Con un guion de Halsted Welles basado en una historia de Elmore Leonard, el especialista Delmer Daves filmó El tren de las 3:10 (1957), un sólido western bastante popular, al punto que se hizo una nueva versión hace unos quince años que no he visto.
La película empieza de manera magnífica con el asalto a una diligencia por parte de la banda de Ben Walde (Glenn Ford). Ante la resistencia del mayoral de la diligencia durante el atraco, que utiliza a uno de los asaltadores como escudo humano, Walde ejerce como líder duro e implacable liquidando a los dos hombres. Dan Evans (Van Hefllin), un pequeño propietario de ganado con problemas económicos, pasaba por allí con sus dos hijos en el momento del asalto y presencia lo que ha pasado, aunque Walde no les impone más castigo que el privarlos de caballos.
Walde y sus hombres llegan al pueblo, dan cuenta al sheriff que han asaltado la diligencia y se marchan de allí salvo el propio Walde, atraído por una chica que sirve en el saloon llamada Emma (Felicia Farr). Eso será fatal para Walde ya que, al retratarse y gracias al testimonio de Evans, es capturado. El propietario de la línea de diligencias y el sheriff especulan con la vuelta de la banda para liberar a su jefe, por lo que ponen en marcha un plan para el que necesitan dos hombres que custodien a Walde hasta que pase el tren a las 3:10. Evans, acuciado por problemas económicos, acepta y, de hecho, él toma el mando de las operaciones, atrincherándose finalmente en la habitación de un hotel esperando a que sea la hora de llevar al prisionero a la estación y coger el tren.
La película entraría en el terreno del western psicológico, una tensa espera con relación a la llegada de un tren que ya exploraron westerns muy remarcables como El último tren de Gun Hill o Solo ante el peligro. Aquí, en una última media hora espléndida, se desarrolla una progresión dramática con esa angustia para Evans que ha aceptado custodiar al prisionero por dinero y es tentado por Walde, que le promete mucho más dinero con tal de dejarlo escapar. El propietario de la línea de diligencias busca unos cuantos hombres para hacer frente a la banda de Walde, pero cuando ven el peligro desertan todos y el otro hombre que apoyaba a Evans, un hombre más bien débil y con problemas con el alcohol, es apresado y colgado en el vestíbulo del hotel en una escena admirablemente bien rodada por Daves. A pesar de que el amo de las diligencias exime a Evans de su misión, al haberse quedado solo frente a muchos hombres, este no desiste y se empeña en cumplir con el encargo que le han hecho, como tributo a ese hombre que no se arredró y fue colgado mientras otros se acobardaban y huían.
Cuando finalmente se dirigen Walde y Evans hacia la estación, la situación es muy difícil para el segundo que contara con la inesperada colaboración de Walde para subir al tren, aunque ello suponga su entrega. Es un giro brusco pero fundamentado en la evolución del personaje, desde que asesina a dos hombres al inicio de la película hasta su admiración por la entereza y determinación de Evans. A pesar de ser un criminal, Walde no deja de ser humano y en esa humanización, a partir de un inicio tan violento, tiene relación el papel de Felicia Farr, tercera en el reparto, aunque apenas tenga dos escenas en un breve escarceo amoroso. Es un pequeño papel, pero importante para descubrirnos ese lado más amable de Walde. Y dos escenas también rodadas de manera excelente, en las que percibimos la atracción y la cercanía de los personajes, así como discretamente entendemos que han tenido una breve aventura sexual.
Buenas interpretaciones de Heflin, en un registro parecido al de Raíces profundas como hombre profundamente testarudo, y Ford en un papel de villano ambiguo y atractivo, un papel complejo que el actor canadiense resuelve con mucha solvencia.
La película, sin llegar a la hora y media, es muy dinámica. Pese a que la parte final es en el hotel de una ciudad, también es un western en el que el paisaje está presente, con una tierra seca que ocasiona los problemas económicos de Evans y en la que se desarrolla el asalto y las escenas en la granja de Evans. Y, con una corta duración y pasando tantas cosas, queda un espacio para un importante papel secundario que es la mujer de Evans, que no ha podido dejar de sentir cierta admiración cuando el prisionero ha estado un tiempo en su casa, cosa que no pasa inadvertida a Evans, pero que, con gran determinación, se presenta en la ciudad en el momento decisivo del filme.
Gran western.
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