Brutos, sucios y malos (1976)
es una comedia negra de Ettore Scola. Pero además de negra, se podría añadir
que es salvaje y ácida en extremo.
Localizada en unas miserables
chabolas del extrarradio de Roma, la película empieza mostrando la realidad de
Jacinto (Nino Manfredi) un hombre próximo a los 60 años que vive en una chabola
con su numerosa familia, un espacio en que donde todos duermen sin separación entre
habitaciones, sin privacidad y como animales. Es una familia de gente
absolutamente marginal, un hijo se dedica a travestirse y prostituirse, otros
hijos a robos mediante el método del tirón y luego huida en una vespa y, en
definitiva, ninguno tiene una ocupación normal viviendo en un estado de
salvajismo.
La acción de la película viene
dada, primero, por el celo con el que Jacinto guarda el dinero de una
indemnización que ha recibido por perder un ojo. Y luego por su empeño, tras conocer a una
prostituta también de aspecto marginal y parecida a la estanquera de Amarcord
por la dimensión de sus pechos, en llevarla a casa y hacerla cohabitar en el
mismo lecho en el que yace normalmente con su mujer. Todo ello hace que la familia
idee un plan para deshacerse del cabeza de familia que pasa por envenenarlo
metiendo la ponzoña en un plato de macarrones. Al encontrarse mal, salvará la
vida haciéndose él mismo un lavado de estómago con la mancha de una bicicleta para
provocarse el vómito; y su venganza será incendiar la chabola en la que vive
toda su familia mientras es de noche y todos duermen. Sofocado el fuego,
entonces Jacinto venderá la casa a otra familia estableciéndose una batalla
campal entre ambas familias. Al final, se recupera el viejo orden en que ha
comenzado la película.
El poblado de chabolas está situado
en una colina cercana a Roma y se divisa en varias ocasiones, incluso desde
dentro de una de las barracas, la cúpula del Vaticano. A pesar de esa relativa
cercanía, el abandono de cualquier norma moral o religiosa es absoluto en esa
familia, proclive a utilizar la violencia y también cometer actos procaces de
manera apresurada e impúdica.
Scola realiza una crítica social
a través de esta comedia tan negra pero, además, la película resulta sumamente
pesimista, ni hay ningún personaje a destacar por caracteres positivos ni se
produce ninguna acción digna de una mínima normalidad moral. Al contrario, se
muestra una realidad descarnada y las situaciones cómicas vienen dadas por
retorcer esa desagradable realidad, como todas las bromas relativas a la
abuela, maltratada cuando todos intentan aprovecharse de su pensión; o uno de
los hijos que aprovecha que sus padres duermen para tener un rápido contacto
sexual con la prostituta que ocupa la misma cama que ellos.
Deprimente e impactante, pero también divertida, es una interesante comedia de Scola
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