En TRECE hacen, como es
habitual en ellos, un homenaje a Clint Eastwood y dan seguidas tres películas
suyas: Por un puñado de dólares, El fuera de la ley y El
sargento de hierro. Veo entera la última de ellas y disfruto con un
Eastwood, si no de los mejores, bastante estimulante.
Es una película, para muchos
seguidores de Eastwood, mítica por las escenas en que instruye a los reclutas sometiéndolos
a una férrea disciplina y usando un lenguaje intimidatorio y procaz. La dureza
del personaje de Eastwood y sus palabras malsonantes han quedado en la memoria
de varias generaciones de espectadores, ya sea que la vieron en cine o por
televisión. El ritmo trepidante de los primeros 60 o 70 minutos, con escenas
tan divertidas protagonizadas por el severo sargento y sus descerebrados
reclutas, hace que mucha gente piense que la película decae cuando la acción se
traslada a la isla de Granada en el momento en que el ejército americano,
desplegado en 1983 para frenar un golpe de estado patrocinado por los cubanos,
la ocupó fácilmente. En realidad, la segunda parte de la película es
consecuencia necesaria de lo que pasa en la primera. Si, en esa primera mitad,
el sargento Highway instruye a sus reclutas para que no le vuelen la cabeza en
un país extranjero por no hablar su mismo idioma, es lógico que se tenga que
desarrollar esa segunda parte en el marco de un conflicto, aunque fuera de baja
intensidad, bélico. Hacía años que no veía la película, pero no se me hizo
pesada esa última parte de la película que también tiene interés aun cuando,
evidentemente, no resulta divertida comparada con la primera en que el sargento
super macho y socarrón se enfrenta a los reclutas y, luego, logra establecer
con ellos una relación de adhesión a su figura y camaradería. No obstante, es
en esa última parte cuando dice la que, tal vez, sea la frase más mítica de la
película a su superior el mayor Powers: “Con el debido respeto señor, se me
están empezando a inflar los cojones”.
Highway es un militar estricto
en la observancia del reglamento militar, incorruptible cuando un oficial
pretende sobornarle en un negocio para traer habanos de Cuba, pero del que
también se adivina un cierto desencanto ante el ejército. Si, en el primer encuentro
con el mayor Powers, le dice que convertirá a los reclutas en “máquinas de
matar”, más tarde dice un desmoralizante y decaído “hurra” tras
hacerles gritar varias veces seguidas “la derrota no forma parte de
nuestro credo”. Highway es crítico con la burocratización del estamento
militar que limita la eficacia de la tropa, pero parece un hombre de difícil
encaje en otro ámbito de la sociedad. Próximo al retiro, intenta retomar la
relación con su exmujer, pero no le es nada fácil y el final resulta un tanto
ambiguo cuando, después de la invasión de Granada, vuelven los soldados y se
les homenajea en un gran recibimiento. Su mujer, interpretada por Marsha Mason,
agita una bandera estadounidense y Highway la ve, yéndose juntos, pero sin ni
siquiera ir cogidos de la mano. Acostumbrado al conflicto fuera del ejército,
la película ya empieza con un juicio contra Highway por haberse meado en un
coche de la policía, parece una persona inadaptable para la vida civil ante su
próxima jubilación.
Otra cosa interesante de la
película es como muestra una masculinidad en Eastwood muy llamativa de puertas
hacia fuera, pero interpretando a un personaje que, en su interior, presenta
vulnerabilidad e inseguridad en el trato con las mujeres, cosa que explica
todos los problemas conyugales que dieron con su divorcio. Prototipo en muchas
de sus películas de hombre duro, fuerte y extremadamente viril, Eastwood ya
había jugado con esa idea de dotar un componente vulnerable a su masculinidad en
un género como el policíaco con En la cuerda floja, un personaje en
contraste con el de la serie Callaghan. Aquí, Highway combina su verborrea
desafiante como cuando le dice al chulesco pretendiente de su exmujer “Lo
mejor será que te pongas ahí y que te dé por culo. Así podrás volver a casa con
una sonrisa en la boca diciendo que te has cepillado a un tío cojonudo” con
otros momentos en los que, a escondidas, lee revistas para aprender sobre los
aspectos emocionales del universo femenino.
Eastwood for ever
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