viernes, 3 de enero de 2025

EL SARGENTO DE HIERRO

 

En TRECE hacen, como es habitual en ellos, un homenaje a Clint Eastwood y dan seguidas tres películas suyas: Por un puñado de dólares, El fuera de la ley y El sargento de hierro. Veo entera la última de ellas y disfruto con un Eastwood, si no de los mejores, bastante estimulante.

Es una película, para muchos seguidores de Eastwood, mítica por las escenas en que instruye a los reclutas sometiéndolos a una férrea disciplina y usando un lenguaje intimidatorio y procaz. La dureza del personaje de Eastwood y sus palabras malsonantes han quedado en la memoria de varias generaciones de espectadores, ya sea que la vieron en cine o por televisión. El ritmo trepidante de los primeros 60 o 70 minutos, con escenas tan divertidas protagonizadas por el severo sargento y sus descerebrados reclutas, hace que mucha gente piense que la película decae cuando la acción se traslada a la isla de Granada en el momento en que el ejército americano, desplegado en 1983 para frenar un golpe de estado patrocinado por los cubanos, la ocupó fácilmente. En realidad, la segunda parte de la película es consecuencia necesaria de lo que pasa en la primera. Si, en esa primera mitad, el sargento Highway instruye a sus reclutas para que no le vuelen la cabeza en un país extranjero por no hablar su mismo idioma, es lógico que se tenga que desarrollar esa segunda parte en el marco de un conflicto, aunque fuera de baja intensidad, bélico. Hacía años que no veía la película, pero no se me hizo pesada esa última parte de la película que también tiene interés aun cuando, evidentemente, no resulta divertida comparada con la primera en que el sargento super macho y socarrón se enfrenta a los reclutas y, luego, logra establecer con ellos una relación de adhesión a su figura y camaradería. No obstante, es en esa última parte cuando dice la que, tal vez, sea la frase más mítica de la película a su superior el mayor Powers: “Con el debido respeto señor, se me están empezando a inflar los cojones”.

Highway es un militar estricto en la observancia del reglamento militar, incorruptible cuando un oficial pretende sobornarle en un negocio para traer habanos de Cuba, pero del que también se adivina un cierto desencanto ante el ejército. Si, en el primer encuentro con el mayor Powers, le dice que convertirá a los reclutas en “máquinas de matar”, más tarde dice un desmoralizante y decaído “hurra” tras hacerles gritar varias veces seguidas “la derrota no forma parte de nuestro credo”. Highway es crítico con la burocratización del estamento militar que limita la eficacia de la tropa, pero parece un hombre de difícil encaje en otro ámbito de la sociedad. Próximo al retiro, intenta retomar la relación con su exmujer, pero no le es nada fácil y el final resulta un tanto ambiguo cuando, después de la invasión de Granada, vuelven los soldados y se les homenajea en un gran recibimiento. Su mujer, interpretada por Marsha Mason, agita una bandera estadounidense y Highway la ve, yéndose juntos, pero sin ni siquiera ir cogidos de la mano. Acostumbrado al conflicto fuera del ejército, la película ya empieza con un juicio contra Highway por haberse meado en un coche de la policía, parece una persona inadaptable para la vida civil ante su próxima jubilación.

Otra cosa interesante de la película es como muestra una masculinidad en Eastwood muy llamativa de puertas hacia fuera, pero interpretando a un personaje que, en su interior, presenta vulnerabilidad e inseguridad en el trato con las mujeres, cosa que explica todos los problemas conyugales que dieron con su divorcio. Prototipo en muchas de sus películas de hombre duro, fuerte y extremadamente viril, Eastwood ya había jugado con esa idea de dotar un componente vulnerable a su masculinidad en un género como el policíaco con En la cuerda floja, un personaje en contraste con el de la serie Callaghan. Aquí, Highway combina su verborrea desafiante como cuando le dice al chulesco pretendiente de su exmujer “Lo mejor será que te pongas ahí y que te dé por culo. Así podrás volver a casa con una sonrisa en la boca diciendo que te has cepillado a un tío cojonudo” con otros momentos en los que, a escondidas, lee revistas para aprender sobre los aspectos emocionales del universo femenino.

Eastwood for ever

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