lunes, 14 de octubre de 2024

MI TÍO JACINTO

 

El actor infantil Pablito Calvo y el director húngaro Ladislao Vajda hicieron tres películas juntos y Mi tío Jacinto (1956) es la segunda de ellas, tras el éxito de taquilla que supuso Marcelino, pan y vino.

En esta segunda película la estética es totalmente neorrealista. En un muy buen inicio, una carta va pasando por varias direcciones hasta llegar a una chabola en la que viven dos personas en un estado de insalubridad lamentable. El escrito va dirigido a un extorero alcohólico llamado Jacinto (Antonio Vico), ofreciéndole trabajar en un espectáculo cómico taurino a cambió de 1.500 pesetas. En principio, desestima por orgullo la oferta, pero luego cambia de opinión. El otro habitante de la chabola es su sobrino Pepote, huérfano de siete años que malvive junto a su tío en estado de extrema pobreza.

Su ocupación habitual es recoger colillas para luego reciclarlas vendiendo las sobras del tabaco, así como cualquier encargo o recado para poder ganar algún dinero con el que malvivir. Tras recibir la carta, Jacinto y Pepote se dedicarán a intentar conseguir las 300 pesetas que suponen disponer de un traje de torero de alquiler. Pero no será fácil y Jacinto, bastante desesperado y a pesar de que es un hombre honrado sin antecedentes penales, llegará a intentar timar a alguien vendiendo relojes Omegas falsos con la desgracia de escoger a un policía de paisano por lo que pasará unas horas en comisaría. Como suministrador de los relojes y hombre espabilado al que quiere imitar Jacinto ya que es un maestro ejecutando el timo, aparecen en dos pequeños papeles dos entrañables monstruos como José Isbert y Miguel Gila.

Al final, Jacinto obtendrá el traje de torero de alquiler gracias al desconsolado llanto de su angelical sobrino que ablandará el corazón del dueño de la tienda. Entonces, se dirigirán hacia la plaza y la lluvia arruinará el espectáculo con el que Jacinto, pese a que tenía una parte cómica con presencia de payasos, quería reivindicarse. No obstante, antes de la lluvia ya había dado muestras de poca destreza en el toreo por pérdida de facultades. Jacinto saldrá triste de la plaza pensando que Pepote ha visto el fracaso, pero éste había salido de la plaza antes de empezar el espectáculo y el tío miente a su sobrino, exagerando su actuación como buena y finalizando así la película.

Fruto de una coproducción hispano-italiana, cosa que da lugar a que haya algún papel secundario asignado a actores del país transalpino como Paolo Stoppa, es una película muy dura y amarga, mostrando una España bastante mísera, con personajes dedicados a la picaresca y los timos. A pesar de que una película con la figura de Calvo pueda dar la impresión de película blanda y sensiblera, la verdad es que el personaje del niño inspira ternura pero su situación, con un final no feliz, es igual de desesperanzadora tanto al inicio como al final de la película.

La película está rodada en exteriores como el mercado del Rastro, la Plaza Mayor o el metro de Madrid, así como calles de barrios populares, dando mucha veracidad a los personajes y a la miseria en la que se mueven.  La ambientación cinematográfica es, pues, excelente y el ritmo de la película muy vivo desde que, en un minuto, vemos esa carta viajar de dirección en dirección hasta llegar a la mísera chabola. A partir de ahí, ninguna escena sobra, es muy entretenida y Antonio Vico realiza una notable interpretación.

Vajda, que trabajó con Pabst en los años 20, merece un lugar destacado en la historia del cine español. Junto a esta excelente película, tiene también dos obras notables que vi hace relativamente poco: la hispano-suiza El cebo y, también con Calvo y Peter Ustinov, otra producción hispano-italiana titulada Un ángel pasó por Brooklyn. 

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