Leo el libro Dios, patria,
Rey: carlismo y guerras civiles en España del historiador olotense Jordi
Canal.
Canal dedica el inicio del
libro a explicar que el choque entre liberalismo y fuerzas reaccionarias, que
en España adoptaron la forma del carlismo, se dio en varios países europeos.
Así, cita los casos de Francia y Portugal como casos parecidos al español y
también menciona a Italia, con el matiz en el país transalpino que, en su caso,
la guerra civil se da en el marco de un proceso de construcción de un estado.
Esto se pone en conexión con
una cuestión importante que Canal aborda y es que, más que la contrarrevolución
y el tradicionalismo derivaran de la cuestión dinástica, hay un proceso incluso
anterior a la cuestión sucesoria de Fernando VII que toma como pretexto tal
problema para plantear una oposición al liberalismo. Así lo explica Canal:
Ni la cuestión dinástica fue
una cuestión esencial en el carlismo, ni este movimiento jamás fue una
exclusiva defensa de los “derechos” al trono de los Borbones carlistas. Las
continuidades en relación con los movimientos contrarrevolucionarios anteriores
y las dimensiones de las guerras civiles españolas del siglo XIX desmienten
toda interpretación exclusivamente dinástica del carlismo. Los carlistas se
movilizaron, en todo caso, por una idea o unos principios que el rey carlista
personificaba y, lo que resulta más trascendente aún, emblematizaba,
constituyéndose en puntos de referencia permanente para sus seguidores.
Así que este movimiento, de ideas ultramontanas, tiene su origen desde poco después de la Guerra de la Independencia y llega, tras provocar dos guerras de amplio alcance en la península y dos menores circunscritas a Catalunya, hasta el siglo XX.
Una parte que me ha parecido
muy interesante es explicar las celebraciones que los carlistas hacen en 1889,
después de una escisión integrista que tiene lugar un año antes, conmemorando
el XIII centenario de la conversión al catolicismo de Recaredo tras abjurar del
arrianismo y, de paso, manifestarse en contra del centenario de la Revolución
Francesa. Aunque la última carlistada había terminado hacía más de diez años,
todavía había un carlismo bastante arraigado en sectores de la sociedad
española y, por ejemplo, realizaron a través de sus medios de prensa suscripciones
para hacer una pirámide en Toledo como monumento de la España
católico-monárquica. Dicho proyecto no se materializó, aunque se recogieron
sumas de dinero por parte de las Juntas del centenario en las que participaban
carlistas de todas las regiones de España. Pero, particularmente, tiene interés
que Canal explique que, en esta Cataluña que algunos ven tan antimonárquica, había
una notoria actividad y la Junta regional catalana reunía delegados de todo el
territorio, de Tortosa a La Seu d’Urgell, y de La Bisbal de l’Empordà a
Tàrrega. La Junta carlista catalana peregrinaba a Montserrat, se reunía en el
Palacio de Ciencias de Barcelona el 2 de junio de 1889, se leía un discurso
político en catalán y se recitaba un poema de Verdaguer.
Una vez Carlos VII abandonó
España rumbo al exilio al terminar la tercera guerra carlista, vagó por algunos
países incluso del continente americano antes de instalarse definitivamente en
el palacio de Loredán de Venecia. Allí seguía siendo un referente para el
carlismo y sus medios de prensa, además de un lugar de peregrinación para
visitar al pretendiente. En esta parte del libro toma protagonismo la figura de
Francisco de Paula Oller, uno de los carlistas que puso más empeño en fomentar la
legitimidad y aspiraciones del residente en dicho palacio veneciano.
Nacido en Barcelona, combatió
siendo adolescente en la última guerra carlista y su importancia radica en
mantener viva la llama del carlismo a través de la edición de diarios, tanto en
España como luego cuando se traslada a Argentina, guardando fidelidad a la
causa tanto de Carlos VII como, tras su muerte acaecida en 1909, de su sucesor
Jaime III. Oller fundó el diario Lo Crit de la Patria, escrito en
catalán, en la década de los ochenta, pero luego emigró a Argentina fundando
allí el diario El legitimista español.
El perfil de Oller,
minuciosamente explorado por Canal, le permite dar continuidad a lo que creo
pretende ser el libro. No se trata de un libro de historia militar o política sino, sobre
todo, realiza un enfoque sobre ese carlismo sociológico que acompaña a España todo el siglo
XIX, para lo que también se citan en los capítulos segundo y tercero numerosos
pasajes de los Episodios Nacionales de Galdós; y como siguió impregnado en
buena parte de la sociedad española a través de sus medios de prensa, tomando
la figura interesante de Oller ya que su actividad fue intensa, durante varias
décadas hasta bien entrado el siglo XX y se desarrolló tanto en su Catalunya
natal como en el continente americano
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