Sigo con David Graeber y leo El amanecer de todo, aquí coautor con el arqueólogo David Wengrow, y escrito pocos meses antes de la muerte del primero, a una edad relativamente joven pues creo que tenía 59 años. Graber y Wengrow cuestionan la
idea, más o menos bastante extendida, que las estructuras sociales y políticas
eran muy sencillas en la época de los cazadores-recolectores y que es con la
revolución agrícola cuando, al crearse ciudades y producirse excedentes,
aparecen estructuras políticas más complejas con aparatos burocráticos,
jerarquías y cuadros de mando. También la evolución nos lleva a la aparición de
la propiedad privada, lo cual deriva en clases sociales en las que existen
desigualdades aunque también, desde el siglo XVIII, los pensadores políticos
inspiran que existan unas garantías para respetar libertades y derechos de la
población, al menos formalmente, dentro de esa desigualdad económica.
Así, el itinerario que se ha establecido de
evolución de las estructuras sociopolíticas en bandas, tribus, jefaturas y
estados, con todo lo que ello ha conllevado, es radicalmente puesto en tela de
juicio por los autores. Este itinerario era el que asumían Hobbes y Rousseau,
aunque de manera diferente pues para el primero la vida en esas primeras etapas
era violenta y un estado de guerra permanente de todos contra todos, mientras
que para el segundo esa primera etapa era inocente y feliz, todo aquello del “buen
salvaje”.
Pues bien, lo que dicen los autores es que la
realidad es mucho más compleja y lo documentan con una exhaustiva muestra de
datos, en un libro con 650 páginas, que muchas veces resulta abrumadora.
Si la evolución es cuestionable, lo es
igualmente que las libertades personales sólo las puedan garantizar estados
como los que se crearon a partir de las tesis de los pensadores ilustrados del
siglo XVIII. Así, un poco antes, en el siglo XVII, los autores explican la
figura de Kondiaronk, un jefe indio de una tribu iroquesa de Nueva Francia, los
wyandot, que explicó a los exploradores y colonos franceses que se acercaron
por allí, actualmente Canadá, el funcionamiento de su tribu, en el que la
sociedad no estaba jerarquizada y se tomaban decisiones políticas en base al
consenso. Pero era una tribu la suya que no desconocía la existencia de leyes o
que se podían dar desigualdades.
Kondiaronk provenía de una sociedad que había evolucionado de una manera
diferente a la sociedad francesa de la que provenían sus interlocutores y, al
parecer, el jefe indio llegó a ir a Francia a finales del siglo XVII y debatió
sobre estos temas con políticos de la época. E incluso parece que su testimonio, difundido a traves del explorador, antropólogo y escritor francés Lahontan; pudo influir en un filósofo de la ilustración como Montesquieu.
El libro es tan largo que, para seguir con su
tesis central, los ejemplos que pone son
numerosos.
Se entretiene en dar diversos ejemplos de cómo
grupos de cazadores-recolectores conocían perfectamente de la técnicas
agrícolas pero, simplemente, no les interesó durante miles de años ponerlas en
práctica así como que, en este tipo de tribus, coexisten ejemplos de
igualitarismo con otros en los que se demuestra, por los vestigios que quedan
de entierros, la existencia de clases sociales privilegiadas antes que
existiera la revolución agrícola.
Por otro lado, explican cómo hubo estructuras
urbanas en las que se hizo una organización muy igualitaria como demuestran las
excavaciones arqueológicas e investigaciones etnográficas con asentamientos
hace miles de años en zonas de Ucrania.
O como la evolución de creación de las ciudades
no tiene que forzosamente venir de la revolución agrícola, o no es
necesariamente éste el único factor, y también hay factores climáticos a tener
en cuenta como la estabilización de las corrientes fluviales al final de la
última glaciación.
Por haber estado allí, he leído con más atención
las páginas dedicadas a Teotihuacán y en las que se explica cómo era una
estructura urbana de dimensiones muy considerables y en la que no hay rastro
que hubiera una institución monárquica, al contrario de lo que nos podría hacer
pensar la aparente evolución dando por hecho que la creación de las ciudades
llevó aparejada la existencia de los primeros y poderosos reyes. Además de las espectaculares pirámides del
Sol y la Luna, y la bonita vista que se tiene desde la cúspide de la primera,
las excavaciones demuestran una cuadrícula urbana con casas muy homogéneas en sus
características y hacen pensar en una sociedad igualitaria.
En definitiva, que da una muestra tan grande de
la complejidad de las estructuras en que se han organizado los humanos en los
últimos, aproximadamente, 15.000 años que no se puede establecer una historia
evolutiva ni tenemos que asumir haber llegado al último escalón de nada, al
contrario de lo que piensan Fukuyama o Harari.
Dentro de la caótica evolución de las
organizaciones sociopolíticas, distingue que los Estados son la confluencia de
tres formas políticas (soberanía, administración y competición carismática) con
orígenes diferentes y defienden que: “Los
estados modernos constituyen tan solo una parte de las maneras en que los tres
principios de dominación acabaron juntándose, pero esta vez con la idea de que el poder de los
reyes residen en una entidad llamada “el pueblo “ ( o “la nación”); que las
burocracias existen para benefició de dicho “pueblo” , y en las que una
variante de las antiguas competiciones aristocráticas ha acabado rebautizada
como “democracia”, generalmente en forma de elecciones nacionales. No había nada inevitable en todo esto.”
La demostración que esa evolución no es como se
puede percibir superficialmente es la situación actual y cómo los estados se
deshacen poco a poco ( veremos hasta qué punto ) y mencionan, por ejemplo, la existencia del FMI o las criptomonedas.
¿Iremos a una disgregación de los estados?
¿volveremos a formas del pasado con estructuras más pequeñas sometidas a gente
con carisma y ejercicio de la violencia? ¿las sociedades serán más igualitarias?
¿grandes corporaciones transnacionales gobernarán, si no lo hacen ya, el mundo?
Tendríamos que estar presentes de aquí a pongamos 500 años para ver qué ha pasado en
los próximos cinco siglos. De momento, podemos especular. Pero no tenemos ni idea, como dicen Graeber y
Wengrow, de cómo será en mundo en el 2075 o 2150
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