Veo otra película de
Monnicelli, Los camaradas (1963), que no conocía y la situaría entre las
grandes obras del director romano, y del cine italiano en su totalidad. Se
trata de una tragicomedia que tiene como protagonista a Marcello Mastroianni y
destacados secundarios como Renato Salvatore, Annie Girardot y la mítica
Raffaella Carrá, casi irreconocible por lo joven que era y llevar el pelo oscuro.
Situada a finales del siglo XIX
en Turín, la película muestra la lucha de unos obreros de una fábrica textil
que trabajan 14 horas al día, sin ninguna medida de seguridad laboral y
empiezan a plantearse que tienen que reivindicar mejoras ante los patrones. Una
primera tentativa de forzar las cosas para hacer una hora menos al final de la
jornada fracasa por falta de voluntad y mala coordinación. Posteriormente,
quieren reducir la hora entrando más tarde pero, discutiendo esto en asamblea,
toma la palabra un hombre que ha llegado hace poco a la ciudad, el exprofesor
de instituto Sinigaglia, que les convence para hacer una huelga como Dios
manda, un paro total, indefinido y subiendo la apuesta en sus reivindicaciones.
Los obreros organizan una caja de resistencia y, desde ese momento, hay un
pulso entre ellos y los patronos por ver quien puede aguantar más, con
informaciones interesadas y falsas que hacen correr los últimos, también al límite al
tener la producción parada. Finalmente, y tras subir mucho la tensión entre
obreros y patronal, Sinigaglia organizará una marcha hacia la fábrica con la
intención de ocuparla, desencadenándose una tragedia en la que el mismo
ejército disparará, tras recibir una lluvia de objetos, contra los obreros
muriendo Homero, uno de los más jóvenes y siendo detenido el profesor por la
fuerzas de orden público.
Es destacable esa facilidad que
hay en algunas películas italianas de estos maestros en como pasar, con la
mayor naturalidad, de la comedia al drama y, en este sentido, en esta película
me parece admirable ese tránsito igual que pasaba en La gran guerra del
mismo Monicelli o en Todos a casa de Comencini. Las situaciones de
comedia son bastante comedidas, aunque siempre bien introducidas en la acción,
y la película no ahorra momentos de tragedia descarnada, como un obrero que pierde
un brazo al inicio de la película al quedársele atrapado en la máquina textil o
los disturbios finales con un adolescente muerto por una bala disparada por el ejército.
Pero el tono que Monicelli da no es panfletario, su exposición está hecha con
tanta naturalidad que nos metemos en la historia y nos conmueve esa lucha
obrera que, por otra parte, refleja una injusticia social y desigualdad que
sigue presente, de maneras más amables, hoy en día por lo que nunca pierde actualidad
un filme así.
La película es muy rica en
detalles, con muchos matices y, por ejemplo, además de la lucha obreros-patronal
también refleja la diferencia entre el norte y sur del país. Hay unos
personajes provenientes de Sicilia que viven en unas casas aún más miserables
que las de los obreros piamonteses y uno de ellos, todavía más necesitado que ellos y
no queriendo hacer huelga, recibe un salvoconducto del comité de huelga para
que acuda a trabajar y se convierta en esquirol, cosa que no le sirve de nada
ante la impiedad de los patronos. Hay una relación entre dos jóvenes, un chico
piamontés y una chica siciliana diciéndole el primero que, en su casa, dicen
que los sicilianos han venido a Turín a causar problemas. La chica le contesta
que, en su casa, le dicen lo contrario y que fueron los piamonteses quienes fueron
a crear problemas a Sicilia. Al margen de la lucha obrera, la vertebración del
país, hecha veinte o treinta años atrás, era problemática y lo seguiría siendo
mucho tiempo después, probablemente hasta nuestros días.
La escenografía es muy buena con
una recreación excelente de la fábrica textil, con esas máquinas hiladoras
funcionando a todo trapo y que comportan un peligro ante la falta de medidas de
seguridad. La fotografía en blanco y negro acentúa los tonos grises reflejando
esa neblina turinesa, a tono con la historia para unos
trabajadores con un futuro muy oscuro.
Mastroianni tiene en el
profesor Sinigaglia una de sus mayores interpretaciones y, teniendo en cuenta
su filmografía, decir eso es poner el listón muy alto. Pero su enigmático
personaje, un hombre con perfil intelectual que aparece en un tren no se sabe muy bien de dónde, adquiriendo
un carácter casi mesiánico, con un discurso lleno de dignidad, justicia y convencimiento;
y a la vez una precariedad en su figura que se muestra sobre todo en ser igual
de famélico que Carpanta, resulta entrañable y emotivo. Mastroianni transmite
esa extraordinaria sensibilidad del personaje para hacer una de sus mejores
interpretaciones.
También hay que destacar las
interpretaciones de Renato Salvatore, como el obrero nihilista y pesimista,
reticente ante las movilizaciones y acoger como compañero de piso a Sinigaglia
por orden del comité de huelga, que
acaba comprometido con la lucha recogiendo el testigo del profesor y cogiendo un
tren en la última escena del filme; así como la de Annie Girardot, hija de una
familia obrera que se ha convertido en prostituta de clientes ricos para huir
de la miseria, pero conserva una simpatía por sus raíces y aloja en su casa una
noche a Sinigiglia cuando éste está en busca y captura en las horas anteriores a
la resolución final de la película.
Obra maestra.
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