domingo, 9 de junio de 2024

TODO LO QUE QUISO SABER...

 

Todo lo que quiso saber sobre el sexo y no se atrevió a preguntar (1972) es una película de Woody Allen, compuesta de siete episodios cortos, con guion del propio Allen reinterpretando un libro de divulgación sexual de un tal Dr. David Reuben del mismo título. Perteneciente a la primera etapa del director neoyorquino se apoya, para explicar diversas problemáticas de tema sexual, en parodias del cine de aventuras medievales, terror o ciencia ficción y deja una de las imágenes icónicas de su carrera cuando aparece caracterizado como un espermatozoide.

El mejor episodio es el que protagoniza Gene Wilder, un doctor de familia que ha de tratar a un pastor armenio que le explica que se ha enamorado de una oveja. También el doctor se enamorará del animal, lo que le costará su matrimonio ya que su mujer, con la que vivía felizmente hasta entonces, no entenderá esa relación zoofílica; y también el reproche de la autoridad judicial al ser la oveja menor de edad. Cuando vuelve a aparecer el pastor y se lleva la oveja de vuelta a Armenia, el personaje de Wilder acabará como un indigente en la calle en su descenso a los infiernos.

Allen explota su comicidad en un episodio en que aparece de bufón medieval, con problemas para desmontar el cinturón de castidad de la señora del castillo a la que previamente le ha dado un afrodisíaco; y en otro en que aparece como un imposible latin lover ( con gafas negras en plan Mastroianni y hablando íntegramente en italiano) que tiene el problema que su mujer necesita tener relaciones sexuales en sitios públicos, lo que les lleva a fornicar en medio de una tienda de muebles o debajo de la mesa de un restaurante molestando a los comensales que la tienen reservada.

En uno de los episodios, se homenajea a las películas de terror apareciendo el gran John Carradine como una especie de Dr. Frankenstein dedicado a demenciales experimentos relacionados con el sexo, como que veinte boy scouts adolescentes violen a una mujer para medir la frecuencia respiratoria. El doctor vive en una tétrica mansión con un criado llamado Igor como el de El jovencito Frankenstein y allí van a parar Allen y una periodista siguiendo el esquema de las películas de terror. El episodio acaba un poco a lo Monthy Python, con una gran teta que siembra el terror por la zona antes de ser neutralizada.

Y él último episodio parece una parodia de las películas de ciencia ficción tipo Viaje alucinante, con la recreación de un coito desde el punto de vista masculino, con operarios en la sala de máquinas mientras se desarrolla la erección y los espermatozoides dispuestos a salir en el momento de la eyaculación, preocupado el espermatozoide de Allen por si se encontrarán un obstáculo de goma, llegarán a un óvulo o se tratarà de un coito homosexual.

Los episodios son desiguales pero, en casi todos, hay algún gag brillante y la película alcanza algunos momentos muy divertidos. A pesar de que han pasado más de cincuenta años, el humor, a veces un poco de brocha gorda, aún funciona y algunos gags no pasarían el filtro de lo políticamente correcto hoy en día, cosa que en general me parece positiva. 

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