Punto límite es una
película de 1964 que trata sobre los peligros de una guerra nuclear, una
cuestión muy en boga en aquellos años de la guerra fría, que luego decayó a
finales del siglo XX y principios del XXI pero que ahora, con el conflicto
entre Rusia y Ucrania, vuelve a estar de actualidad.
En el marco de la Guerra Fría,
un escuadrón de bombarderos es enviado por error a destruir Moscú. Las medidas
de seguridad impuestas de antemano en ese tipo de operaciones, en las que se
tiene en cuenta que se pueda imitar la voz del presidente, hace que no haya
manera de subsanar el error ni siquiera cuando éste (Henry Fonda) llegue a
establecer comunicación con uno de los bombarderos. Fonda llega a una solución
trágica dado que es inevitable destruir Moscú y hace un trato, a través del
famoso teléfono rojo entre los gobiernos ruso y americano, ofreciendo destruir Nueva
York a cambio de frenar una escalada militar que desemboque en una mayor
destrucción.
La película empieza con un hombre que sueña con un toro al que ya se le ha entrado a matar con la espada y no puede ver el rostro del matador. Ese hombre es un piloto del ejército y el sueño será premonitorio del final trágico de la película. Es un inicio extraño e inquietante, apropiado para entrar en un clima de la película muy tenso pues, desde el principio, la línea argumental queda clara con la escuadra que se ha descoordinado y va por libre rumbo a Moscú. La película consiste en una carrera contrarreloj para evitar el desastre, intentando que sean aviones americanos los que puedan destruir a los cazabombarderos aunque nada logra que éstos se desvíen de su objetivo.
Fonda, en una gran interpretación,
afronta el dilema moral de sacrificar a una ciudad de varios millones de
habitantes para no provocar una escalada de decenas de millones de muertos y
estragos en todo el planeta. En sus tensas conversaciones con su homólogo
ruso a través de un intérprete, Fonda entiende la postura de los rusos como
sucedería en el caso contrario, ante un ataque así no cabe otra solución que
una respuesta armada. El problema es pensar hasta dónde ha de llegar una
represalia. Mientras Netanyahu ha matado a 40 o 50 personas por cada una de las
víctimas de los ataques de Hamas en octubre de 2023, el personaje de Fonda
estima “razonable” cambiar la capital rusa por la ciudad de los rascacielos.
Pero, en los cuadros de mando americanos, hay gente, como un hombre de ciencia que interpreta Walter Mathau que, aprovechando el error, creen que entonces hay que seguir adelante y atacar más, destruir totalmente al enemigo antes que pueda reaccionar. Así que el presidente es un moderado en comparación con otros americanos que no se amedrentan ante el choque nuclear.
Dirigida con oficio por Sidney
Lumet, la película transmite una gran tensión durante todo el rato y se
convierte en un buen, aunque inquietante, entretenimiento.
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