Bananas (1971) es una película de Woody Allen anterior al punto
de inflexión que supone Annie Hall a finales de la década. Todavía es
una época en la que hay bastantes gags visuales y los guiones son poco
elaborados.
Fielding Mellish es un obrero, probador de inventos disparatados
en una empresa, que entra en contacto con una activista de izquierdas llamada
Nancy. Tras una breve relación, Nancy le deja por considerarlo poca cosa y él,
para impresionarla, se desplaza a la imaginaria república de San Marcos en la
que, después de unos equívocos, se integrará en las fuerzas opositoras al
dictador Vargas. Cuando Vargas es desalojado del poder, su sustituto, líder los
guerrilleros, se vuelve loco y lo reemplazan por Mellish que pasa a ser
presidente del país. Mellish vuelva a los Estados Unidos disfrazado de manera ridícula
con una barba postiza (como las de los hermanos Marx en Una noche en la ópera) buscando
ayuda financiera para San Marcos. Será descubierta su verdadera identidad y
juzgado por traición, mientras se reencuentra con Nancy y, tras un delirante juicio,
se acaba casando con ella. El final resulta bastante precipitado y flojo en
relación al resto de la película.
Aunque el guion resulte un poco débil, la película es
bastante divertida, con una primera escena que recuerda a Tiempos Modernos
cuando Allen prueba un mobiliario de oficina con el que se pueda hacer gimnasia
al utilizarlo. También hay un guiño cinéfilo a Eisenstein con un carrito que baja
unas escaleras durante un tumulto.
No recordaba que apareciera, en un papel muy pequeño,
Sylvester Stallone, como uno de los matones que aterrorizan un vagón de metro
mientras Allen, sentado, se inhibe en primera instancia como Torrente mientras
los delincuentes apalean justo a su lado a una anciana.
Se trata de una sátira política, aunque predomina más el
tratamiento de comedia, que, sin ser deslumbrante, vale la pena revisar para pasar
un buen rato.
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