ANGELES CON CARAS SUCIAS
Perdido una tarde por el CEX, encuentro un ejemplar en DVD de "Ángeles con caras sucias". Hago memoria y recuerdo haberla visto en el ciclo de cine negro que daban los martes por la noche en TVE en los años 1983-1984. La teníamos grabada en VHS así que es posible que la volviera a ver durante esa década. Pero tengo claro que hace más de treinta años que no la veo.
La película me resulta muy entretenida y destaca un actor por el que siempre he sentido debilidad: James Cagney, aquí interpretando a un gángster, Rocky Sullivan, que vuelve al barrio donde creció y retoma su relación de amistad con el padre Jerry Connolly, interpretado por el olvidado Pat O'Brien. Sullivan y Connolly compartieron aventuras juveniles infringiendo la legalidad pero luego han tomado caminos diferentes, uno dedicado al crimen y cumpliendo condenas, y el otro dedicado al sacerdocio. Ambos se relacionan con unos jóvenes del barrio pero, mientras para ellos Sullivan es un héroe, Connolly intenta llevarlos por el buen camino y que se alejen de la delincuencia. Mención especial merece la aparición en el casting como secundario de Humphrey Bogart en un inusual papel de abogado pusilánime y corrupto.
La película tiene, en gran medida, el nervio que tanto caracterizaba a Cagney. Sus interpretaciones son siempre vigorosas y electrizantes, contagiando al ritmo de la película que avanza sin caer en ningún momento en el aburrimiento bien dirigida por el siempre eficaz Michael Curtiz. Y beneficiándose del perfecto engranaje que había puesto en marcha la Warner para este tipo de cine, negro y con toque de protesta social, y que aún dio mejores frutos en "Los violentos años 20", realizada por Raoul Walsh un año después, en 1939.
Lo más interesante del guion me resulta cómo retrata la amistad entre el gangster y el sacerdote. Connolly quiere de manera sincera a su amigo pero, un poco en la línea de Alida Valli y Joseph Cotten en "El tercer hombre", ha de escoger entre amistad o proteger a la comunidad. Y elige proteger a la comunidad, y en especial a los jóvenes admiradores de Sullivan, denunciando todas las tropelías del grupo del hampa en que está integrado Sullivan. Por su lado, Sullivan protege a Connolly ante los demás hampones que lo quieren liquidar y ello desencadena el tiroteo de la última parte de la película.
Y se llega al final de la película donde de nuevo se realza la amistad entre los protagonistas, fingiendo Sullivan que se acobarda justo antes de ser atado en la silla eléctrica y escuchando el ruego que le ha hecho previamente Connolly, con el objeto que su muerte no lo convierta en un mito ante esos ángeles con caras sucias a los que se refiere el título del film. Un momento final donde destaca un inspirado Curtiz resolviendo muy bien la escena, mostrando en sombras y luego en off los momentos finales de Sullivan en la silla mientras la cámara se concentra en el rostro de Connolly.
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