El buen amor es la primera
película que rodó Francisco Regueiro. Fue en 1963 y, en los títulos de crédito,
aparece junto a su nombre y otros del reparto artístico y equipo técnico de la
película que eran miembros de la Escuela Oficial de Cine.
El argumento es muy sencillo. Una
pareja de novios (Simón Andreu y Marta del Val, ésta última en realidad un
falso nombre ya que la actriz era francesa y se llamaba Monique de Longeville),
estudiantes universitarios de Madrid, se
desplazan para pasar un día en Toledo y escapar de la rutina.
La parte inicial del viaje en
tren ya ocupa una parte importante del metraje. En aquella época no había AVE y
el tren se toma su tiempo, se para en Pinto y Valdemoro, además de otras
estaciones. En el tren ya se empieza a retratar como es la época, con una
represión sexual muy marcada. Una pasajera mira con desaprobación como los
novios se abrazan y está la presencia en el vagón de una pareja de la guardia
civil, que se muestran amables pero
vigilantes e imponen un respeto a la autoridad. También el poso de la guerra
civil está presente en la película, en una alusión que hace un viajero del tren
así como cuando, en la parte final de la película, la chica dice que quiere
leer un buen libro sobre la guerra ya que está despistadilla sobre ese tema.
Llegan a la estación de Toledo,
en el mismo emplazamiento en el que ahora llega el AVE, y cruzan el Tajo a
través del puente de Alcántara. Allí ya se ve una imagen muy típica de Toledo sobresaliendo
la catedral y la ciudad está muy presente en la película, más incluso que en la
Tristana de Buñuel. Los personajes pasean por el Zocodover, la catedral,
el museo de El Greco o la iglesia de Santo Tomé cuando ven El entierro del
conde Orgaz, además de por muchas callejuelas.
En Toledo se sigue mostrando la
represión sexual de la época. Ya antes en el tren Andreu ha obtenido una
negativa cuando quería besar en la boca a la chica. Llegado a Toledo, Andreu va
a una barbería a afeitarse y el barbero le dice que allí no se puede hacer
nada, tenga o no pareja. En su paseo por Toledo, la pareja demuestra una gran
inestabilidad emocional. Tienen momentos de estar bien juntos, en otros se
pelean y se muestran en muchas ocasiones como inmaduros, especialmente Andreu
que tiene algunas salidas casi infantiles. Se intuye que la vida en Madrid es
mediocre, anodina y que ir a Toledo ha sido como algo excepcional para escapar
de la rutina. No parece que tengan mucha
confianza en el futuro, sobre todo Andreu que estudia Derecho y su padre quiere
que, ante su escepticismo y falta de ganas, oposite a un trabajo en un banco. La
falta de expectativa de futuro no es solo ya a nivel individual, como pareja al
llegar a la estación Andreu ha negado a un conocido que vaya con su novia.
En un momento de distanciamiento
se pelean y Andreu tontea con una dependienta de una tienda de bordados a la
que invita al cine para ver La colina del adiós. Pero enseguida salen
del cine y, cuando Andreu ve a Del Val sola paseando por Toledo, deja a la
dependienta plantada y se va tras ella. Otra vez juntos, vuelven a la estación, se
adentran en el andén para coger el tren de vuelta a Madrid y la cámara
permanece estática enfocando la puerta del vestíbulo al andén y se ve como el
tren parte sin ningún otro plano de los protagonistas.
Parece que la película tuvo mala
acogida tanto por el público como por la crítica. En cambio, fue seleccionada para
el festival de Cannes y allí sí gustó bastante. Max Aub y Luis Buñuel hablaron
muy favorablemente de la película.
Es entendible que en España no
tuviera buena acogida. Regueiro filma de un modo poco convencional para lo que
era la cinematografía española en ese momento. Es una película en la que el
director parece disfrutar poniendo la cámara con libertad, a veces un plano
sobre las cabezas de los actores filmándolos en picado, en otros momentos planos
con un diálogo entre los actores en que no se miran y uno da la espalda a la cámara;
y aprovechando los escenarios naturales de las calles de Toledo. Me parece
bastante clara la influencia de la nouvelle vague. Además, es una película casi sin argumento, con
actores que eran desconocidos y con un final que no llega a ninguna conclusión.
Al margen de retratar una época triste y
de represión como todavía lo era España en 1963, la película también trata de
temas intemporales como el aburrimiento y la falta de expectativas, las
ilusiones que se frustran con rapidez y Regueiro filma todo esto con estilo,
elegancia y de manera innovadora.
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