sábado, 19 de octubre de 2024

EL SOL SIEMPRE BRILLA EN KENTUCKY

 

Un Ford considerado menor siempre es un Ford y hay motivos para disfrutarlo. Ciertamente, El sol siempre brilla en Kentucky (1953)ocupa un lugar muy marginal en la filmografía de John Ford. El principal protagonista, Charles Winniger, no era ninguna estrella, se trata de una producción de bajo presupuesto de una compañía de serie B como Republic Pictures y no es una película de acción ni del género más ligado a Ford como el western. Ni siquiera en el elenco de actores secundarios encontramos muchos de su troupe particular, apenas su hermano Francis en un papel de borrachín y Jane Darwell como dama puritana de la localidad

Y, sin embargo, nos encontramos con temas recurrentes en Ford, que le interesaban especialmente, filmados como nadie, salvo él, sabía hacerlo. La acción transcurre en una pequeña ciudad de Kentucky en 1905 en la que ejerce como juez William Priest, un hombre ya sexagenario, que necesita el alcohol para poner su cuerpo en movimiento y arrancar el día, añorante de la causa sureña que recuerda con sus amigos que lucen uniformes sudistas de manera un poco extravagante y que tiene un recto sentido de la justicia, aunque alguna vez se quede dormido en medio de una audiencia.

Con sentido del humor, Ford nos presenta al juez y otros personajes de la ciudad en los días previos a las elecciones a las que Priest opta para ocupar de nuevo el cargo enfrentándose a un candidato yanqui. A pesar de que le puedan hacer perder votos, suceden dos episodios en los que Priest hará valer su autoridad moral.

Uno comporta un tema recurrente en el cine de Ford: el racismo. Un chico negro será arrestado acusado de violación al seguirle unos perros rastreadores. Estando en la cárcel, una turba se acercará para lincharlo y será Priest el que solo se enfrentará a ellos, en una escena que recuerda una parecida de Matar un ruiseñor. Priest frenará el linchamiento y llegará a sacar un revólver para amenazar al cabecilla de la turba. Posteriormente, quedará claro que el chico era inocente y el culpable de violación un hombre blanco.

Y, en el otro episodio importante de la película, se hablará del puritanismo como manifestación hipócrita de gran parte de la sociedad. De manera parecida al desprecio que la comunidad dispensa a Dallas, el personaje de Claire Trevor en La diligencia, llega al pueblo una mujer con un pasado en el que ejerció la prostitución, conmocionando a la ciudadanía al dar a luz a una hija que se ha criado como adoptiva con la familia del médico de la localidad.  La mujer llega moribunda con el ánimo de morir en lo que siente un lugar como propio y Priest garantiza a la madame del burdel que tendrá un entierro digno no condicionado al rechazo de parte del pueblo. En la mejor escena de la película, el cortejo fúnebre avanza sin gente que lo siga hasta que Priest sea el primero en hacerlo y, con su autoridad moral, arrastre a una parte importante de la comunidad, leyendo finalmente un elogio fúnebre con pasajes de los Evangelios, actuando más como predicador que como juez al haberse escaqueado el sacerdote que debía oficiar el funeral.

Transitando de escenas con tensión y melodrama a la comedia, el filme acabará con las elecciones a juez en las que, curiosamente, el voto se sabe a medida que los votantes ejercen su sufragio.  De manera inverosímil se produce un empate a 1.700 votos (la CUP no ha inventado nada) y resulta que falta por votar el despistado juez Priest que, en el último minuto del plazo estipulado para cerrar la votación, desempata votándose a sí mismo.

Un desfile delante de la casa de Priest para celebrar la reelección cierra la película. Desfilan distintos colectivos, pero Ford hace que los últimos que lo hagan, y estén junto a un juez complacido, sean los negros de la localidad.

Por supuesto, fiel a su trayectoria, Ford no enfatiza, no moraliza. Por ello, pueden quedar ocultas para muchos las virtudes de la película. Un Ford nada menor. 

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