miércoles, 26 de junio de 2024

MIL OJOS ESCONDE LA NOCHE (I)

 

Ha tardado casi treinta años Juan Manuel De Prada en retomar las aventuras de Fernando Navales, el antihéroe protagonista de Las máscaras del héroe, pero la espera ha valido la pena y Mil ojos esconde la noche es una obra sobresaliente que me provoca las ganas de volver a leer la primera parte pues casi tres décadas es mucho tiempo y mis recuerdos se difuminan. Mil ojos esconde la noche se divide en dos novelas, la recientemente publicada La ciudad sin luz, que ahora he terminado, y Cárcel de tinieblas, que parece estará en las librerías a finales de este año. Así que esperamos aparezca pronto.

Si en Las máscaras del héroe se contaban las aventuras de Navales, junto a la bohemia madrileña de las primeras décadas del siglo XX, hasta el estallido de la Guerra Civil, en esta nueva novela se explica su estancia en París desde el año 1940 a 1944. Por tanto, quedaría por escribir la historia del personaje durante la guerra civil. De Prada no descarta escribir una novela que completaría todos los años de las aventuras del personaje, pero también cree que, tal como está el panorama en España, podría acabar en la cárcel.

La acción empieza con Navales en París unas semanas antes de la entrada de los alemanes en París. El prólogo es una carta, fechada el 5 de junio de 1940, de Pedro Urraca, agregado policial de la Embajada española en París, al Conde de Mayalde, Director General de Seguridad. En esa misiva, Urraca da cuenta de la necesidad de atraer a un grupo de exiliados españoles en París, mayormente artistas, a la causa nacional por razones propagandísticas y como, al pensar en una persona zalamera y sin escrúpulos, ha dado con Navales, hasta entonces un oscuro periodista adscrito a la Delegación de Falange en París y dedicado a labores subalternas.

Así, un Navales que sigue teniendo presente a Pedro Luis de Gálvez en sus pesadillas, encuentra su gran oportunidad al aceptar el encargo de atraer y buscar colaboración para las actividades de Falange de un grupo de exiliados españoles que pasan penurias en la ciudad ocupada por los alemanes. Al menos durante estos dos años que abarca esta primera parte de la novela, coincidentes con el auge del poderío militar germano, Navales se convierte en un hombre poderoso, capaz de conseguir visados o salvoconductos, lo que le permite mediar, chantajear y manipular a parte de la colonia española en la capital parisina. Escribe regularmente en Arriba, con todo lo que ello implicaba al hablar bien o mal de alguien, y también como crítico de arte, pero aquí utilizando a un negro, Sebastián Gasch, un miembro de la colonia catalana en París a los que Navales dedica especial atención. Y tiene buenas relaciones con los alemanes de los que también obtiene marcos a cambio de hacer labores de espionaje.

De Prada ha manifestado haber realizado una brutal labor de documentación en muchísimos archivos y, por tanto, su novela, aun siendo ficción, contiene mucha verdad cuando habla de personajes históricos como Gregorio Marañón, Cesar González Ruano, Serrano Suñer o Pablo Picasso. Por ejemplo, es verdad que un Marañón que buscaba a toda costa reconciliarse con el régimen franquista vio aparecer en 1942 un escrito atribuido falsamente a él y que le perjudicaba. El hecho es cierto y, en la novela, es el desalmado Navales quien efectúa la infame tarea.

Por otro lado, la percepción de Navales es que Francia se rinde sin oponer una seria oposición militar, sobre todo dada la importancia de su ejército, convive relativamente cómoda con los alemanes (el primer atentado contra un soldado alemán en la zona ocupada es posterior a la declaración de guerra de Hitler a la URSS) y el antisemitismo también existía en la sociedad francesa y Vichy legisló en ese sentido.

De Navales se podrían decir toda una serie epítetos desfavorables: malvado, vil, indeseable, cretino, miserable, … pero es, sobre todo y porque él mismo lo dice con frecuencia a lo largo de la novela, un resentido. No deja de ser, a pesar de su aguda lucidez, un personaje de baja categoría en el entramado de los círculos de poder franquistas, necesitando siempre a un padrino al que servir. Y muestra su desprecio por casi todos los personajes que aparecen en la novela, como por ejemplo respecto de Picasso al que llama pintamonas. Solamente con Ana María Martínez Sagi, personaje tan importante en la literatura de De Prada, tiene un comportamiento distinto, de empatía y avergonzamiento de sus actividades.

De Prada escribe con su acostumbrada prosa exuberante, sin dejar que una página carezca de interés y arrastrando al lector al ansía de saber qué pasará en la segunda parte de la novela.

 

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