Con Une chambre en ville
(1982), Jacques Demy recuperó casi veinte años más tarde el esquema de película
en que los diálogos son, en su integridad, canciones, que tanto éxito le dio en
Los paraguas de Cherburgo.
La película tiene una
estructura circular, abriéndose y cerrándose con una manifestación de obreros metalúrgicos
que se enfrentan a la policía en la Nantes de 1955. Para los que piensen que el
cine de Demy es ajeno a expresar la agitación política y social del país, aquí
hay una buena muestra, más explícita y menos sutil que en otras películas suyas,
conforme en su cine está a menudo presente la conflictividad social, no solo
por esas escenas bastante violentas por lo que se refiere a la represión policial,
sino también porque la clase social condiciona la actitud de los personajes.
Lo que tenemos en medio de esa
estructura circular es un melodrama en que el amor es el protagonista como en
otras películas de Demy, pero aquí en clave mucho más trágica que en aquellos
paraguas de Cherburgo.
François Gilbaurd (Richard
Berry) es un obrero metalúrgico que vive de alquiler en una habitación de una
casa de la viuda Sra. Langlois (Danielle Darrieux) consumida por la desaparición
de su marido e hijo, venida a menos desde el punto de vista económico y
ahogando sus penas en alcohol. A pesar de que Gilbaurd tiene novia formal, Violette
(Fabienne Guyon), la cual a lo largo de la película le dice que está
embarazada, se enamora perdidamente de la hija de Langlois, Edith (Dominique
Sanda), una mujer que vive de manera insatisfactoria su matrimonio a causa de
la impotencia de su marido, el rudo y violento Sr. Leroyer (Michel Piccoli), un
propietario de una tienda en que se venden los primeros aparatos de televisión
de la época.
Dado que Michel Legrand no
quiso componer la música de la película, Demy tuvo que sustituir a su
colaborador habitual por Michel Colombier, que no nos deja ninguna de aquellas
melodías pegadizas de Legrand, pero sí compone una banda sonora adecuada al tono
trágico de la película.
Demy filma un melodrama sin
concesiones, con un romanticismo exacerbado, pero sin caer nunca en la
sensiblería y llena de momentos muy intensos, como el primer encuentro entre
Gilbaurd y Ediht, que se pasea en la primera parte de la película con un abrigo
de visón como única prenda de vestir; o la pelea entre ésta y su marido en la
segunda escena que comparten y que acaba con el personaje de Piccoli cortándose
el cuello y suicidándose.
Si el final de Los paraguas
de Cherburgo era cinematográfico, en el sentido de resolver aquellas
escenas en la gasolinera a través de las miradas de los personajes, en Une
chambre en ville Demy opta por un final operístico. Estando los tres personajes femeninos en casa
de la Sra. Langlois, Gilbaurd ha sido herido por la policía y es transportado a
esa casa. Mientras agoniza, Edith no puede superar la muerte de su amor y se
pega un tiro en el estómago cayendo sobre el cuerpo de Gilbaurd. Un final
estridente, muy potente, que lleva la tragedia al paroxismo.
Si Darrieux y Piccoli están como
siempre soberbios, éste último en un papel de hombre desagradable y malvado,
también me resulta muy convincente la actuación de Dominique Sanda, apasionada
y ardiente.
Gran película de Demy, en la
estela de sus mejores películas de los años sesenta.
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