Había visto en el momento de su
estreno Noche en la tierra (1991), el filme de Jim Jarmusch compuesto de
cinco episodios que se desarrollan en cinco ciudades, dos americanas y tres europeas,
teniendo a un taxi y sus pasajeros como hilo conductor.
Tres décadas más tarde, la película
confirma lo que me parece Jarmusch una vez he revisado algunas de sus películas
últimamente: un cineasta pretencioso y de interés limitado.
El episodio de Los Angeles
cuenta con una estupenda y elegante Gena Rowlands y una Winona Ryder en un papel
de joven y peculiar taxista muy forzado. Me despierta poco interés ese choque
entre una taxista de limitadas luces y horizontes frente a una mujer tan pija
que, en 1991, ya dispone de teléfono móvil.
El episodio en Nueva York, con
intérpretes menos conocidos, es tal vez el que me ha gustado más con ese
contraste entre un negro que quiere ir a Brooklyn y un taxista, inmigrante
alemán, que no sabe ni cómo funciona la palanca de cambio de marchas automático
del vehículo. Me ha parecido divertido, más fresco y natural, con un personaje
más interesante como el del alemán que se quiere integrar en la sociedad
americana.
El tercer episodio tiene lugar
en París, con un diálogo entre una mujer ciega y un taxista de raza negra.
Aparece de manera demasiado subrayado el hecho que sabe sobre la vida la ciega,
aun con la imposibilidad física que tiene, que no el taxista que acaba chocando,
para extraer la moraleja del episodio, con otro coche una vez ha dejado a la
chica.
El episodio en Roma está presidido
por la histriónica interpretación de Benigni, demasiado pasado de rosca con su
alocada carrera por toda Roma, circulando sin respetar ninguna norma de circulación,
y su verborrea incontenida hasta que descubre que el sacerdote que ha recogido
ha muerto dentro del taxi. Es el episodio más pretendidamente cómico, pero me
parece excesivo Benigni, casi parodiándose a sí mismo como personaje.
El último episodio se
desarrolla en Helsinki, con actores del círculo de intérpretes habituales de Kaurismaki.
Un taxista recoge a tres individuos, de aspecto bastante marginal, rivalizando
entre ellos en quién es más desgraciado, ganando la competición el taxista.
Tampoco me ha despertado demasiado interés.
Una película de episodios
necesariamente ha de ser algo irregular. Aquí, no hay gran diferencia entre todos
los episodios que, aunque tengan algunos puntos de interés, me dejan una sensación
de cierta indiferencia no habiéndome metido plenamente, por falta de afinidad o
empatía, en ninguno de ellos.
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