Antes del partido, se decía en las tertulias que, en los clásicos, no
importan las dinámicas y que son partidos especiales que puede pasar cualquier
cosa. Seguro que hay excepciones, pero lo normal es que se confirmen las dinámicas
o que, si los equipos lleguen con la misma, sea positiva o negativa, el resultado
sea incierto.
Ayer se confirmó que el Barça, que no ha jugado a nada desde el mes de agosto, puede ganar de manera agónica a equipos como Almería o Las Palmas, pero no tutearse con un equipo de nivel europeo.
De todos modos, cuesta pensar entrar tan mal en una final. En vez de asegurar los primeros minutos en que es importante no encajar, el Barça opta por la peor situación: defensa adelantada combinada con nulo espíritu a la hora de presionar al rival. O bien Xavi es un suicida como Van Gaal con sus defensas altas ante el Valencia que servían para que nos machacara el piojo López, o los jugadores entienden muy mal los conceptos que les transmite. Pero, en un periquete, la final ya había quedado casi finiquitada en el minuto 10.
Con más corazón que juego, el Barça intentó reengancharse al partido en un remate al larguero de Ferran y el gol de Lewandovski. Pero la sensación es que el Madrid tenía mucho más peligro y un balón centrado sin oposición desde la banda derecha dio lugar al penalti claro de Araujo sobre Vinicius, permitiendo que el jugador brasileño nos endosara un hat trick que hace mucho daño.
¿Qué decir de la segunda parte? Pues que sobraron los 45 minutos, cosa que entendió el árbitro no dando ni un segundo de descuento. El equipo entró en la apatía y conformismo, esperando el final del partido, con la sola excepción de Fermín que al menos puso intensidad e intentó honrar un escudo que otros pisotearon.
Xavi volvió a morir víctima de su prepotencia, manifestando antes del partido que se tenía que ver el ADN Barça, con esa superioridad futbolística de su discurso en tono chulesco que luego se vuelve contra él cuando ha de destacar, después de un pésimo juego, quedar campeones de un devaluado grupo en la Champions o remontar al Las Palmas.
Las imágenes que vi de Laporta fueron las de un hombre que abandonaba el estadio visiblemente enfadado. Nada que ver con las imágenes del jueves celebrando, en aparente estado de ebriedad, cantando y bailando con unos anfitriones de la categoría moral de los saudíes, haber derrotado al duodécimo clasificado de la Liga para acceder a la final.
Si hay que ir por contrato a Arabia se va. Pero no creo que entre como obligación celebrar el pase a la final de la manera que lo hizo Laporta con esos siniestros saudíes, aunque tal vez entre baile y baile buscaba los inversores que necesita para convertir al Barça en sociedad anónima para rematar su nefasta y desvergonzada gestión..
El Barça atraviesa la peor crisis econòmica, social y deportiva de, como mínimo, los últimos 60 años. Cada partido es un drama. Veremos en Salamanca, una ciudad en la que el Barça siempre perdía en los años setenta cuando empecé a seguir al equipo, qué pasa.
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