo que aparece como un deshecho de la sociedad, tullido y enfermo crónico.

El cowboy de medianoche anticipa lo que en los setenta serán películas más duras sobre la realidad americana, como las que harán Scorsese y Schrader, concluyendo una década, la de los sesenta, en la que Hollywood no había retratado muchos personajes marginales en espacios urbanos degradados. La ciudad de Nueva York aparece amenazante e inhóspita y más lo estaría, en la década siguiente, con Travis y Sport deambulando por sus calles. Al lado de estos personajes de la película de Scorsese, incluso los protagonistas de El cowboy de medianoche parecen blandos. Clasificada X en su momento, el tiempo la ha superado en ese aspecto y podría ser mucho más cruda y explícita, así como explorar una relación más íntima entre los protagonistas.

Famosa por su canción Everrybody’s talking, ganadora en su momento del Óscar a la mejor película, bien interpretada por Voight y Hoffmann, sigue siendo una película apreciable e interesante vista hoy. 

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