Michael Curtiz finalizó su
extensa carrera en 1961 rodando Los comancheros, que no pudo llegar a
ver pues murió mientras la película estaba en fase de montaje. Se trata de un vistoso
western, en Cinemascope, con música de Elmer Bernstein y con un John Wayne en
uno de los mejores momentos de su carrera.
Wayne es un ranger de Texas que
detiene a un jugador sobre el que pesa una orden de detención por asesinato dictada
en el estado de Loisiana. El jugador está interpretado por Stuart Whitman y se
escapará en un primer momento de la vigilancia de Wayne. Posteriormente, Wayne
tratará de infiltrarse en una organización de comancheros, hombres blancos que
ayudan a los comanches, les proporcionan armas y alcohol con lo que los indios
andan descontrolados. En compañía de un agente de los comancheros interpretado
por Lee Marvin, se reencontrará con Whitman en una timba de póquer. Marvin, muy
impulsivo, desaparece pronto de escena y Wayne vuelve a detener a Whitman
estableciéndose finalmente entre ellos una verdadera amistad. Wayne le
introduce dentro de la comunidad y, en un peculiar juicio, queda exonerado de
responsabilidad penal por el asunto de Louisiana. Se encaminan juntos al
reducto de los comancheros, una especie de mini estado independiente ubicado en
un lugar casi inaccesible y gobernado por un siniestro personaje que va en
silla de ruedas. Allí Wayne y Whitman lo pasarán mal, pero serán ayudados, en
la parte romántica del filme, por la hija del tirano inválido que había
conocido a Whitman poco antes de su detención al principio de la película y se
había enamorado de él.
Wayne ya le da, por su sola
presencia, mucho fuste a cualquier western, pero aquí Whitman no le pierde la
cara a su duelo interpretativo y ofrece un convincente personaje de jugador
profesional que se ve inmiscuido en una guerra india y, de propina, tiene la
fortuna de enamorarse e iniciar una nueva vida con la chica, en un papel
interpretado por Ina Balin. Todavía le da más nervio a la película Lee Marvin,
capaz de tratar de tú a tú a Wayne con su formidable presencia en la pantalla,
si bien en 1961 aún no era una estrella y su papel es bastante corto.
Hay algunas cosas que recuerdan
a Ford en la película. Por un lado, la utilización del paisaje y, por otro,
cuando Wayne y Whitman llegan a un rancho atacado por los indios, con los
cadáveres expuestos y las señales del ataque en forma de destrozos y columnas
de humo, que recuerdan a Centauros del desierto. También hay una escena
con humor propio de Ford cuando un tribunal de Texas blanquea los antecedentes
de Whitman para dejar sin efecto la orden de detención que pesa sobre él.
Curtiz, con la experiencia de
más de doscientos filmes, rueda de manera fluida, con oficio y consigue hacer
un buen western, bastante entretenido, a lo que también contribuye la dirección
de las escenas de acción a cargo de la segunda unidad.
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