Cuerpo y alma (1947) es una
película del subgénero boxístico, mezclando siempre ese deporte con el cine
negro y, casi siempre, dando una visión corrompida del mismo.
Explicada en flashback antes
del combate final, la película explica la historia de un chico de barrio llamado
Charlie Davis (John Garfield), con aptitudes para el boxeo, aunque cuenta con
la oposición de su madre para convertirse en profesional. Animado por su novia,
una joven llamada Peg (Lili Palmer) y su mejor amigo llamado Shorty (Joseph Pevney),
lograrán que Charlie se dedique al boxeo en contra de la oposición materna.
Pero una vez en la rueda de ganar combates y dinero, los promotores y malas compañías
influencian a Charlie que es abducido por un promotor que le puede garantizar
pelear por el título del mundo mientras se aleja de su madre, prometida y
amigo.
Pasado un tiempo y siendo el
campeón, Charlie va a poner su título en juego y recibe la orden del promotor
que venda la pelea y deje transcurrir los 15 asaltos para perder a los puntos.
Como las apuestas están mayoritariamente a favor de Charlie, se trata de que el
promotor, demás secuaces y el propio Charlie apuesten sobre seguro y ganen una
fortuna. Charlie intenta una reconciliación con su madre y exnovia aunque, torpemente,
descubre que va a vender la pelea con lo que, de nuevo, vuelve a tener la
reprobación familiar. Llegado el día del combate, los asaltos se desarrollan de
manera insulsa hasta que Charlie pasa al ataque y gana el combate aun a costa
de perder su propio dinero y enfrentarse al gánster promotor, reconciliándose
con su novia.
La película reúne un gran
talento pues se une la dirección de Robert Rossen, con la fotografía de James Wong
Howe, el guion de Abraham Polonsky, la música jazzística de Hugo Friedhofer, así
como Robert Aldrich y Robert Parrish en labores de edición y montaje. Una suma
de grandes talentos para una película que tiene un ritmo narrativo perfecto, espléndida
visualmente, con gran capacidad para describir a los personajes principales y
otros secundarios de manera precisa, explicando una densa historia en 100
escasos y trepidantes minutos.
Cuenta también con un buen
elenco, encabezado por un gran actor como John Garfield, malogrado a los 39 años
por problemas cardíacos, que siempre imprimía un nervio a los personajes un
poco en la línea que también lo hacía James Cagney. Un tipo ideal para interpretar a personajes marginados
como Charlie y, finalmente, rebelde.
Rossen retomará más tarde un
tema parecido en El buscavidas. De igual forma que en la película
protagonizada por Paul Newman, aquí tenemos la descripción de un mundo corrupto
en el que un hombre, que se ha visto arrastrado a vivir en ese mundo enviciado,
desafiará al mafioso de turno y obtendrá su redención moral. No obstante, si el
final de El buscavidas era desolador pero coherente con la historia y
Newman asumía la condena de no volver a pisar una sala de billares, el final de
Cuerpo y alma chirría y es la única nota negativa que pondría a la película.
En un final que parecía no quería rodar Rossen, o al menos él hubiera montado
otro final alternativo que parece que se rodó, vemos como Charlie responde a la
amenaza del gánster haciendo alusión a que todo el mundo ha de estar preparado
para morir, se abraza a su chica y aparece el THE END. Un final feliz muy
forzado, en el sentido que parece que nos hurte la siguiente escena que
previsiblemente va a ser un ajuste de cuentas, que, de todos modos, no empaña
una película notable.
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