La mujer marcada (1926)
pertenece a la etapa americana de Victor Sjostrom y se rodó solo dos años antes
que El viento, ambas con Lilian Gish de protagonista. Es una adaptación
de la novela La letra escarlata, escrita por Nathaniel Hawthorne.
Se trata de un potente
melodrama que denuncia la intransigencia y el fanatismo religioso que coartan
la libertad de los miembros de una comunidad, aquí la ultrapuritana Boston del
siglo XVII. Gish es Hester Prynne, una chica llena de vitalidad que es
castigada por no guardar el debido respeto por el descanso semanal que imponen
las obligaciones religiosas. El reverendo Arthur Dimmesdale (Lars Hanson) le
levanta el castigo y se enamora de ella. Es un amor que será imposible desde el
momento en que se descubre que Prynne está casada, si bien su marido
desapareció en un naufragio, además que se casó obligada y el matrimonio no se
llegó a consumar. Pero Dimmesdale no puede lidiar con la situación y se ausenta
durante un tiempo viajando a Inglaterra. Cuando regresa, resulta que Prynne ha
tenido una criatura, vive con la pequeña aislada de una sociedad hipócrita e
intolerable que las maltratan y le han bordado en la ropa una A para
distinguirla como mujer adúltera. Dimmesdale adopta la postura miserable de
ocultar que él es el padre de la criatura callando su relación con Prynne,
mientras ésta tampoco cede a las presiones del pueblo para revelarlo. Para
complicar aun más las cosas, reaparece el marido que había estado secuestrado
por los indios y enferma la criatura hija de Hester y el referendo. Si la
historia ya es recargada como melodrama, aumenta al final su desmesura cuando,
por fin, el reverendo explica la verdad y debajo de la camisa muestra como ser
ha desgarrado la piel para marcarse a fuego una A. Si Hester lleva la marca en
la ropa porque se la han impuesto otros, Dimmesdale la lleva dentro de sí como
muestra de su culpa y cobardía moral. Su condena será la de morir en los brazos
de su amada en un final extático.
Tanto en El viento como
en La mujer marcada, Sjostrom se beneficia de tener a la considerada mejor
actriz de la época, una Lilian Gish que da un recital de expresividad a lo
largo de toda la película y luce con gran esplendor, aunando en su interpretación
sensualidad, belleza, dulzura y determinación. Gish fue muy valiente al aceptar un papel de este tipo,
cosa que podía hacer por su estatus de megaestrella. Además, Sjostrom ya tenía
un bagaje como realizador en su Suecia natal que hizo acometer con solvencia
estas obras en una etapa americana que abarcó la segunda mitad de la década de
los veinte, para luego desaparecer de Hollywood, volver a Europa y reaparecer
de forma estelar en 1958 interpretando al anciano profesor de Fresas
salvajes de Bergman. Esa solvencia se materializa en explicar muy bien la
historia, utilizar las escenas rodadas en el bosque para mostrar la atracción
sexual de los personajes y la puesta en escena en los interiores, iglesias y
casas, como espacios de reclusión en los que existe represión.
Tercera película que veo de Victor Sjostrom, intentaré seguir explorando su obra
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