Frank Capra era un director muy
prolífico a finales de los años veinte y principios de los treinta, rodando
varias películas cada año, entre ellas La mujer milagro (1931).
Mediada la década de los 30, tras el éxito de Sucedió una noche, pasa a
hacer una por año hasta la II Guerra Mundial. Luego, tristemente, un hombre de
su talento es apartado de la dirección tras el fracaso de Qué bello es vivir,
dirigiendo solo cinco películas en quince años.
Capra coincidió en 5 películas con Barbara Stanwick y en estas películas en cuando he visto mejor a esta actriz. También está muy bien en Perdición o Bola de fuego, pero Capra sacó mucho partido de la actriz nacida en Brooklyn. En La mujer milagro, Capra consigue una gran interpretación de Stanwyck desde el inicio cuando, con furiosa verborrea y gran carácter, expone la ingratitud que la comunidad ha tenido respecto de su padre, el predicador de la parroquia en la que tiene lugar esa primera escena, hasta expulsar a todos de la iglesia. Su oratoria hace que un tipo de pocos escrúpulos la convenza para ser una falsa predicadora, pidiendo donaciones, haciendo pasar por curaciones milagrosas lo que son fingimientos y, en definitiva, estafando a la gente que entra a ver esos discursos que se acaban convirtiendo en un espectáculo. David Manners interpreta a un ciego que, a punto de suicidarse, oye una locución radiofónica de la falsa predicadora y replantea su decisión. Querrá conocerla, se enamorarán y su amor logrará salvar al final a su amada del pozo de corrupción en que vivía. La obstinada resistencia del malo de la película a perder el negocio hará que se produzca un espectacular incendio en el teatro en que actúa ella y, milagrosamente, el chico la ponga a salvo en un final intenso.
Sin conseguir el ritmo de sus
mejores películas, ya se encuentran aquí escenas filmadas por un hombre que se
convertiría en el director más reconocido de Hollywood. Y recurriendo a un tema
habitual en Capra, un hombre noble e inocente de buen corazón, como el senador
que interpreta James Stewart en Caballero sin espada o el mismo George
Bailey de Qué bello es vivir, que logra triunfar sobre elementos
corruptos, viles y ansiosos de dinero, rescatando a la predicadora que acaba
enrolada en el Ejército de Salvación. O también toca Capra otro tema que,
posteriormente, vuelve a abordar en Juan Nadie, la masa de gente
manipulable cuando el personaje de Gary Cooper se convierte en líder de
opinión.
Aunque el resultado sea
irregular, vale la pena verla.
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