La última noche de Boris
Grushenko (1975) es una película de la primera etapa de Woody Allen, antes
de que dirigiera la oscarizada Annie Hall. Es una época de su
filmografía que, hace treinta o cuarenta años, pensaba que era menos importante
comparada con los grandes títulos que enlaza sobre todo en la década de los
ochenta. Pero, ahora que, en lo que llevamos de siglo XXI, y a pesar de que ha
dirigido muchas películas, el cine de Allen ha colapsado, creo que es oportuno
centrar la atención en estas películas ya que pasé un buen rato viendo La
última noche de Boris Grushenko hace unos días.
La película es un flash back
contado por un hombre condenado a muerte que la logrado el éxito que su
ejecución se demora una hora, de las cinco de la madrugada pasa a las seis. Contento
con ello, explica su historia, la de una familia rusa en la que él es un patoso
joven al lado de sus musculosos hermanos, enamorado de su prima Sonia (Diane
Keaton), amor no correspondido, pero sí tiene una amistad con ella manteniendo
conversaciones sobre temas trascendentes que alcanzan un punto delirante en el
contexto de la película.
Con ecos de la novela Guerra
y paz, Napoleón invade Rusia y Boris, cobarde y pacifista, se ve obligado a
enrolarse en el ejército. Paradójicamente, se convierte en un héroe de guerra,
coquetea con una condesa en la ópera y eso le lleva a ser retado por el amante
de esta, en un papel que interpreta Harold Gould. Sonia, viuda tras un
matrimonio con un comerciante de arenques, accede a casarse con Boris
calculando, de manera errónea, que no tiene ninguna posibilidad de ganar el
duelo.
La trama, disparatada, todavía
enloquece más cuando el matrimonio formado por Boris y Sonia urden un plan para
asesinar a Napoleón, infiltrándose en su corte suplantando a unos emisarios
españoles que José Bonaparte ha enviado a su hermano. Tras asesinar a un doble
de Napoleón, Sonia huye, pero Boris es apresado y condenado a muerte. Tras la
ejecución, Boris se aleja bailando de manera grotesca con la Muerte, que ya
había aparecido antes en la película, con una túnica blanca y la característica
guadaña, conversando sobre temas existencialistas con un Boris en su etapa
infantil.
Allen explota muy bien aquí su
bis cómica, que luego relajó hasta desaparecer en los años posteriores.
Combinando los referentes rusos de Tolstoi y Dostoievski, con referencias a
Kafka, Eisenstein y la filosofía existencialista en sus diálogos con Keaton,
Allen mezcla todo esto con escenas propias de películas de los hermanos Marx,
como el saludo reiterativo de Boris y Napoleón diciendo “no, el gran honor
es para mi”, junto con momentos disparatados a lo Monty Phyton; o escenas
de procacidad cómica parecidas a las de Mel Brooks como lo son las que tiene
Boris con la condesa que lo seduce con sus encantos.
La película tiene unos diálogos
muy ingeniosos y una sucesión de gags muy divertidos. Por ejemplo, me ha
gustado lo surrealista que resulta, cuando Boris recibe la instrucción militar
en medio de la Rusia del siglo XIX, que el sargento instructor sea negro,
siendo el típico hombre duro que impone una dura disciplina a los reclutas. O
el padre de Boris diciendo que posee tierras cuando lo que hace es llevar un
puñado de arena y hierbajos en los bolsillos.
Buena y muy divertida película de la primera etapa de Allen
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