De manera insospechada,
adquiero en un HMV de la ciudad de Stirling un DVD de oferta en el que, en una
edición del BFI, se ofrecen tres películas de Yasujiro Ozu de finales de
los años 20 y primeros del 30 con el título genérico de El cine de gangsters
en Ozu. Veo una de ellas, La
mujer de esa noche (titulada en japonés Sono yo no tsuma y realizada
en 1930) y no es una película de cine negro, salvo su inicio, sino más
bien una película de drama social con fuerte componente de descripción
psicológica de los personajes. Cuando Ozu rodó La mujer de esa noche
ya había realizado 14 películas, de las cuales, desgraciadamente, 11 se han
perdido total o parcialmente.
En las primeras escenas,
tenemos un inicio que sí podríamos decir clásico de cine negro americano mostrándose
un atraco en el que un hombre, armado con pistola y tras reducir a unos
empleados, huye con un botín mientras es seguido por la policía. Pero, al
aparecer un subtítulo de “en otra parte de la ciudad”, ya se nos
introduce en un modesto apartamento en el que tendrá lugar unas tres cuartas
partes de la trama en una película bastante corta, que supera en poco la hora de
duración. En ese apartamento, nos enteramos de que hay una mujer desesperada
pues su hija, de unos 5 o 6 años, está gravemente enferma, con riesgo de muerte
según informa el médico. Se necesita una suma de dinero importante para
afrontar los gastos de asistencia sanitara y salvarla, estando ahí el origen
del atraco que hemos visto al inicio a cargo del padre de la pequeña. El joven
padre regresa a casa, pero es perseguido por un policía, un hombre de unos
cincuenta años, que hace su trabajo de manera profesional. De manera hábil, la
mujer conseguirá reducir al policía que queda secuestrado por la familia, ve el
drama que se cierne sobre ellos y afrontará el dilema moral de qué hacer. En un
momento en que ha recuperado las armas de fuego que están en el piso, el
policía fingirá estar dormido para facilitar la huida del atracador pero, una
vez en la calle, éste comprenderá que debe afrontar sus responsabilidades
penales y, diríamos que a su pesar, el policía se lleva esposado al hombre
hasta la comisaría mientras, afortunadamente, la niña ha salvado las horas más
críticas, eludiendo la muerte e iniciando su recuperación.
Si la fama del estilo de Ozu
viene del uso de la cámara en posiciones bajas, con pocos movimientos, largos
planos fijos y las tramas versan sobre la cotidianeidad de la vida familiar, en
La mujer de esa noche no se dan esas características. Es un Ozu
menos japonés y más americano, sobre todo en el inicio del filme que recuerda,
por ejemplo, a un filme como Los muelles de Nueva York de Von Stenberg,
utilizando la cámara en travellings o aproximándola a objetos como armas de
fuego para llamar la atención sobre los elementos que intervendrán en el
suspense de las escenas con más tensión. Está claro que Ozu, por muy japonés
que fuera, no desconocía el cine americano y, en el apartamento, hay pegado en
la pared un póster de una película de Walter Houston, y también de musicales de
Broadway.
Sin ser el estilo de películas
que había visto en Ozu, me parece que esta película funciona muy bien. Filma a
los personajes de manera natural y con una eficacia parecida a los grandes
directores americanos de la época, de una manera que nos convence sobre la
angustia de la situación por el estado de salud de la niña, siendo remarcable
la actuación de la madre, Mitchuko Ichimura, la mejor intérprete del reparto.
Ozu, atento a los detalles, nos da en su dirección las pistas para captar la
psicología de los personajes, destacando el dilema moral del policía, que se
debate entre el deber y la compasión, captándose resignación por la forma en
que pone finalmente las esposas al padre de la pequeña.
Buena película.
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