Después del desastre ocasionado
porque el Congreso no ha convalidado el Decreto Ley que debía aprobar varias medidas
sociales, incluyendo la subvención al transporte y la revalorización de las
pensiones, leo demasiados análisis y conjeturas acerca de si el Gobierno está
contra las cuerdas y a la legislatura le queda poca vida.
¿Por qué hacer tantos análisis? Por supuesto que el Gobierno está contra las cuerdas desde el momento en que el desvergonzado Sánchez compró 7 votos a cambio de la Ley de amnistía, el acto de corrupción más grande que se ha dado en España desde la muerte de Franco, al cual por cierto ahora Sánchez exhumará durante este año en beneficio propio para conmemorar no se sabe muy bien qué.
Cínicos, incompetentes y trileros,
la legislatura está en manos de Sánchez y Puigdemont. Lo único que a uno le
preocupa es seguir ocupando la poltrona, entre otras cosas para buscar una
salida procesal benévola para la catedrática Begoña, mientras que al pastelero
de Àmer solo le preocupa, no el bienestar de los catalanes, sino una salida
personal para solucionar su situación de triste figura errabunda por Europa.
El rechazo de Junts al Decreto
Ley es un aviso propio de una película de mafiosos. Hay una partida en marcha y
los dos actores principales del sainete van jugando sus cartas, la mayoría de ellas
marcadas como trúhanes que son. Con dos personajes tan imprevisibles en su desvergüenza
y absoluta falta de principios, no vale la pena hacer análisis. Puede pasar de
todo, pero el problema que tienen no es ponerse de acuerdo sino los tiempos
marcados por las agendas política y judicial. Ahora Sánchez necesita aire en muy
breve plazo, la indignación de la gente es muy grande, ofende a la inteligencia
echar la culpa a la oposición chantajeándola en una ley en la que se votaban
decenas de cosas diversas y lo que quiere Puigdemont no puede ser inmediato.
Ese es el verdadero problema de la situación.
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