La jungla, de Upton
Sinclair, es un libro duro de leer ya que cuenta la extrema miseria en la que
vivían las clases obreras en la ciudad de Chicago a finales del siglo XIX y principios
del XX.
El protagonista es un joven
lituano, Jurgis Rudkus, que llega a América con unas expectativas mucho más
altas de las que la realidad le depara cuando se emplea en un matadero
perteneciente a la poderosa industria cárnica en Chicago. Empieza la novela
casándose con su mujer Ona y, desde ese mismo momento, la novela será una serie
de desgracias, a cuál mayor. Sin llegar a fin de mes, temiendo ser deshauciados
y viviendo en extrema pobreza, Ona será asediada sexualmente por un capataz
irlandés y Jurgis le agredirá por lo que será encarcelado. Cuando salga de la
cárcel, habrá perdido su trabajo, morirá también su esposa que está embarazada
por segunda vez e incluso se ahogará en el lodazal de una calle de Chicago su
hijo de un año de edad. Ante tanta fatalidad, Jurgis se convertirá en un
vagabundo y durante varios capítulos errará por diversos estados americanos.
Luego retornará a Chicago, y su suerte tendrá altibajos, combinando momentos
de relativa fortuna como cuando se asocia con un irlandés que ha conocido en la
cárcel a otros en que lo vuelve a perder todo; como cuando por casualidad
vuelve a ver a quien deshonró a su mujer, le vuelve a agredir brutalmente y es
encarcelado de nuevo. Tras ser de nuevo excarcelado, tendrá la fortuna de
trabajar en un hotel y, a través del propietario, tomar contacto con el Partido
socialista, ir a mitines y tomar conciencia de pertenencia a la clase obrera y
de lo que es la lucha de clases.
La descripción de la vida en los
mataderos da mucho asco y parece que escandalizó en el momento de la publicación
(1906) por la ausencia de medidas higiénicas. Explica como se trabajaba con
ganado en mal estado y los veterinarios y químicos lo mantenían en la cadena
productiva. O como las mismas ratas, mezcladas con la carne de los cerdos, eran
aplastadas dentro de la cadena y se acababan produciendo salchichas. Sinclair
llega a decir en la novela que las latas de carne en mal estado mataron a más
soldados americanos en la guerra de Cuba que las balas españolas. Además de esta
laxa política sanitaria, se describen unas condiciones laborales de explotación
y en una sociedad corrupta en la que, además de mafia y sindicatos, los mayores
problemas eran los propios jueces y policías. Se describe una alta competitividad por
encontrar trabajo aun en condiciones miserables, con millones de desempleados y
eso que la novela retrata un momento histórico anterior en unos 30 años a la
Gran Depresión. Y también se explican las luchas sindicales y las huelgas que
propiciaban que hubiera muchos esquiroles que los poderosos califican como
héroes (Jurgis llega a ser esquirol) y la sustitución por trabajadores todavía
menos cualificados como los negros.
El valor de la novela es describir
de manera minuciosa una realidad descarnada y que hizo reaccionar a una parte
de la sociedad. Sinclair describe con fuerza y garra esa realidad. Creo que presta
menos atención a meterse en la piel de los personajes, ya sea el protagonista
Jurgis o los numerosos secundarios, porque lo que le interesa es hacer una
denuncia política y social. Por eso, los personajes le sirven como instrumento accesorio
a lo que quiere contar y el paso de una buena novela a una gran novela hubiera
consistido en dotar de mayor profundidad a los personajes, no hacerlos tan tópicos
y superficiales, haber entrado en su alma. Y espacio para hacer eso Sinclair lo
tuvo porque leo una edición de 540 páginas. Pero, por ejemplo, en la última parte, unos
personajes del partido socialista, en los mitins a los que acude Jurgis, explican
con detalles la lucha de clases como si fuera una exposición teórica dada por seguidores
de Marx.
Si lo que escandalizó más en su
momento fue mostrar las deplorables condiciones de los mataderos, podríamos
pensar que el control sanitario ha mejorado mucho desde los tiempos de Sinclair
y podemos estar tranquilos. Pero recuerdo haber leído hace poco unas noticias
sobre las granjas de pollos, de la cadena LIDL, en que hay operarios que
incluso mean junto al pienso:
Tal vez lo que explica Sinclair sobre
la falta de sanidad en los mataderos no es algo tan decimonónico y se sigue
dando en la actualidad.
De todos modos, como dice el
refranero ojos que no ven … así que todos a comer pollo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.