sábado, 4 de mayo de 2024

EL ASESINO DE MUÑECAS

 

El asesino de muñecas (1974), dirigida por Michael Skaife (alias de Miguel Madrid) es una película atípica y transgresora incluso dentro del género de fantaterror español al que pertenece. Antes de presentarla en la 2, dicen que es una película poco sólida, pero con momentos visuales potentes e ideal para echar unas risas.

Realmente, la película está mal planificada, peor rodada, pésimamente interpretada y con una banda sonora de Alfonso Santisteban bastante molesta de escuchar. Y, sin embargo, mantiene un clima malsano imprescindible en el cine fantástico, así como algunas ideas que dan cierta entidad a la película. Su director es un personaje con un bagaje oscuro consistente en una película anterior de terror titulada Necrophagus y una erótica a finales de los 70, Bacanal en directo.

Por imposición de la censura, se simula que la acción de la película transcurre en Toulusse. Es un primer dato surrealista dado que los exteriores son inequívocamente barceloneses y gran parte de la película está rodada en el Parc Güell, mientras que también hay escenas rodadas en el Teatre Grec de Montjuich y la cascada del Parc de la Ciutadella.

Es la historia de un psycho killer. El protagonista se llama Paul (David Rocha), tiene unos 20 años y vive traumatizado porque su madre, que perdió a una hija, le obligaba a jugar con muñecas y vestirse como niña intentando suplantarlo por su hermana. Ya crecido, y con el fracaso de no poder aprobar los exámenes para ser cirujano, vuelve a casa. Sus padres son jardineros de una gran casa y se van de vacaciones dejando las labores de jardinería a cargo de su hijo. Mientras Paul, disfrazado con una cara de muñeca, va cometiendo crímenes a cuenta de las parejas o grupos de jóvenes que se acercan a los jardines de la casa, es seducido con poco éxito por la señora de la casa (Helga Line) e inicia una relación la hija de ésta, Audrey (Inma de Santis).

Paul es una persona torturada, traumatizada y con problemas de identificación de género (hay un niño vecino con el que se insinúa una pederastia) que se pasa desnudo gran parte de la película en una interpretación absolutamente pasada de rosca por parte de Rocha, mezclando amaneramiento y delirios varios. Su locura criminal ni siquiera se detendrá al tener una relación con la angelical y virginal Audrey; hará con ella sus prácticas de cirujano, extrayéndole el corazón y depositándolo en la nevera. En sus enloquecidas alucinaciones, aparecerá al final de la película su hermana fallecida que es quien le impulsaba a cometer los crímenes.

Con influencias del giallo y elementos del gore, lo más remarcable es su desquiciante ritmo, así como la ambientación con las numerosas muñecas colgadas del techo que tiene el protagonista en su habitación y crean una atmosfera inquietante. Esto, junto con los deméritos de la película que son muchos, pero incluso acaban jugando a su favor, acaban creando un extraño clima espeluznante y una película que no deja indiferente. 

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