El inicio del curso político se abre con la incertidumbre de ver si Sánchez es capaz, salvando las distancias, de resistir como lo hizo Hitler en su bunker, suicidándose cuando los soviéticos estaban a menos de medio kilómetro del mismo. Anteayer tuvo la desvergüenza de decir, para justificar los frentes judiciales que asedian a sus familiares, que hay jueces que se dedican a hacer política. Al margen de alguna peculiar manera de actuar del juez Peinado, hay sólidos indicios de delito en el caso de su mujer, hermano y Fiscal General. Como mínimo, en el caso de su mujer, aunque finalmente no se determine que haya responsabilidad penal, sí la hay política y personal por haber utilizado recursos públicos para la realización de actividades privadas. En el caso del Fiscal General, aunque fuera absuelto, siempre va a quedar la sombra de si cometió el delito al haber presuntamente borrado las pruebas. Por ello, y por aquello de la mujer del César, debiera marcharse del puesto que ocupa.
Por otro lado, ha enviado a Illa a parlamentar con Puigdemont en Bruselas, buscando la rehabilitación política del prófugo e intentando allanar el camino a unos Presupuestos que, de todos modos, parecen difíciles de sacar adelante pues no solo los ha de negociar con Junts, sino con toda la sopa de siglas que le dio su apoyo en la investidura.
No obstante, parece que Sánchez dejó clara su intención de resistir, incluso si no puede sacar presupuestos en toda la legislatura, obviando el fraude democrático que ello supone. Óscar Puente vino a decir que no pasa nada por no tener presupuestos, que mejor tenerlos pero que si el crecimiento del PIB supera el 2% eso demuestra que no son tan importantes. Minusvalorando el hecho de no tener Presupuestos, o miente por malicia o por ignorancia. Y no sé que es peor.
Tal vez Sánchez quiera en este curso hacer un homenaje póstumo a Manuel de la Calva y, aunque la tempestad sea de dimensiones colosales, resistir como cantaba el Dúo Dinámico. Pero la agonía política de este mediocre individuo, que parece ya afectado de una creciente megalomanía, es insoportable de aguantar y, como homenaje también póstumo, los españoles le tendríamos que cantar el Se acabó de María Jiménez.
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