Será un partido tristísimo el
que jugarán en pocas horas Sevilla y Barça. Nada en juego, e incluso el
entrenador del Sevilla, que ha tenido algún desencuentro con la junta del equipo
hispalense, también se sentará en el banquillo por última vez. Pero ese mal
rollo es una broma comparada con la traumática destitución de Xavi tras una
cadena de despropósitos que, por lo que hace estrictamente a la continuidad del
entrenador egarense, empieza con su dimisión en diferido a finales de enero tras
el partido contra el Villarreal.
El resumen de la temporada es
que el Barça ha jugado mal casi todos los partidos y, en muchos, ni siquiera
compitió bien, encajando muchos goles ante equipos como Granada, Mallorca,
Amberes o Villarreal. Todo esto no se podía traducir más que en perder
claramente la Supercopa, caer en la primera eliminatoria de Copa con un equipo
serio encajando cuatro goles, no tener opciones a ganar la Liga faltando cinco
partidos y una eliminación en Champions en cuartos de final con una deficiente
dirección técnica desde la banda en el partido de vuelta.
Así, la no continuidad de Xavi
estaba más que justificada ya que el equipo, lejos de evolucionar, estaba en
involución, perdiendo solidez y solo despertando ilusión por la aportación de
algunos jóvenes talentos, básicamente Fermín, Lamal y Cubarsí. Además, la
autoridad del entrenador estaba menoscabada, en gran parte por la propia Junta
cuando le hizo la convocatoria en Amberes y, además, por la falta de
personalidad de Xavi gestionando la plantilla, demasiado atento tanto al
entorno como a complacer algunos desatinos de Laporta.
Lo que todavía no tiene explicación
es el sainete montado por Laporta desde el pacto del sushi hasta formalizar una
destitución ayer que el propio club filtró hace ocho días. Tal vez algún día nos
expliquen la verdad aunque, dada la opacidad de las actuaciones de la Junta,
habrá cuestiones sobre las que solo los medios de comunicación podrán
especular. Es difícil saber si todos los movimientos hechos estos días tienen
una causa racional, aunque fuera equivocada, o se trata de desvaríos de un
hombre como Laporta, muy influenciable por su pequeño pero fiel entorno y sobrepasado
por los problemas del club, en gran parte debido a su negligente gestión y a un
estado de salud que parece deficiente.
Destituido Xavi, Laporta se la
juega con un técnico que no conoce ni la particular idiosincrasia del club ni
el fútbol español. El alemán Hansi Flick aterrizará en el club y ya veremos qué
opciones hay de completar una plantilla compensada y competitiva. Pero, de
momento, ya es fácil intuir que su proyecto puede tener como piedras angulares
a dos jugadores como Gündogan y Lewandovski, cuyos mejores años hace tiempo que
ya pasaron, y alguna incorporación de tipo parecido como pueda ser Kimmich. A
priori, no pinta bien, pero hemos de ser pacientes y no prejuzgar, tiempo
tendremos de ver los resultados del equipo.
El verdadero problema es que la
negligente gestión de Laporta se extiende, menos de momento a la sección
femenina de fútbol, a todo el club y no hay ni para pagar 100.000 euros y
mantener la licencia del equipo femenino de basket en la Liga. Con un club que
se ha endeudado hasta más allá del límite de lo aconsejable y que no podrá devolver
los créditos, y una gestión desvergonzada de Laporta que, como mínimo, vulnera cualquier
código ético aunque sea poco exigente, la ruina sobrevendrá en poco tiempo y variará
la forma de propiedad del club. Lo cual no ha de ser necesariamente malo, pero
sí inquietante si es Laporta el que está mangoneando cuando esto suceda. También
puede pasar que aguante dos años, acaben de trincar él y sus amigos
comisionistas unos cuantos millones más y se coma otro el marrón de convertir
al club en Sociedad Anónima.
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