miércoles, 23 de octubre de 2024

LAS TRES LUCES

 

Las tres luces (1921) es la primera película de Fritz Lang y, en los créditos iniciales, se explica la laboriosa reconstrucción, en las que intervinieron cinematecas de Nueva York, Moscú, París … un auténtico periplo para salvar la película.

Siguiendo al rodar el estilo expresionista que en aquellos años triunfaba en Alemania, Lang explica una historia de amor y muerte. La Muerte, como personaje, interrumpe el viaje en diligencia de una pareja de enamorados y, más tarde, al llegar a una posada, cumpliendo con sus “obligaciones laborales” se lleva el chico. La protagonista acude a la Muerte, que no es mala persona, y le ofrece salvarlo y devolverlo a la vida si ella consigue salvar una de las vidas que, quedando representadas por tres velas, corren peligro en tres historias que se dan en distintos escenarios históricos.  

 Con los mismos personajes, se desarrollan las tres historias: una en una ciudad islámica tipo Bagdad durante el Ramadán, otra en la ciudad de Venecia y una última en una ciudad de la China Imperial. La chica no consigue su objetivo y las tres vidas se pierden y las velas se van sucesivamente apagando. La Muerte le da otra oportunidad consistente en que le traiga, en una hora, una vida a cambio de la de su enamorado. Intenta primero que sean enfermos o mendigos quienes se brinden a morir pero, al obtener respuesta negativa, no duda en meterse en medio de una casa que arde en llamas y en la que sabe hay una niña de corta edad. Pero, una vez salvada, no puede culminar el sacrificio de matarla a cambio del chico y se la entrega a su madre. Finalmente, la fortaleza de su amor hará que la Muerte los junte, se supone que en una vida de ultratumba, aunque sea un poco ambiguo ese final, acabando juntos para vivir su amor, aunque no sabemos cómo se vive en esa otra vida (al igual que en El séptimo sello, no se sabe cómo funcionan las cosas en el más allá, no lo sabe ni la Muerte ni nadie).

Llena de efectos visuales propios del expresionismo y usando también transparencias parecidas a las de La carreta fantasma, no cabe dudar de su gran influencia, aunque solo fuera por el hecho que Luis Buñuel decidió dedicarse al cine al ver esta película.

Es imposible no trazar un paralelismo con El séptimo sello. Si allí la Muerte aparecía insensible al sufrimiento humano y astuta para conseguir sus fines como cuando saca información sobre la estrategia ajedrecista de Antonius Block, aquí la Muerte parece que sufre ella misma y está cansada de hacer su penoso trabajo (de hecho, el título en alemán es Der müde Tod), comprendiendo el dolor de la chica e intentando ayudarla dentro de los límites que le impone su propia naturaleza.

Me han gustado especialmente el principio y el final de la película que me han parecido muy brillantes. Los episodios de en medio me han parecido más folletinescos y convencionales, interesándome menos. Y la película remonta al final con la mejor escena que es la del incendio en el que la protagonista quiere salvar a una niña pequeña para sacrificarla luego, cosa que no podrá hacer con lo que hay unos límites morales incluso ante el amor incondicional que siente por su enamorado. Esas escenas del incendio son muy intensas, me recuerdan a una película de Lang en la que también hay un incendio, Furia, y que me gustaría volver a ver.

Desigual pero imprescindible.  

    

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