martes, 13 de agosto de 2024

UNE CHAMBRE EN VILLE

 

Con Une chambre en ville (1982), Jacques Demy recuperó casi veinte años más tarde el esquema de película en que los diálogos son, en su integridad, canciones, que tanto éxito le dio en Los paraguas de Cherburgo.

La película tiene una estructura circular, abriéndose y cerrándose con una manifestación de obreros metalúrgicos que se enfrentan a la policía en la Nantes de 1955. Para los que piensen que el cine de Demy es ajeno a expresar la agitación política y social del país, aquí hay una buena muestra, más explícita y menos sutil que en otras películas suyas, conforme en su cine está a menudo presente la conflictividad social, no solo por esas escenas bastante violentas por lo que se refiere a la represión policial, sino también porque la clase social condiciona la actitud de los personajes.

Lo que tenemos en medio de esa estructura circular es un melodrama en que el amor es el protagonista como en otras películas de Demy, pero aquí en clave mucho más trágica que en aquellos paraguas de Cherburgo.

François Gilbaurd (Richard Berry) es un obrero metalúrgico que vive de alquiler en una habitación de una casa de la viuda Sra. Langlois (Danielle Darrieux) consumida por la desaparición de su marido e hijo, venida a menos desde el punto de vista económico y ahogando sus penas en alcohol. A pesar de que Gilbaurd tiene novia formal, Violette (Fabienne Guyon), la cual a lo largo de la película le dice que está embarazada, se enamora perdidamente de la hija de Langlois, Edith (Dominique Sanda), una mujer que vive de manera insatisfactoria su matrimonio a causa de la impotencia de su marido, el rudo y violento Sr. Leroyer (Michel Piccoli), un propietario de una tienda en que se venden los primeros aparatos de televisión de la época.

Dado que Michel Legrand no quiso componer la música de la película, Demy tuvo que sustituir a su colaborador habitual por Michel Colombier, que no nos deja ninguna de aquellas melodías pegadizas de Legrand, pero sí compone una banda sonora adecuada al tono trágico de la película.

Demy filma un melodrama sin concesiones, con un romanticismo exacerbado, pero sin caer nunca en la sensiblería y llena de momentos muy intensos, como el primer encuentro entre Gilbaurd y Ediht, que se pasea en la primera parte de la película con un abrigo de visón como única prenda de vestir; o la pelea entre ésta y su marido en la segunda escena que comparten y que acaba con el personaje de Piccoli cortándose el cuello y suicidándose.  

Si el final de Los paraguas de Cherburgo era cinematográfico, en el sentido de resolver aquellas escenas en la gasolinera a través de las miradas de los personajes, en Une chambre en ville Demy opta por un final operístico.  Estando los tres personajes femeninos en casa de la Sra. Langlois, Gilbaurd ha sido herido por la policía y es transportado a esa casa. Mientras agoniza, Edith no puede superar la muerte de su amor y se pega un tiro en el estómago cayendo sobre el cuerpo de Gilbaurd. Un final estridente, muy potente, que lleva la tragedia al paroxismo.   

Si Darrieux y Piccoli están como siempre soberbios, éste último en un papel de hombre desagradable y malvado, también me resulta muy convincente la actuación de Dominique Sanda, apasionada y ardiente.

Gran película de Demy, en la estela de sus mejores películas de los años sesenta. 

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