Kaurismaki volvió en La vida
de bohemia (1992) al mundo de los perdedores y casi excluidos de la
sociedad. Marcel Marx, escritor en busca de apoyo para editar una revista y que
apareció veinte años más tarde en Le Havre; Sauchanard, un compositor
musical de origen irlandés y Rodolfo, un inmigrante ilegal de origen albanés
que se dedica a la pintura, son los artistas bohemios sobre los que se
construye el filme. Con un París bellamente fotografiado en blanco y negro, los
protagonistas buscan el sentido a la vida y lo que encuentran seguro es el
sentido de la amistad, cuestión tanto o más importante.
No falta la historia de amor,
siguiendo en este punto más la ópera de Puccini que la novela de Henri Berger,
en que la desdichada Mimi, enamorada de Rodolfo, fallece tuberculosa al final
de la película. Justamente la solidaridad entre los amigos para proporcionar un
lugar en que se presten los mejores cuidados a Mimi ante su enfermedad es
mostrada con la eficacia narrativa habitual de Kaurismaki, sin subrayados, vendiendo
el músico y escritor sus bienes más preciados, mientras Rodolfo intenta obtener
dinero a través de su comprador habitual de cuadros. Otro momento en que se
prueba la amistad de los personajes es cuando Rodolfo ha sido expulsado de
Francia. Enterados que ha logrado traspasar la frontera, Marcel y Sauchnard no
dudan en acudir en auxilio de Rodolfo que reingresa en Francia de manera ilegal
escondido en el maletero del coche de una familia búlgara con matrícula de la
RDA. En definitiva, gente sin recursos, pero solidaria, buena gente en un mundo
cada vez más deshumanizado y con una Mimi que, por amor, rehace su relación con
el desarrapado Rodolfo abandonando a un pretendiente con mucha mejor posición
económica. Puro romanticismo pero, explicado por Kaurismaki, del bueno.
Si en la novela y ópera se
retrataba el siglo XIX y el contraste entre burgueses y los bohemios, aquí más
bien esa burguesía se ha transformado en el capitalismo salvaje que, a través
de agentes inmobiliarios impacientes, expulsan por impago de la vivienda a
Marcel en la primera escena de la película, antes que conozca a los otros dos
personajes con los que confraternizará.
La parte humorística de la
película se basa aquí fundamentalmente en los cameos de tres personajes ligados
al mundo del cine. Por un lado, tenemos a Louis Malle que se ofrece a pagar la
cena en un restaurante después de que, en una escena homenaje a Bresson, a
Rodolfo le hayan robado la cartera; por otro lado, hay un breve papel como
editor de Sam Fuller, soltando un improperio en inglés al final de la segunda
escena en que aparece brevemente; y, en un papel un poco más largo, está Jean
Pierre Leaud, inexpresivo como siempre y aquí interpretando a un industrial
azucarero que se enamora de la obra pictórica de Rodolfo convirtiéndose en su
mecenas particular.
Otra buena película de
Kaurismaki.
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