martes, 6 de agosto de 2024

EL SILENCIO

 

El silencio me parece un gran Bergman, una de sus obras más angustiosas y en la que alcanza un grado de crueldad más grande analizando la naturaleza humana.

Esther, su hermana Anna y su pequeño sobrino Johan viajan en ferrocarril y llegan a un país extraño, en el que hablan una lengua totalmente diferente y no pueden comunicarse con normalidad. Se alojan en un hotel pues Esther está enferma y, mientras ella se queda en el hotel reposando en la cama, Anna se adentra en la ciudad en busca de experiencias que le alivien su tedio mientras el niño se convierte en espectador de la mala relación de las hermanas, así como del extraño clima que se vive en el hotel.

En primer lugar, destacaría que la película nos habla de la incomunicación y soledad. Prácticamente no hay diálogo entre las dos hermanas y, cuando lo hay, solo es para hacerse reproches con extrema crueldad. Esther, a pesar de ser traductora y por tanto experta en lenguas, no logra comunicarse con nadie de hotel. El encargado del establecimiento intenta complacer a Esther y que se encuentre cómoda pero la comunicación es primitiva y de carácter gestual. Por su parte, Anna sale del hotel y va a una especie de music hall pero no puede comunicarse con nadie, ve una pareja teniendo relaciones sexuales en medio del anfiteatro del local y, luego, lleva al camarero del bar al hotel para tener con él una relación sexual en la que no hay ningún diálogo y de la cual, como todo lo que pasa en el hotel, es espectador su hijo.

La irrupción de un tanque en medio de la calle, con lo que se supone que el país está en guerra, o la estancia de una compañía de enanos en el hotel provenientes de Madrid y que actúan en el espectáculo del music hall añaden un toque extraño a la película, siniestro y opresivo además de poder sujetarse a diversas interpretaciones.

Por otro lado, Bergman declaró haber filmado con esta película su trilogía sobre la ausencia de Dios, siendo los otros dos filmes Los comulgantes y Como en un espejo. Aquí esa ausencia se manifiesta en un absoluto caos en que se incluyen una relación fraternal envenenada hasta una crueldad extrema sin que aparezca la figura paternal para reconducir la situación familiar, una angustiosa soledad, la práctica del sexo sin lazos afectuosos, la muerte rondando el mal estado de salud de Esther, la violencia expresada por el tanque en medio de un núcleo urbano. Un mundo en que la ausencia de Dios es la falta de un orden que dé descanso al malestar y desazón de las protagonistas. Y, como espectador, un niño, dando vueltas por el hotel, pero tal vez en un proceso de aprendizaje para superar esa angustia de vivir, ya irremediable, de su madre y de su tía. 

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