Alberto Crespi, en su libro
sobre la historia del cine italiano, aborda el capítulo dedicado al 8 de
septiembre de 1943 citando Il carro armato dell’8 settembre de Gianni
Puccini y Tutti a casa de Luigi Comencini, ambas de 1960, además de dos
películas de los años noventa: In nome del Popolo sovrano de
Luigi Magni y Mediterraneo de Gabriele Salvatore. Y, al final del
capítulo, da un dato muy interesante y es que justo en 1960 se forma un
gobierno monocolor de la democracia cristiana con los votos decisivos del MSI,
formación neofascista que vuelve a ser importante quince años después del final
de la guerra y que es el antecedente de lo que ahora es el partido de la Sra.
Meloni. Es interesante seguir esta evolución del neofascismo italiano, desde
ese lejano 1960 hasta ahora pasando por las Brigadas Rojas, el terrorismo de la
extrema derecha, las interferencias de la mafia, el asesinato de Passolini, los
procesos judiciales de Manos Limpias, la aparición de Berlusconi, la
desaparición de la izquierda y la llegada de la rubia cuarentona al Palacio
Chigi, sede del gobierno italiano. Se han dado muchas vueltas para acabar, en
gran medida, en una sociedad no muy diferente del régimen de Mussolini con un fascismo, eso sí, más sutil y siendo algo que también pasa en otras partes de Europa. Y el
libro de Crespi ayuda a entender la historia de Italia, en este capítulo en concreto con
ese 8 de septiembre de 1943 como fecha trascendental.
La película que más destaca es Todos
a casa, un peliculón que va subiendo la intensidad hasta llegar a un final
espléndido como también pasaba en La gran guerra. La película es muy
fiel en su inicio a lo que pasó el 8 de septiembre de 1943. La inmensa mayoría
del ejército no sabía que cinco días antes se había firmado un armisticio entre
Italia y los aliados. Un pelotón encabezado por el teniente Innocenzi (Alberto
Sordi) está marchando, cantando una canción patriótica, cuando en el cuartel se
escucha la alocución radiofónica del mariscal Badoglio informando del
armisticio, conminando a no atacar a las fuerzas angloamericanas, pero sí a
estar dispuesto a repeler agresiones de otras fuerzas.
La noticia provoca el caos del
ejército ante la falta de previsión y se produce un colapso. Innocenzi y su
pelotón quedan desbordados por la situación, no teniendo donde ir ni ante qué
mando presentarse, pierden a la mayor parte de los soldados que intentan llegar
a su casa como sea previa deserción y, finalmente, lo mismo hará el teniente
con tres de sus soldados: el zapador Cecacarelli (Serge Reggiani), el sargento
Fornaciari (Martin Balsam) y el soldado Codegato (Nino Castelnuovo). Una vez
han cambiado sus uniformes por ropa de civil y ante el dominio militar alemán,
que ya andaban con la mosca tras la oreja en esos primeros días de septiembre y
utilizan las tropas ya desplegadas en la península, el teniente y su pequeña
tropa serán testigos de los desastres de la guerra en forma de anarquía,
violencia, hambre y miseria mientras atraviesan gran parte de Italia, desde el
Adriático, para llegar a Nápoles. Hay una escena especialmente ilustradora y es
el asalto a una furgoneta que contiene sacos de harina por parte de una
población hambrienta.
Por supuesto, hay momentos de
comedia como Sordi diciendo, en los momentos de confusión inicial, que los
alemanes se han aliado con los angloamericanos; un alemán que intenta
infructuosamente que el pelotón de Sordi lo haga prisionero; el diálogo entre
Sordi y el prisionero americano hablando una mezcla de italiano e inglés; los
alemanes dudando de si Módena es una ciudad italiana mientras los italianos se
hacen los despistados para no delatar a una chica judía que lleva el nombre de
esa ciudad como apellido; el párroco ayudando a esconderse a Sordi y otros
italianos en la iglesia mientras oficia una misa; o Cecarrelli intentando
sobornar a unos italianos fascistas con un paquete de comida cuando sus
compañeros han hecho un banquete antes y él, muy inocente, no lo sabe.
Momentos de comicidad que no
empañan otros de gran dureza dramática, como cuando Codegato se sacrifica
pagando con su vida para que la chica hebrea pueda huir de los nazis o, tal vez
el momento culminante del filme, cuando Cecacarelli ha sido acribillado, pero aún vive y Sordi se
plantea que ya no es momento de observar y pasa a la acción, auxiliando a su
compañero aunque ya no sea posible salvarle la vida y uniéndose al final a los
partisanos en la liberación de Nápoles que se produjo a finales de ese mes de septiembre.
Aunque todos los actores están
bien, Alberto Sordi demuestra especialmente su grandeza, esa capacidad para
hacer una transición entre comedia y drama con tanta naturalidad. En principio,
es un militar obediente, que intenta hacer bien su trabajo, inserto en esa
burocracia militar y el devenir de la película le va haciendo tomar conciencia
del cambio de rumbo histórico que se está produciendo. Aparece también en el
reparto Eduardo de Filipo, como padre del personaje de Sordi y representando a
esa Italia que siguió voluntariamente a los alemanes y prosiguió la guerra con
Mussolini como cabeza títere de un régimen dominado por los nazis. De Filipo le
dice a su hijo que los alemanes ganarán la guerra porque tienen armas secretas
y, visto el panorama, el teniente y Cecacarelli abandonan la seguridad de la
casa de los Innocenzi, esquivando de paso formar parte del nuevo ejército fascista aliado de los alemanes, para entrar en la última parte de la película en las
inmediaciones de Nápoles, acabando la película con la liberación de la ciudad
como indica el rótulo final del filme.
Gran película, que tiene un buen inicio pero
que además va creciendo en intensidad a medida que los personajes viajan por Italia hasta
que, como dice Crespi, Sordi comprende que ya no es un militar sino un
ciudadano que dispara el arma contra los invasores y que pertenece a una Italia
diferente de la que representa su propio padre y a la que sirvió como teniente hasta hace unas semanas.
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