jueves, 15 de agosto de 2024

TODOS A CASA

 

Alberto Crespi, en su libro sobre la historia del cine italiano, aborda el capítulo dedicado al 8 de septiembre de 1943 citando Il carro armato dell’8 settembre de Gianni Puccini y Tutti a casa de Luigi Comencini, ambas de 1960, además de dos películas de los años noventa: In nome del Popolo sovrano de Luigi Magni y Mediterraneo de Gabriele Salvatore. Y, al final del capítulo, da un dato muy interesante y es que justo en 1960 se forma un gobierno monocolor de la democracia cristiana con los votos decisivos del MSI, formación neofascista que vuelve a ser importante quince años después del final de la guerra y que es el antecedente de lo que ahora es el partido de la Sra. Meloni. Es interesante seguir esta evolución del neofascismo italiano, desde ese lejano 1960 hasta ahora pasando por las Brigadas Rojas, el terrorismo de la extrema derecha, las interferencias de la mafia, el asesinato de Passolini, los procesos judiciales de Manos Limpias, la aparición de Berlusconi, la desaparición de la izquierda y la llegada de la rubia cuarentona al Palacio Chigi, sede del gobierno italiano. Se han dado muchas vueltas para acabar, en gran medida, en una sociedad no muy diferente del régimen de Mussolini con un fascismo, eso sí, más sutil y siendo algo que también pasa en otras partes de Europa. Y el libro de Crespi ayuda a entender la historia de Italia, en este capítulo en concreto con ese 8 de septiembre de 1943 como fecha trascendental.

La película que más destaca es Todos a casa, un peliculón que va subiendo la intensidad hasta llegar a un final espléndido como también pasaba en La gran guerra. La película es muy fiel en su inicio a lo que pasó el 8 de septiembre de 1943. La inmensa mayoría del ejército no sabía que cinco días antes se había firmado un armisticio entre Italia y los aliados. Un pelotón encabezado por el teniente Innocenzi (Alberto Sordi) está marchando, cantando una canción patriótica, cuando en el cuartel se escucha la alocución radiofónica del mariscal Badoglio informando del armisticio, conminando a no atacar a las fuerzas angloamericanas, pero sí a estar dispuesto a repeler agresiones de otras fuerzas.

La noticia provoca el caos del ejército ante la falta de previsión y se produce un colapso. Innocenzi y su pelotón quedan desbordados por la situación, no teniendo donde ir ni ante qué mando presentarse, pierden a la mayor parte de los soldados que intentan llegar a su casa como sea previa deserción y, finalmente, lo mismo hará el teniente con tres de sus soldados: el zapador Cecacarelli (Serge Reggiani), el sargento Fornaciari (Martin Balsam) y el soldado Codegato (Nino Castelnuovo). Una vez han cambiado sus uniformes por ropa de civil y ante el dominio militar alemán, que ya andaban con la mosca tras la oreja en esos primeros días de septiembre y utilizan las tropas ya desplegadas en la península, el teniente y su pequeña tropa serán testigos de los desastres de la guerra en forma de anarquía, violencia, hambre y miseria mientras atraviesan gran parte de Italia, desde el Adriático, para llegar a Nápoles. Hay una escena especialmente ilustradora y es el asalto a una furgoneta que contiene sacos de harina por parte de una población hambrienta.

Por supuesto, hay momentos de comedia como Sordi diciendo, en los momentos de confusión inicial, que los alemanes se han aliado con los angloamericanos; un alemán que intenta infructuosamente que el pelotón de Sordi lo haga prisionero; el diálogo entre Sordi y el prisionero americano hablando una mezcla de italiano e inglés; los alemanes dudando de si Módena es una ciudad italiana mientras los italianos se hacen los despistados para no delatar a una chica judía que lleva el nombre de esa ciudad como apellido; el párroco ayudando a esconderse a Sordi y otros italianos en la iglesia mientras oficia una misa; o Cecarrelli intentando sobornar a unos italianos fascistas con un paquete de comida cuando sus compañeros han hecho un banquete antes y él, muy inocente, no lo sabe.

Momentos de comicidad que no empañan otros de gran dureza dramática, como cuando Codegato se sacrifica pagando con su vida para que la chica hebrea pueda huir de los nazis o, tal vez el momento culminante del filme, cuando Cecacarelli  ha sido acribillado, pero aún vive y Sordi se plantea que ya no es momento de observar y pasa a la acción, auxiliando a su compañero aunque ya no sea posible salvarle la vida y uniéndose al final a los partisanos en la liberación de Nápoles que se produjo a finales de ese mes de septiembre.

Aunque todos los actores están bien, Alberto Sordi demuestra especialmente su grandeza, esa capacidad para hacer una transición entre comedia y drama con tanta naturalidad. En principio, es un militar obediente, que intenta hacer bien su trabajo, inserto en esa burocracia militar y el devenir de la película le va haciendo tomar conciencia del cambio de rumbo histórico que se está produciendo. Aparece también en el reparto Eduardo de Filipo, como padre del personaje de Sordi y representando a esa Italia que siguió voluntariamente a los alemanes y prosiguió la guerra con Mussolini como cabeza títere de un régimen dominado por los nazis. De Filipo le dice a su hijo que los alemanes ganarán la guerra porque tienen armas secretas y, visto el panorama, el teniente y Cecacarelli abandonan la seguridad de la casa de los Innocenzi, esquivando de paso formar parte del nuevo ejército fascista aliado de los alemanes, para entrar en la última parte de la película en las inmediaciones de Nápoles, acabando la película con la liberación de la ciudad como indica el rótulo final del filme.

 Gran película, que tiene un buen inicio pero que además va creciendo en intensidad a medida que los personajes viajan por Italia hasta que, como dice Crespi, Sordi comprende que ya no es un militar sino un ciudadano que dispara el arma contra los invasores y que pertenece a una Italia diferente de la que representa su propio padre y a la que sirvió como teniente hasta hace unas semanas.  

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