El asesino de muñecas (1974),
dirigida por Michael Skaife (alias de Miguel Madrid) es una película atípica y
transgresora incluso dentro del género de fantaterror español al que pertenece.
Antes de presentarla en la 2, dicen que es una película poco sólida, pero con
momentos visuales potentes e ideal para echar unas risas.
Realmente, la película está mal
planificada, peor rodada, pésimamente interpretada y con una banda sonora de
Alfonso Santisteban bastante molesta de escuchar. Y, sin embargo, mantiene un
clima malsano imprescindible en el cine fantástico, así como algunas ideas que
dan cierta entidad a la película. Su director es un personaje con un bagaje
oscuro consistente en una película anterior de terror titulada Necrophagus
y una erótica a finales de los 70, Bacanal en directo.
Por imposición de la censura,
se simula que la acción de la película transcurre en Toulusse. Es un primer
dato surrealista dado que los exteriores son inequívocamente barceloneses y gran
parte de la película está rodada en el Parc Güell, mientras que también hay escenas
rodadas en el Teatre Grec de Montjuich y la cascada del Parc de la Ciutadella.
Es la historia de un psycho
killer. El protagonista se llama Paul (David Rocha), tiene unos 20 años y vive traumatizado
porque su madre, que perdió a una hija, le obligaba a jugar con muñecas y
vestirse como niña intentando suplantarlo por su hermana. Ya crecido, y con el
fracaso de no poder aprobar los exámenes para ser cirujano, vuelve a casa. Sus padres
son jardineros de una gran casa y se van de vacaciones dejando las labores de
jardinería a cargo de su hijo. Mientras Paul, disfrazado con una cara de muñeca,
va cometiendo crímenes a cuenta de las parejas o grupos de jóvenes que se
acercan a los jardines de la casa, es seducido con poco éxito por la señora de
la casa (Helga Line) e inicia una relación la hija de ésta, Audrey (Inma de
Santis).
Paul es una persona torturada,
traumatizada y con problemas de identificación de género (hay un niño vecino
con el que se insinúa una pederastia) que se pasa desnudo gran parte de la
película en una interpretación absolutamente pasada de rosca por parte de
Rocha, mezclando amaneramiento y delirios varios. Su locura criminal ni siquiera se detendrá al tener una relación con la angelical
y virginal Audrey; hará con ella sus prácticas de cirujano, extrayéndole el
corazón y depositándolo en la nevera. En sus enloquecidas alucinaciones,
aparecerá al final de la película su hermana fallecida que es quien le impulsaba
a cometer los crímenes.
Con influencias del giallo
y elementos del gore, lo más remarcable es su desquiciante ritmo, así como la ambientación
con las numerosas muñecas colgadas del techo que tiene el protagonista en su
habitación y crean una atmosfera inquietante. Esto, junto con los deméritos de
la película que son muchos, pero incluso acaban jugando a su favor, acaban
creando un extraño clima espeluznante y una película que no deja indiferente.
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