sábado, 26 de octubre de 2024

SALÓ O LOS 120 DÍAS DE SODOMA

 

Acabo con el libro de Crespi viendo Saló o los 120 días de Sodoma de Pasolini, basada en una novela del Marqués de Sade. La película dedicada al Rissorgimento, titulada 1860, de Alessandro Blassetti y rodada en 1934, es inencontrable y, en dos capítulos, no destaca películas sino series: Sandokan de Sergio Sollima para ilustrar el año 1968 (aunque la seria sea de 1976 y la recuerdo haber visto en TVE) y Gomorra de su hijo Stefano Sollima, para el último capítulo del libro, desde 2016.

Crespi cita a la película de Pasolini para ilustrar el capítulo dedicado a 1974. Rodada en 1975, vio su estreno en enero de 1976, dos meses después del brutal asesinato del director boloñés, pero está muy influida por todo lo que pasa en Italia en 1974 y que Crespi explica en dos o tres páginas. Alguna cosa que refiere no tiene demasiado interés para la película, como que el Lazio ganó su primer scudetto ese año y además no informa de como quedó el Bolonia, equipo de Pasolini; pero sí narra un montón de sucesos relacionados con la violencia política, con atentados por parte tanto de grupos de extrema derecha como de las Brigadas Rojas, incluyendo un atentado en un tren que tenía como objetivo a un Aldo Moro que llegó tarde y el tren partió sin él, aunque moriría asesinado pocos años después, en 1978, según recuerdo mientras se disputaba el Mundial de Argentina.

Tras un rótulo en el que se anuncia que la película transcurre en 1944 durante el régimen fascista sostenido por los nazis en el norte de Italia, cuatro próceres están elaborando un Reglamento y uno de ellos, tras ponerlo sobre la mesa, dice que lo excesivo siempre es bueno. Posteriormente, en esa primera parte llamada Antinfierno, veremos el secuestro de 18 jóvenes, prácticamente adolescentes, que son sometidos a todo tipo de torturas y actos violentos, en muchas ocasiones con connotación sexual, por parte de los cuatro tipejos, junto con una especie de milicia armada todos muy jóvenes y unas prostitutas ya entradas en años que van explicando sus experiencias con clientes depravados. Los chicos deberán respetar unas normas contenidas en el Reglamento, obedecer y soportar todas las humillaciones, en las siguientes partes de la película: círculo de las pasiones y círculo de la mierda, hasta llegar a la última parte del filme, titulada el círculo de la sangre, desatándose la criminal locura que ya hace explícita el título.

La idea más clara que da Crespi es que Saló no es un filme sobre el pasado, sobre la República fascista de efímera duración, sino que está hablando del presente. Por un lado, relaciona la película con las elecciones de junio de 1975, primeras en las que pudieron votar los mayores de 18 años, superando los democristianos en dos puntos al PCI. Las jóvenes víctimas son relativamente dóciles antes los abusos que soportan, se prestan a practicar actos sexuales contra su voluntad o comer heces con poca resistencia; mientras los jóvenes que custodian a los prisioneros con sus fúsiles parecen robots que se comportan con extrema frialdad, lacayos del poder y que Crespi sostiene que Pasolini relaciona con los jóvenes de ultraderecha que cometieron atentados en esa época. Esta interpretación de Crespi parece pertinente viendo la última escena de la película, dos jóvenes de la milicia parafascista bailando una canción ajenos a la barbarie que se ha desarrollado a lo largo de la película.

Luego Crespi recoge interesantes manifestaciones del propio Pasolini en la edición francesa en DVD. A través del sadomasoquismo de Sade, Pasolini utiliza el sexo como la relación que tiene el poder con quien tiene sometido, con la total arbitrariedad con la que actúan los cuatro gobernantes de aquel infierno, la reducción de la condición humana a la de cosas o animales y, en definitiva, la anulación y disolución de la personalidad en los individuos secuestrados.  Es una película contra el poder, y dice Pasolini: Anche un film sull’inesistenza della storia, almeno come la percepiamo noi europei. Vale per tutti i tempi. Ma detesto il potere d’oggi, che manipola i corpi in un modo orribile  che non ha niente da invidiare a Hitler o Himmler. Li manipola transformandone la coscienza, istituendo valori falsi, come il valore del consumo, quello que Marx chiama il genocidio delle culture precedenti.

Fotografiada por Tonino Delli Colli, con música de Ennio Morricone y escenografía de su amigo Sergio Citti, la película es formalmente impecable. Desde luego, la apuesta de Pasolini es muy fuerte y la película genera adhesión o rechazo. Es una película en muchos momentos repugnante, que obliga a veces a cerrar los ojos, especialmente en el último círculo, el de la sangre. ¿Hacia falta mostrar con esa feroz crueldad esa crítica al poder? Pues entiendo que el contexto histórico descrito por Crespi nos sitúa en un momento que Pasolini vive de manera muy desesperada, ve una sociedad que él critica en la que el fascismo ha reaparecido de manera más sutil e incluso con un riesgo de involución por lo que da un grito en voz muy alta. Y ese grito de horror nos ha de llevar a entender la crudeza de la película.

También es importante para apreciar la película conocer la obra de Pasolini y su dimensión. La primera vez que la vi, en los años 80, no tenía ni idea de Pasolini como figura intelectual de primer orden en la Italia de la segunda mitad del siglo XX. No la rechacé, me pareció interesante, pero me quedé más en lo superficial de ser una crítica al fascismo del régimen títere de Mussolini. No obstante, la película es mucho más que eso y, conociendo más a Pasolini, habiendo leído los artículos que publica en los años anteriores a su asesinato, se comprenden mejor sus intenciones.  

¿Ha perdido actualidad la película? No, al contrario, es cada vez más actual. Pasolini, asesinado a los 55 años de una manera tan brutal que hubiera podido ser una escena de Saló, no llegó a ver la caída del muro de Berlín y la aceleración del capitalismo hacia un anarcocapitalismo que deviene en un poder que desmonta el Estado, acentúa las diferencias entre clases sociales, controla al individuo gracias a las nuevas tecnologías, va destruyendo los lazos de solidaridad y entroniza el consumo como combustible para alimentar a ese propio poder. Pasolini no vio todo esto pero sí lanzó alguna alarma profética a través de su obra. Los poderosos están cada vez más descontrolados, nadie los limita, actúan de manera arbitraria y cometen todo tipo de excesos. Y lo excesivo, contradiciendo lo que se dice al inicio de la película, nunca o casi nunca es bueno. 

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